Wall street
Los inversores no son siempre racionales en la toma de decisiones, están influenciados por sesgos cognitivos y existen claros límites sobre su capacidad de autocontrol. Esto hace que aquellos se comporten de una forma totalmente diferente a la que deberían, dejan que emociones como el miedo y la euforia les dominen, y terminan ejecutando decisiones de inversión al abrigo de las mismas. El llamado “Behavioral Finance” pretende estudiar la influencia de la psicología en el comportamiento del inversor y explica muchas veces, la irracionalidad observada en los mercados.
Si analizamos cualquier gráfico de precios de un activo cotizado en mercado, veremos como la volatilidad alcanza niveles máximos cuando se producen caídas importantes que, por lo general, no se corresponden con los grandes cambios de la economía o de los resultados empresariales. Esa volatilidad, que nos sorprende como aquella diferencia entre las expectativas y la realidad que cada uno tiene, es una señal clara de que las emociones están jugando un papel clave en la toma de decisiones, se viene asociando con el miedo y pasa por las distintas fases del llamado ciclo de las emociones de mercado.
Sin embargo, ese miedo no solo está asociado con la parte negativa del cambio de expectativas, sino que también funciona del lado positivo en forma de miedo a perderse la subida (FOMO). Un inversor que se ha quedado fuera del último gran tramo alcista (por ejemplo, desde los mínimos de marzo hasta hoy en el S&P500), pasa de repente a un estado de optimismo que le lleva, tras la debida excitación previa (por ejemplo, ver como Tesla pasa de 1000 a 2000 USD en un mes) a un estado de euforia que se traduce en un pánico comprador (por ejemplo, la sesión del miércoles). En este proceso, es el mismo sistema quien alimenta esa agitación popular (por ejemplo, el Split que hace Apple o la misma Tesla) colocando la alfombra roja a los últimos invitados a la fiesta lo que provoca, en última instancia, un aumento de volatilidad pues, de nuevo, la realidad supera a las expectativas.
La capitulación y la compra forzada por miedo a perderse nuevas alzas, ha provocado que este mes de agosto pasado fuera el mejor desde 1984 para el S&P500 (+7,19% incluidos dividendos). Así mismo, de las últimas once sesiones, en diez de ellas se ha superado la referencia anterior, provocando niveles de sobrecompra no vistos desde finales de 2017.
Sin embargo, lo que más preocupa y que viene a marcar los síntomas del momento del ciclo anterior descrito, es el aumento de volatilidad que se está produciendo en las últimas sesiones. Esta correlación positiva entre el S&P y el VIX o entre el Nasdaq100 y el VXN es lo que debería levantar, cuando menos, las señales de alarma pues indica que el “Smart money” se está preparando para una posible corrección ejecutando operaciones de cobertura o bajistas. Mientras tanto, Robinhood, TD Ameritrade o Charles Schwab están experimentando cifras record de negociación en sus plataformas.
La euforia dominante está ocasionando que compañías como Zoom (ZM) tengan una capitalización mayor que IBM, o que Apple, que cotiza a una ratio de 8,8 veces sobre sus ventas, tenga un valor así medido superior al del Russell 2000 al completo. Aquellas empresas que bajo las consecuencias de la pandemia se han hecho más imprescindibles, han recibido a cambio una mayor valoración sin importar el precio que se paga por ellas. Tesla sube un 900% en un año con un incremento de ventas del 3%. Apple se revaloriza un 160% mientras que sus ventas suben menos del 6% en un año.
Así las cosas, las distintas fases que el shock provocado por el covid-19, parece se van desplegando de forma bien marcada. La primera culminó en marzo con el gran desplome de las bolsas mundiales, el estado de confinamiento y el cierre de negocios que modificó, a marchas forzadas, los hábitos de consumo mundiales. La intervención de los bancos centrales y de los gobiernos, con la mayor inyección de liquidez nunca vista hasta la fecha y una gran batería de estímulos fiscales, facilitó una segunda fase donde los negocios volvieron a abrir y el precio de las acciones, los bonos y hasta el oro, se dispararon.
Aquí se ha empezado a ver que la llamada nueva normalidad ha llegado para quedarse, y que se extenderá en el tiempo. Facebook, Apple o Twitter han comunicado que muchos de sus empleados trabajaran en remoto de forma indefinida al lograr mayor eficiencia y reducción de costes. Al despido o congelación de los empleos de menor remuneración, le han empezado a seguir aquellos de mandos intermedios. Coca Cola, Wells Fargo, ATT, Salesforce, LinkedIn o Boeing son solo algunos ejemplos de la tendencia al respecto iniciada. Goldman Sachs estimaba que cerca del 25% de los empleos paralizados por la pandemia, no volverán a recuperarse. A este recorte de costes vía empleados, le está siguiendo el cierre de puntos de venta, oficinas centrales y demás centros de trabajo. British Petroleum (BP) está planeando la venta de su sede de Londres, Pinterest está pagando ya por poder anular contratos de alquiler, y las zonas Premium de ciudades como San Francisco están asistiendo a un éxodo de inquilinos y propietarios. Algunos analistas hablan ya, no del impacto sobre la industria del sector servicios, sino del que puede provocarse al abrigo de esa tendencia sobre el sector inmobiliario comercial y de oficinas que, por cierto, está fuertemente apalancado.
La tercera fase, en la que podemos estar inmersos, mostraría como las medidas de emergencia tomadas por muchos países resultarían insuficientes, pues no bastarían para lograr la recuperación del empleo, no podrán evitar el cierre o quiebra de muchos negocios, ni provocar el aumento del gasto y consumo de años anteriores. Veremos cómo salimos de este periodo.
Regresando a las bolsas y en el contexto actual, no hay que descartar que los índices sigan subiendo sobre este muro de incertidumbres. La historia demuestra que el mercado es soberano, que los ciclos de euforia se pueden prolongar en el tiempo, y que la tendencia dominante es la que marca el camino a corto plazo. Otra cosa es que, para evitar sangre futura, uno sea muy consciente (y actúe en consecuencia) del momento en el que nos encontramos. La alta valoración de las acciones e índices directores, la situación de sobrecompra comentada, la toma de posiciones contrarias por parte de las manos fuertes, el sentimiento inversor medido por la ratio Put/Call, en máximos de quince años, o la correlación entre volatilidad e índices son, cuando menos, muestras de ese pánico comprador que actualmente domina los mercados y que, para los de siempre, puede terminar en tragedia.
AUTOR
JAVIER MOLINA 04/09/2020