Ese momento en el que el pasado, presente y futuro confluyen. (iStock)
Seguramente alguna vez te has sorprendido a ti mismo cantando una canción en la ducha que no existe, para pensar a continuación: "Si grabara esta melodía, sería todo un éxito". O quizás, en ese momento mágico entre la vigilia y el sueño en el que comienzan a surgir las ideas descontroladas del inconsciente, aparece en tu mente un pensamiento descabellado sobre algún tema que parece que a nadie se le haya ocurrido.
En ciertos momentos, no podemos estar del todo seguros de si nuestros pensamientos son realmente nuestros. O, en todo caso, nuevos y originales.Tal vez esa canción que tarareaste realmente existe, solo que no la recuerdas, y ahora en un instante cotidiano y anodino vuelve a ti, instalándose en tu cabeza como si realmente fuera una creación tuya. Si no eres músico ni tienes forma de representarla, tan pronto como ha aparecido se irá, aunque en verdad estás convencido de que, si lo fueras, te harías millonario con semejante 'temazo'.
Cuando un músico compone una canción, ¿cuánto de ella se debe a la pura imaginación y cuánto a una memoria enterrada que no llega a desaparecer?Este fenómeno tan curioso de la mente humana se conoce como criptoamnesia y consiste, básicamente, en recordar algo que habíamos olvidado como si fuera completamente nuevo. En otras palabras, sería lo contrario a un 'déjà vu', que es cuando te asalta una sensación de familiaridad de repente frente a una imagen, creyendo que ya la has vivido. Por el contrario, la criptoamnesia produce que aquello que hemos visto, oído o sentido alguna vez, se presente como algo totalmente auténtico, genuino y original. Cuando en realidad no es así, sino que se trata de un recuerdo archivado en la memoria que ya has olvidado y que tu mente rescata de manera irracional.
Esto nos lleva a teorías de lo más variadas. Una de ellas es la del autoplagio, aplicada sobre todo al mundo de la creación artística. Por ejemplo, cuando un músico compone una canción, ¿cuánto de ella se debe a la más pura imaginación y cuánto a una memoria enterrada que no llega a desaparecer y de repente emerge como si fuera totalmente inédita? Más allá del hecho de que cada artista tiene unas influencias previas de las que parte para dar a luz a su obra y que pueden ser notorias en mayor o menor medida, cabe preguntarse si aquello que acaba de sacar a la luz no es más que un recuerdo olvidado que ni él mismo tiene constancia de que existe.
En los últimos años, se han realizado muchos estudios para probar la validez de la criptoamnesia en el cerebro humano. Sobre todo, aplicándola a su vertiente más social. A principios de la década de 1980, un estudio de Gabriel Mugny y Juan A. Pérez, dos expertos en psicología social del desarrollo cognitivo, reunió a un grupo de personas para preguntarlas por sus percepciones acerca de cuestiones como la igualdad social, el respeto al medio ambiente o la paz. Como era de esperar, todas ellas vieron esta serie de valores como positivos de forma unánime. Pero a continuación, se les recordó las acciones que muchas minorías debieron llevar a cabo para implementar estos cambios. Entonces, su apreciación de dichos conceptos disminuyó, volviéndose más negativa.
"En las décadas posteriores, el estudio de la influencia de las minorías en los cambios sociales ha demostrado que los privilegios de los que disfrutamos hoy día se afianzaron gracias a luchas de una minoría muy impopular contra una mayoría de masa social que estaba en desacuerdo", asevera Richard Fisher, periodista de la 'BBC' en un artículo reciente que trata sobre la criptoamnesia social.
En resumen, "gracias a la protesta y la acción directa", un pequeño grupo de personas pudo llevar a cabo esta serie de cambios en el seno de la sociedad a pesar de que en su momento fueron muy conflictivos contra el poder hegemónico. A pesar de este favor a las generaciones futuras, los estudios realizados sobre la criptoamnesia social sugieren que el recuerdo de estos individuos permanece dormido en la masa social. Pero eso no le impide despertar de vez en cuando, en momentos históricos muy concretos, resucitando bajo una nueva forma o con otros nombres propios.
Futuros perdidos y pasados que vuelven
Estos planteamientos sobre la criptoamnesia social nos hacen aterrizar también en argumentaciones filosóficas contemporáneas que guardan, queriendo o no, relación con este término. En 1993 sale a la luz un concepto que ha definido una de las corrientes filósoficas y estéticas más predominantes en las últimas décadas. Se trata de la 'hauntología', término acuñado por el filósofo Jacques Derrida en 1993 a raíz de la publicación de su obra 'Espectros de Marx', cuyo título surge a partir de la primera frase del 'Manifiesto Comunista': "Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo".
El concepto de ‘hauntología’, asociado a la criptoamnesia social, se aplica a diversas ramas estéticas que impregnan buena parte de la culturaPara el filósofo, el comunismo pervivía a finales de siglo en la memoria colectiva de los pueblos oprimidos y la clase trabajadora, a pesar de haber sido históricamente derrotado tras la caída de la Unión Soviética. La aspiración a una sociedad comunista quedaba totalmente olvidada o anulada, como si se tratara de una forma más de criptoamnesia social, de ahí que politólogos como Francis Fukuyama se apresuraran a enarbolar teorías (que luego resultaron erróneas) sobre un hipotético fin de la historia. Una vez el socialismo real dejara de existir, salvo en unas pequeñas islas como Cuba o Corea del Norte, el capitalismo extendería su dominio global por todo el mundo. De esta forma, el ideal comunista no deja de ser otro recuerdo enterrado en el inconsciente de los pueblos que, en el momento más inesperado o de la forma más espontánea, puede emerger de nuevo, irreconocible pero tremendamente familiar.
Ahora, el concepto de ‘hauntología’ se aplica a diversas ramas estéticas que impregnan buena parte de la cultura contemporánea. Uno de los teóricos más destacados de esta corriente es Mark Fisher, un crítico cultural británico que, a través de la disección de obras musicales y cinematográficas, conecta a la perfección esta estética ‘fantasmal’ con el devenir de la izquierda a lo largo de las últimas décadas. Otros autores, como Simon Reynolds, lo aplicarían a la deriva de ciertos géneros musicales que, a pesar de erigirse como radicalmente nuevos, pecaban de cierto aire retro. Como al inicio de este texto, en el cual alguien tararea una canción que cree que no se ha hecho nunca, pero sin embargo la ha escuchado en algún momento de su vida pasada que no puede recordar.
Uno de los artistas más populares que sirve de icono de esta 'estética hauntológica' es el dj británico Burial. A base de samples y fragmentos muy cortos de otros cantantes, principalmente de soul y R&B, construye canciones propias bajo capas de ritmos imposibles y beats siniestros, creando un producto totalmente nuevo y revolucionario que ha servido de inspiración a otros artistas de todo el mundo. Por ejemplo, una de sus canciones más famosas, 'Archangel', con la que abre su emblemático disco 'Untrue', proviene realmente de una pieza de Beyoncé titulada 'Resentment'.
La música del dj británico no deja de tener un halo fantasmagórico, de ahí que su máxima inspiración a la hora de crear fuera pasear por los polígonos abandonados de las afueras de Londres, donde antes se celebraban fiestas de techno. Por ello, al escuchar cualquiera de sus temas, las voces que emergen tras las pistas están retocadas electrónicamente para que suenen distorsionadas, retro, como si fuera la exhalación de un fantasma. Evidentemente, este es solo un ejemplo concreto de entre miles. En el mundo cinematográfico, esta 'hauntología' puede estar presente en películas retrofuturistas, las cuales toman elementos estéticos del pasado enmarcándolos en un hipotético futuro. Ahí tenemos 'Blade Runner' o una mucho más antigua, la inmortal 'Metrópolis' (1927) de Fritz Lang. De igual modo, otro ejemplo pueden ser estilos como el 'steampunk', el cual mezcla elementos de la época victoriana inglesa con la distopía futurista.
La capacidad cognitiva del cerebro humano es inmensa. Con más de un billón de neuronas y sus miles de conexiones, las estimaciones apuntan a que su capacidad de almacenamiento podría llegar a un millón gigabytes de memoria interna formada por recuerdos, conocimientos y experiencias. Aunque evidentemente, son meras suposiciones científicas imposibles de medir cuantitativamente que varían según sea la fuente. Lo que sí resulta cierto es que dentro de nuestra cabeza reside una supercomputadora que ni siquiera es capaz de usar todo su potencial a la vez. De ahí que exista el mito de que solo usamos el 10%. Sea como sea, nos volveríamos un poco locos si consiguiésemos saber de dónde proceden todos los recuerdos que hemos olvidado a lo largo de la vida. Pero ello no quiere decir que tarde o temprano aparezcan, sin saber cómo ni por qué.
AUTOR
ENRIQUE ZAMORANO 01/09/2020