De pequeños, queremos ser mayores (casi todos). A los 30, nos meten las prisas con el arroz. A los 40, nos llega la crisis. A los 50, el vértigo de las 'meno' y las 'andro' (sí, a ellos también) pausias. Y, a partir de los 60... ¿Por qué parece que nunca estamos contentos con nuestra edad? ¿Por qué esa obsesión con el paso del tiempo?
"Gran parte de las ansiedades que vivimos tienen que ver con conflictos en la línea del tiempo. No querer perder el tiempo, añorar tener tiempo que perder o no desear que el tiempo pase son fuente de inquietud", afirma Isabel Serrano-Rosa, directora y psicóloga de EnPositivoSí.
Aunque algunas personas lo aceptan mejor que otras, casi todos hemos pasado "por alguna crisis de crecimiento en la cual aterrizamos de golpe sobre nuestra situación personal en ese momento y esto ayuda a reflexionar y mirar con perspectiva para reconducir nuestros pasos".
Este proceso no es, ni mucho menos, negativo, "sino más bien positivo pues nos pone en contacto con nosotros mismos, algo que nos hace mucha falta en un mundo en el que mirar mucho hacia fuera y poco hacia adentro (un ejercicio que mucha gente no sabe hacer) es la norma".
Cuando somos niños, "el mecanismo de mirar hacia el futuro, hacia lo que hacen 'los mayores', nos ayuda a imitar, aprender, a querer ser como ellos, lo que constituye un impulso para crecer y ser autónomos e independientes".
Ese impulso a evolucionar sigue vivo después cuando vamos creciendo, "pero vivir el inexorable paso del tiempo como algo positivo o negativo depende de donde focalicemos nuestros objetivos, en lo que llamo la 'línea de la vida' que consiste en el equilibrio entre 'ser - hacer - tener'".
Una vida con objetivos muy centrados en el tener o en el hacer "nos catapultará al principio (como en los niños) pero acabará por hacernos sentir mal si nos desconectamos del 'ser', de la persona que somos".
¿Qué tiene que ver en todo esto el dichoso reloj biológico? Serrano-Rosa explica que éste está regulado por el "crono mental que mide los intervalos de tiempo (cada día, semana, año que pasa y nos lo recuerda), pero el reloj que prevalece en el día a día es el emocional, con el que percibimos el paso del tiempo".
Si vislumbramos que hemos conseguido lo que queremos, nos parece que "el tiempo ha sido un gran aliado". Sin embargo, al evaluarnos desde perspectivas exigentes en el hacer o tener, nos parece que "el tiempo pasó y no hemos conseguido nada, entonces el tiempo es el enemigo numero uno, porque no se puede detener".
La clave radica en "las emociones, si éstas son positivas o negativas, ya que este reloj emocional está regulado por la dopamina"
Si, ante el malestar respondemos queriendo hacer o tener más y no favoreciendo ese ser quien somos y darnos el tiempo conectar, nos pasará "como decía Séneca, que nos 'hará falta toda una vida para aprender a vivir'".
OCULTAR LOS AÑOS
Estar excesivamente en lo exterior nos hace infelices "Ahora me toca acabar la universidad; ahora, encontrar pareja; ahora, tener un hijo; ahora comprarme un coche; ahora, una casa; ahora, viajar para contarlo en Instagram... ¿No da agobio solo de pensarlo? Nos falta tiempo para todo eso y, al final, la vida se nos escurre entre las manos".
¿Por qué ocultamos la edad cuando deberíamos de estar orgullosos? "Hay una realidad muy clara, cuando dices la edad que tienes, los demás -que tienen el mismo problema que tú con las expectativas sobre lo que tienes que tener o hacer en cada momento- te suelen encasillar o juzgar. Es como la temperatura, tienes que estar en unos limites aceptables en cada momento de tu vida, sino muchos (no todos, claro) tuercen el gesto y piensan que te pasa algo malo. 'Ah, 35 y ¿no tienes niños? O, a los 50, te conviertes en un/a señor/a esperando mejor vida. La mirada del otro es, muchas veces, más el problema que el mismo paso del tiempo".
Serrano-Rosa recuerda que también existe la enfermedad del paso del tiempo, "la cronofobia". Se trata de un trastorno de ansiedad que experimentan las personas que tienen un gran temor al observar que el tiempo avanza inexorablemente. "El cronofóbico no acepta la edad que tiene y quiere vivir como si tuviera otra. El pasado le parece siempre mejor y siente angustia pues no puede detener el tiempo".
La causa de esta patología es "la falta de aceptación de uno mismo y las expectativas excesivas sobre lo que debería ser, hacer o tener, como dije antes. Esta falta de aceptación es lo que produce mayor angustia".
También está el miedo a envejecer, la gerontofóbia, o, dicho de otra manera, "un exceso de valoración de la juventud en nuestra cultura que contempla las arrugas, no como un producto de la experiencia, sino del deterioro y desmorone de uno mismo que ya va a poder tener y hacer menos".
Mujeres y hombres, ¿lo viven igual? "Sí, pero con algunas singularidades porque, a pesar de que nos vamos igualando en la manera de percibir el paso del tiempo, persisten diferencias en temas y momentos concretos como la maternidad o la menopausia, marcadas por signos biológicos evidentes".
"Nosotras -detalla- solemos ser más exigentes con nuestro cuerpo y apariencia; queremos estar mejor para los demás también, en cuanto surgen los primeros cambios la autovaloración puede verse mermada y detrás de ésta la autoestima, la capacidad de quererse, cuidarse o valorarse".
Ellos, por su parte, también llevan cada vez peor "sus cambios físicos, pero suelen plantearse asuntos como qué he hecho con mi vida, mi futuro profesional, etc".
Para Serrano-Rosa, "asumir lo que no queda más remedio que asumir es un aspecto de la serenidad, no de la resignación". Si las personas se cuidan tan física como psicológicamente, el resultado será "la sabiduría, o sea, saber cambiar lo que se puede y no luchar contra lo que no tiene arreglo, además de aprender a vivir el presente y a aceptar la persona que somos verdaderamente".
Todo ello, recordando siempre que debemos "entrenar la mente para que sea flexible, pero también disciplinada, además de abierta y empática; el esfuerzo vale la pena".
Su consejo final: "Ya que la máquina del tiempo aún no la hemos inventado (aunque nos gustaría, ya lo creo) mejor hacerlo nuestro compañero de camino".
Pautas para asumir el paso del tiempo sin angustia
Isabel Serrano-Rosa asegura que el tratamiento consiste "en mejorar la aceptación personal y la autoestima, aprendiendo a manejar la ansiedad que producen las señales del paso del tiempo en el cuerpo".
Si el problema es que se mira al pasado con melancolía es "el momento de dar las gracias por todo lo vivido o perdón si lo que vemos en el pasado es negativo y caminar hacia donde está el verdadero momento de cambio: el presente".
Hay varias conductas que nos amargan la vida y nos hacen sufrir inútilmente: "El exceso de preocupación, las expectativas ilusorias, querer controlarlo todo, rendirse antes de tiempo, evitar lo que tememos y aplazar aquello que nos beneficia".
Vivir en el ahora es tan sencillo como disfrutar "de las pequeñas alegrías y placeres cotidianos (poner música, ver tu serie, hablar un rato con tu hijo/a...); pero hay que hacerlo con consciencia porque sino pasan desapercibidos y la mente no los registra".
A los que viven pensando en el futuro todo les parece tiempo perdido en su camino para llegar "a donde quieren y pueden ser victimas del insidioso pensamiento catastrofista (donde siempre se adivina que pasará lo peor)".
Para ellos, aprender a manejar "la ansiedad con técnicas como la respiración consciente y luego regular su mente buscando que otras opciones que no sea la peor, que será más realista (también están los que solo ven la mejor y se suelen dar bruces con la realidad)".
GEMA GARCÍA MARCOS
Martes, 8 septiembre 2020 - 14:00
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