sábado, 12 de septiembre de 2020

Así afectan los rascacielos al clima de las grandes ciudades

Foto: Fuente: iStock

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Estas construcciones tan icónicas de las metrópolis son las responsables de importantes mutaciones en la meteorología, impactando en las temperaturas y la calidad del aire



Descomunales, inflexibles y auténticos monumentos de acero armado y hormigón. Los rascacielos son el perfecto símbolo del poder humano sobre la naturaleza. Estas obras gigantescas de ingeniería que se estiran hacia lo alto y cuya cima la vista no puede alcanzar a no ser que se contemplen desde lejos, representan la imperecedera ambición del ser humano por llegar a los cielos para obtener el dominio sobre todo lo que se extiende hasta el horizonte. No en vano los grandes malos de las narraciones fantásticas de nuestra era vivían en torres colosales desde las que extender su tiranía. En cambio, en la vida real contemporánea, estas edificaciones pasan por ser el emblema turístico más reconocible de las grandes ciudades.

Cuando pensamos en ‘skylines’ ilustres, de los que dejan sin aliento, es inevitable acordarse de ciudades como Londres, París o Nueva York. Si algo tienen en común las dos primeras es que estos rascacielos fueron edificados en una época muy posterior a la de la creación de la propia ciudad. En cambio, en la metrópolis estadounidense, este tipo de edificios nacieron en el primer tercio del siglo XXI, con el boom inmobiliario y a la par del auge económico de la ciudad. Es por ello que sea quizás la ciudad del mundo que más adaptada o acostumbrada está a ellos. Otras, como es el caso de Londres y de su City, el barrio financiero, han vivido el apogeo de los rascacielos de forma reciente: la mayoría de ellos se construyeron a comienzos del siglo XXI.

 

Al construir un skyline, estamos creando una nueva geografía para la ciudad, lo que genera un clima bastante distinto al original

 Y, como es evidente, colocar semejantes bloques de hormigón, cristal y acero en mitad de una acera o en un solar determinado produce una serie de efectos en el clima. En Madrid, nuestra capital, es frecuente sentir cómo el viento corre mucho más deprisa en zonas como la de Nuevos Ministerios o en Chamartín. Incluso, en ciertas épocas del año, podemos asistir a ese curioso fenómeno por el cual se forman remolinos urbanos con las hojas y restos de papeles y basura que hay sobre el asfalto. ¿Qué papel juegan los rascacielos en el clima de una ciudad? ¿Cómo afectan a la temperatura y a la calidad del aire?

La redirección del viento

“Al construir un skyline, estamos también creando una nueva geografía para la ciudad, lo que genera un clima bastante distinto”, explica Irene Santa Romo, meteoróloga de 'eltiempo.es' a El Confidencial. “Las masas de aire se mueven y cambian de posición. Sobre todo, lo hacen en forma de corrientes horizontales. ¿Qué sucede cuando chocan contra los edificios? El aire se ve obligado bien a subir bien a bajar. A los meteorólogos nos interesan las que son descendentes, ya que son las que afectan directamente a los peatones. Dependiendo de cómo estén colocados los rascacielos, su orientación y el espacio que ocupen, se pueden dar lugar fenómenos ventosos locales, como pasillos de viento en zonas muy concretas de las aceras. Sobre todo si las calles son estrechas y se da el efecto físico ‘venturi’ por el cual la calle acaba formando una especie de tubo por el que el viento pasa más deprisa”.

 

Si hay más viento, la calidad del aire tiende a ser mejor, ya que dispersa las partículas de contaminación

 

Así, el cambio que originan los rascacielos sobre el clima de las grandes ciudades es muy notorio. En la City de Londres, por ejemplo, el gobierno municipal está proponiendo medidas para mejorar las condiciones climáticas debido a que este tipo de edificios gigantescos están localizados a escasos metros de calles muy pequeñas de estilo medieval pertenecientes al casco histórico londinense. De ahí que en invierno las rachas de viento sean muy fuertes, creando una sensación térmica muy baja y dando más de un susto a los ciclistas más aguerridos. 

“En invierno, el viento baja la sensación térmica de los viandantes”, observa Santa. “En verano, si tenemos mucha humedad el calor aumenta, como sucede en el levante peninsular. E n cambio, en las zonas de interior, que haya más viento en verano suele resultar positivo, ya que alivia la sensación de calor por la noche”. La meteoróloga y sus colegas consideran que una racha de viento empieza a ser peligrosa cuando alcanza los 70 kilómetros hora. “En España tenemos un buen clima porque no sufrimos huracanes, pero sí que nos llegan muchas borrascas del Atlántico que pueden alcanzar rachas de más de 100 kilómetros por hora, sobre todo en zonas del norte del país como Galicia”. Por todo ello, para que el dios Eolo no se enfade más de la cuenta, “es imprescindible que al construir un edificio de gran envergadura haya calles anchas a su alrededor, para dispersar el viento que el rascacielos redirige hacia abajo”.

Islas de calor

Otro de los fenómenos climáticos más frecuentes que producen los rascacielos es el de la llamada ‘isla de calor’. En la época estival, cuando los termómetros suben hasta por los menos los 35 grados, el calor queda atrapado en el asfalto de las aceras y los edificios, imposibilitando el posterior enfriamiento nocturno. De ahí que en zonas que están rodeadas de estas megaconstrucciones de hormigón y cristal, los grados del termómetro suban, al igual que las mínimas nocturnas.

La inversión térmica suele producirse a primera hora de la mañana, coincidiendo con la hora punta del tráfico

Pero sin duda el peor efecto de los rascacielos en la meteorología de grandes ciudades es el de una peor calidad del aire. Esto se puede comprobar con la famosa ‘boina de contaminación’ que asola la ciudad de Madrid en la temporada invernal, “cuando los anticiclones son más frecuentes y no circula apenas el viento en la superficie terrestre”, recalca la meteoróloga. “Si hay más viento, la calidad del aire tiende a ser mejor, ya que dispersa las partículas contaminantes. ¿Qué sucede cuando no tenemos apenas viento y además vivimos entre edificios altos y calles estrechas?”, se pregunta Romo. “Se produce un ‘efecto valle’, por el cual no se permite esta dispersión de los agentes tóxicos, quedando retenidos en las capas superiores.


Irrespirable, ¿verdad? (EFE)


“Sobre todo, en las zonas financieras en las cuales abundan los rascacielos, existe también mucho tráfico rodado o actividad industrial en las inmediaciones, por lo que se juntan ambos efectos para dar lugar a la inversión térmica”, señala la meteoróloga. “Este concepto hace alusión a cuando en la atmósfera tenemos aire más frío abajo y aire más caliente arriba, lo que es una anomalía, ya que lo natural es lo contrario. De ahí que se forme una especie de tapadera que no permite que el aire suba hacia arriba y disperse la contaminación. Este efecto suele producirse a primera hora de la mañana, coincidiendo con la hora punta del tráfico, de ahí que se produzcan estas boinas tan marcadas”.

Los rascacielos del futuro

¿Qué ocurrirá en el futuro y cómo afectará a estos gigantes de acero y hormigón tan característicos? La preocupación por el respeto al medioambiente ha crecido mucho en los últimos años, de ahí que cada vez salgan más proyectos que apuestan por una arquitectura sostenible y un diseño urbano que sirva para frenar los efectos del cambio climático. “Cada vez se está prestando más atención a la calidad del aire, lo cual es una buena noticia”, observa Romo. “Además, la cuarentena que hemos vivido este año nos ha demostrado que mejorar la calidad del aire a corto plazo es posible, como aseguran los estudios que se han realizado sobre el impacto del cese de la actividad humana en el clima. El calentamiento global, sin embargo, no se soluciona de un día para otro, pero la contaminación en las ciudades sí que puede reducirse y comprobar sus efectos”.

El mundo de la arquitectura urbana se encuentra en plena evolución para desarrollar su actividad de una manera más sostenible. Ahora, se utilizan materiales biodegradables y resistentes para diseñar estructuras que no alteren la climatología de su entorno. ¿Quién sabe? Tal vez el Empire State de nuestra era, que gustaba tanto a Andy Warhol, sea fabricado a partir de madera y unos cuantos clavos.



Por
Enrique Zamorano
11/09/2020 - 05:00
https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2020-09-11/rascacielos-arquitectura-clima-meteorologia_2741911/