martes, 21 de mayo de 2024

Por qué las respuestas a nuestros problemas del presente están en nuestro pasado



Imagen: iStock.



En los últimos años, ha despuntado mucho un truco psicológico que intenta hallar respuestas sobre el futuro en las memorias episódicas de cada uno. Una especie de "viaje mental en el tiempo"




De media, los jóvenes piensan en el futuro unas 59 veces al día. Este pensamiento anticipatorio de lo más próximo a lo más lejano en el tiempo es uno de los rasgos que más nos define como seres humanos. A la hora de afrontar una adversidad o un conflicto con nosotros mismos o con nuestro entorno, generalmente surge el bloqueo como producto de la zozobra. Las decisiones que nos vemos impelidos a tomar en ocasiones nunca son bienvenidas, por muy ocurrentes, necesarias o resolutivas que sean.

Cuando nos levantamos, recogemos el testigo de la persona que fuimos el día anterior y, de forma automática o consciente, empezamos a tomar decisiones sin parar. Qué comer, a qué hora salir de casa, cómo desplazarte hasta el trabajo, a qué hora hay que ir a recoger a los niños (en caso de tenerlos), cuánto dinero puedo gastar hoy basado en lo que ya llevo gastado de mes... El futuro se construye mediante un cálculo basado en nuestro pasado, en ocasiones el más inmediato: quiénes hemos sido y qué hemos hecho los días anteriores y cómo se relaciona con quiénes vamos a ser y qué vamos a hacer los días siguientes.

También podemos hacer oídos sordos a este razonamiento y vivir en piloto automático, lo cual parece muy útil y funcional a corto plazo, pero no a largo. Para que eso no ocurra, una corriente de la psicología de nuestra época ha intentado definir cómo viajar mentalmente en el tiempo para tomar mejores decisiones o intentar despejar la mayor duda que nos puede asaltar, sobre todo si tenemos un problema: ¿Quiénes vamos a ser o qué vamos a hacer con el tiempo que se nos ha dado?

Fue el psicólogo experimental Endel Tulving quien habló de dos tipos de memoria, la episódica (las experiencias que recordamos del pasado) y la semántica (almacenar conocimientos adquiridos basados en la experiencia). Gracias a la primera podemos revivir momentos del pasado, lo que a su vez nos permite proyectarnos hacia el futuro. Este razonamiento es muy simple: si tienes que ir en autobús a algún sitio, inmediatamente antes de hacerlo y a veces de manera automática, te verás a ti mismo cogiendo ese u otro autobús en el pasado. Al igual que si un día decides improvisar una receta de cocina y te sale bien, querrás repetirla; para ello, necesitarás rememorar los pasos que seguiste en su elaboración.



"Una vez que el cerebro crea esos futuros potenciales, estos se convierten en recuerdos sobre los que volver a reflexionar tiempo más tarde"


Recientemente, un grupo de investigadores de China definieron lo que son los "viajes mentales en el tiempo", basados en la capacidad del individuo de "obtener información del pasado como andamiaje del futuro", lo que ha tenido mucho peso en la terapia psicológica para saber qué decisión debemos tomar cuando nos asalta la duda o la zozobra en un momento complicado de nuestra vida. De alguna forma, se trata de "recordar el futuro", y bajo esta bella paradoja poder saber hacia dónde queremos dirigirnos en caso de estar perdidos.


Los tres niveles de Jane McGonigal

Algunas psicólogas actuales, como Jane McGonigal, han escrito libros en los que explica cómo conectar con tu 'yo' más profundo a partir de este "viaje mental en el tiempo", recordando sucesos del pasado para dar forma y previsualizar cómo sería el futuro. Según ella, hay una serie de preguntas, divididas en tres niveles de longitud temporal (mañana por la mañana, un año después o diez años después) que puedes hacerte para "conectar con quién eres" y, con ello, hacia dónde quieres dirigirte. 
En el nivel 1, es decir, cuando te despiertes mañana por la mañana, intenta responder lo máximo posible a estas preguntas:

¿En qué habitación o espacio estás?
¿Qué es lo que te ha despertado (una alarma, la luz del sol, alguien que te llama...)?
¿Hay luz o está todavía oscuro?
¿Hay alguien contigo?
¿Qué llevas puesto?
¿Cuál es tu estado de ánimo?
¿Qué es lo primero que haces ahora que estás despierto?

Una vez hayas respondido con el mayor número de detalles posible a estas preguntas (McGonigal propone un tiempo mínimo de media hora), llegó la hora de imaginar que vuelves a despertar, pero esta vez transcurrido un año entero. Estamos en el nivel dos y la cosa se complica:

¿Qué ha cambiado (con respecto a ayer)?
¿Estás en un lugar diferente?
¿Has cambiado físicamente?
¿Cómo es tu estado de ánimo?
¿Tienes un nuevo hábito matutino?
¿Cuál crees que podría ser ese hábito?

Tras responder con el mayor nivel de detalle posible estas cuestiones, subimos al nivel tres, el cual es mucho más complejo de visualizar, ya que tienes que suponer que te despiertas dentro de diez años.

¿Dónde estás?
¿Qué hay a tu alrededor?
¿Qué ves, oyes, hueles y sientes?
¿Qué es lo primero que piensas al despertar?
¿Qué tienes planeado hacer durante el día?
¿Cómo de diferente eres físicamente?

Un detalle a tener en cuenta, según recuerda la revista Life Hacker, que se ha hecho eco de estas preguntas propuestas por McGonigal, es que no tienes que usar tu imaginación para crear ese futuro hipotético, sino tu razón. Esto es, no tienes que irte a escenarios utópicos o irrealizables, sino neutros y realistas. Lo importante es reflexionar sobre cómo llenar todo ese gran bloque de tiempo que te separa de tu futuro: "Se necesitará tiempo y esfuerzo, pero por eso mismo los viajes mentales en el tiempo pueden ser tan poderosos", asegura la experta. "Una vez que el cerebro crea esos futuros potenciales, estos se convierten en recuerdos sobre los que volver a reflexionar tiempo más tarde. Cuando tu mente regresa a estos escenarios imaginarios, presta atención a cualquier reacción emocional que te venga".

Otra de las aplicaciones psicológicas más comunes de estos "viajes mentales en el tiempo" es para tratar algún tipo de adicción. Un estudio de 2023 publicado en la revista Current Addiction Reports recogió la efectividad de recordar conscientemente un pasado anterior al consumo de la sustancia o del hábito compulsivo que se quiere corregir en el momento en el que surge un nuevo antojo.