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Cables de fibra óptica inundando un campo en Ucrania.
(United24)
Muchos de los drones kamikaze en Ucrania son guiados por cable para evitar defensas de radiofrecuencia enemigas. El efecto secundario: campos y bosques plagados de millones de kilómetros de fibra óptica
La guerra en Ucrania ha traído la guerra del futuro. Al terror de estas ruidosas máquinas cazadoras de tanques, helicópteros, transportes y humanos se le añade ahora un efecto colateral que nadie imaginaba: el frente se está llenando de telarañas de cables blancos que a veces cubren campos enteros, bosques y pueblos con posiciones rusas y ucranianas a cada lado. Son la excreciones de los drones kamikaze pilotados a distancia con gafas (FPV o vista en primera persona) guiados por líneas de fibra óptica.
El grotesco espectáculo ha salido a la luz en múltiples fotografías y vídeos en redes sociales. Tendrá un efecto dramático en la agricultura, la fauna y flora, y la vida de la gente. Ahí se ven superficies plagadas de cables translúcidos, con soldados arrastrando los pies para mostrar el problema que están encontrando en todas partes donde llegue la guerra cuerpo a cuerpo. O dron a dron.
Millones de kilómetros de cable basura
Millones de drones, muchos de ellos del tipo FPV (vista en primera persona), pequeños artefactos voladores teledirigidos que los pilotos manejan como si estuvieran dentro de ellos mediante gafas, pululan sobre las trincheras y los pueblos. Por ahora la mayoría son sin cables pero una nueva generación de drones guiados por fibra óptica.está proliferando a un ritmo frenético por parte de rusos y ucranianos.
Su ventaja táctica es tan indiscutible como la pesadilla que está causando en el entorno. Una catástrofe en ciernes que crece exponencialmente con cada misión y amenaza el futuro de buena parte del país: kilómetros de finos cables de plástico que, tendidos desde un cartucho que lleva el propio dron durante su vuelo, se abandonan en el suelo tras el ataque. Campos, bosques, ríos y pueblos ucranianos se están cubriendo con una titánica y peligrosa telaraña artificial, tejida con decenas de miles de kilómetros de este cable de basura. Como muestra Forbes, algunos pájaros han conseguido usar trozos para construir nidos, pero la realidad es que es un herencia tóxica de la guerra moderna que persistirá siglos e irá a más.
Esta explosión de drones de fibra óptica es una respuesta directa a la brutal guerra electrónica, usada sobre todo por los ucranianos para confundir los sistemas de geolocalización y guiado de los drones rusos controlados por radio frecuencias.
Los drones FPV convencionales se controlan por radio. Es su talón de Aquiles. Si vuelan demasiado bajo, detrás de una colina o, sobre todo, si encuentran un inhibidor de señales, la conexión se pierde y el dron cae inútil o es derribado. Hasta el 75% de las pérdidas de drones FPV se atribuyen a estas interferencias. Los rusos, hartos de sufrir, adoptaron una solución desarrollada conceptualmente hace dos décadas por DARPA pero nunca desplegada entonces, El sistema desarrollado por el brazo científico del Pentágono era radical: sustituir la vulnerable señal de radio por un cable físico de fibra óptica. El dron va soltando este fino hilo desde una bobina a medida que avanza hacia su objetivo. "El dron paga un cable de comunicación de fibra óptica mientras vuela y es inmune al jamming", explican las fuentes técnicas. Además, a diferencia de los drones por radio, no emite ninguna señal que pueda ser detectada prematuramente por el enemigo.
Historia del cable
Rusia fue la primera en desplegar estos nuevos drones operativamente, hace poco más de un año, primero en pequeña escala y luego masivamente. Ucrania reaccionó con celeridad. Mykhailo Fedorov, ministro ucraniano de Transformación Digital y máximo responsable de drones, afirma que ya hay 15 empresas ucranianas fabricando estos drones de fibra. Voluntarios como el exmarine estadounidense Troy Smothers han sido clave, llevando diseños y conocimiento para acelerar la industria local.
El resultado es una capacidad letal única. Estos drones pueden llegar donde los de radio no pueden. Los vehículos y soldados rusos se esconden dentro de hangares, graneros o garajes. Los drones de fibra son inmunes al bloqueo electrónico, y se pueden cuelar por ventanas, puertas o cualquier rendija para destruirlos.
Los primeros modelos apenas alcanzaban unos kilómetros. Ahora, drones con 10-15 km de cable son comunes. Las fuerzas ucraninas afirman haber alcanzado blancos a 42 km. Un vídeo ruso muestra una bobina de 50 kilómetros que pesa menos de 4 kilogramos apta para drones más grandes con menor carga explosiva. Empresas como la ucraniana 3DTech ya producen en serie bobinas de 25 y 30 kilómetros, con un estricto control de calidad para evitar roturas en combate. "La producción y el bobinado de todas las bobinas están completamente localizados en el país, importándose solo las materias primas", destacó su director, Oleksii Zhulynskyi, criticando los defectos de las bobinas chinas ya preparadas.
El presidente Volodímir Zelenski anunció en abril más de 20 nuevos modelos de drones de fibra certificados desde enero. Su uso táctico también evoluciona: pueden posarse y aguardar en emboscada durante horas, gracias al bajo consumo de energía que requiere mantener la comunicación por cable frente a la radio de largo alcance. Rusia incluso ha mostrado un robot de orugas que transporta un dron FPV de fibra, ampliando aún más su alcance y tiempo de espera.
Sin embargo, cada misión exitosa, cada vehículo destruido dentro de su refugio, tiene un coste oculto que se acumula en el terreno: los kilómetros de cable de fibra óptica que el dron desenrolló para llegar hasta allí y que quedan abandonados tras el impacto.
Escala monumental
El problema es de una escala monumental. Cada bobina transporta entre 5 y 50 km de cable. Múltiples drones operan en las mismas zonas. El frente, con sus cientos de kilómetros, se está convirtiendo en una gigantesca maraña de este residuo plástico. "En el contexto del combate en curso, estos cables rara vez se recuperan y a menudo son dañados por explosiones o incendios", confirma un análisis ambiental. Incluso si se intentara recuperarlos posteriormente, su composición mixta los hace muy difíciles de reciclar. La fibra utilizada es predominantemente de tipo POF (Polymer Optical Fibre), derivada del petróleo. Es ligera, extremadamente resistente y, lo más preocupante, persistente. "Debido a su composición, estos cables podrían persistir en el medio ambiente durante más de 600 años", advierte Leon Moreland, investigador del Observatorio de Conflictos y Medio Ambiente.
Los riesgos son múltiples y graves. El cable abandonado forma barreras mortales. "Puede representar un riesgo grave de enredo para la vida silvestre, particularmente aves, murciélagos y mamíferos que viven en el suelo", señala el análisis. También para niños y adultos. Incluso sin enredarse, los cables actúan como vallas en el cielo, el suelo y las vías fluviales, bloqueando el movimiento de los animales y restringiendo su acceso a recursos vitales, degradando el funcionamiento de los ecosistemas. "Forman peligrosas redes a través de árboles y claros que supondrán un riesgo significativo de enredo y muerte para muchas especies, incluidas aves y murciélagos amenazados, en los años venideros", alerta Charlie Russell, investigador de la Universidad de East Anglia (Reino Unido) especializado en el impacto de la guerra en las aves migratorias. "Los materiales utilizados dificultan su identificación y es improbable que se degraden naturalmente, y ya cubren vastas extensiones de hábitats importantes".
También son un peligro para vehículos, afectando desde maquinaria agrícola hasta vehículos de bomberos que combaten incendios forestales. Además, complicarán enormemente las futuras operaciones de desminado, al poder enredarse en la maquinaria pesada utilizada para limpiar los campos de minas.
El problema no acaba ahí. La degradación lenta pero inexorable de estos cables plásticos libera contaminantes. Expuestos a explosiones, incendios, rayos UV, abrasión y cambios de temperatura, los materiales se rompen. El núcleo de PMMA (PoliMetilMetAcrilato) puede generar microplásticos y nanoplásticos. Además, la partículas diminutas vinculadas a riesgos para especies acuáticas y que pueden inhibir el crecimiento de cultivos agrícolas. Si se queman, liberan gases tóxicos como monóxido de carbono y óxido nítrico. La cubierta exterior y el revestimiento suelen ser fluoropolímeros, pertenecientes a la familia de los PFAS (sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas), los llamados "químicos eternos" por su extrema persistencia ambiental. "Junto con las municiones y las espumas contra incendios, esta fibra constituye otra fuente militar más de PFAS", que contaminan suelos y aguas, señala Moreland. Ni siquiera la producción es limpia: depende de derivados del petróleo, contribuyendo a las emisiones de gases de efecto invernadero.
La catástrofe en ciernes va a más. EEUU y China ya están trabajando con la tecnología. Europa también. La solución a este problema inesperado es tan esquiva como interceptar al propio dron.