lunes, 2 de junio de 2025

Un nuevo informe alerta sobre el peligro actual de un evento Miyake



Ilustración de una tormenta solar golpeando Marte y eliminando iones de la atmósfera superior del planeta. 
(REUTERS/NASA/Goddard Space Flight Center)



Algunos de los mayores expertos del planeta aseguran que las agencias gubernamentales tienen todavía "necesidades cruciales por cubrir" para protegernos ante el impacto de una tormenta solar extrema




Hace unos 13.000 años, el Sol emitió una enorme radiación que bombardeó la Tierra y dejó su huella en los anillos de nuestros árboles. Esa tormenta solar fue la más potente jamás registrada. La siguiente más fuerte fue el Evento Carrington de 1839. Fue causado por una enorme erupción solar que desencadenó una poderosa tormenta geomagnética en la Tierra. La tormenta interrumpió las comunicaciones telegráficas en todo el mundo. Hoy, al aproximarnos al "máximo solar" de este año, un período de actividad solar que ocurre cada 11 años, los científicos quieren preparar a los gobiernos para los efectos de las tormentas solares severas.

En mayo de 2024, el Laboratorio de Física Aplicada (APL) de Johns Hopkins convocó a un grupo de expertos a un ejercicio de simulación diseñado para evaluar el nivel de preparación de las agencias gubernamentales ante una fuerte tormenta solar como las anteriores. Físicos solares, agencias espaciales, operadores de satélites, propietarios de redes eléctricas y muchos otros conocen desde hace tiempo los efectos del clima espacial en las tecnologías avanzadas. El ejercicio incorporó a actores clave de todos los niveles de gobierno e industria para mejorar nuestra preparación ante eventos de clima espacial.


Efectos del clima espacial

Cuando una tormenta geomagnética azota la Tierra, ocurren varias cosas. El viento solar transporta partículas cargadas del Sol. Estas impactan contra nuestra magnetosfera y quedan atrapadas en las líneas de fuerza magnética, lo que produce un hermoso espectáculo de auroras boreales y australes. Una tormenta especialmente fuerte provocará, entre otras cosas, corrientes terrestres que pueden cortocircuitar las redes eléctricas e interrumpir las comunicaciones. Un episodio intenso de clima espacial puede interferir (o incluso destruir) satélites, amenazar a los astronautas en el espacio, interrumpir las comunicaciones por radio y reducir el rendimiento del GPS. Esto afecta la navegación de trenes, aviones, barcos y automóviles, y afecta a las redes de los móviles. Cualquiera de estas interrupciones puede detener actividades cotidianas como transferir dinero, hacer llamadas y mucho más. En otras palabras, gran parte de nuestra tecnología moderna está en riesgo durante los fenómenos meteorológicos espaciales.

Por ejemplo, en marzo de 1989, una potente erupción solar desencadenó una tormenta solar que provocó un corte de electricidad en el este de Canadá. Millones de personas se quedaron sin electricidad durante aproximadamente nueve horas. Una central eléctrica en Nueva Jersey también sufrió daños durante la misma tormenta. En 2024, otra tormenta azotó el fin de semana del Día de la Madre en Estados Unidos, lo que provocó brillantes auroras en gran parte del mundo. El fenómeno meteorológico espacial también afectó algunas señales de radio y televisión, y algunas compañías eléctricas tomaron medidas para proteger sus sistemas. También afectó a algunas comunicaciones por satélite. Comparados con los eventos espaciales de 1989 y 1939, fue relativamente benigno.

Gracias a las lecciones aprendidas en eventos anteriores, los operadores de redes eléctricas y satélites (entre otros) están ahora mejor protegidos. Sin embargo, es necesario intensificar los esfuerzos para proporcionar alertas tempranas que permitan a gobiernos, empresas y particulares estar preparados. Aquí es donde el ejercicio teórico de APL resulta muy útil.


¿Estamos preparados para una tormenta solar extrema?

Nuestro entendimiento del clima espacial y nuestros pronósticos han avanzado mucho desde los albores de la era espacial y el despliegue de misiones satelitales de observación solar. Recibimos más alertas tempranas de erupciones y lo aprendido de eventos anteriores ​​nos ha ayudado a reforzar nuestras tecnologías contra las tormentas geomagnéticas. Sin embargo, aún existen lagunas en la preparación y respuesta de agencias y gobiernos ante tales eventos.

La nueva simulación ha revelado los numerosos pasos necesarios para responder ante el mal tiempo espacial. “Este ejercicio reunió a expertos en clima espacial con los responsables de la gestión, respuesta y recuperación de emergencias”, declaró Ian Cohen, responsable de ciencias del estudio. “Esto nos ayudó, como científicos, no solo a concienciar a estos líderes, sino también a destacar las principales lagunas en la investigación y la observación, y a aprender a comunicar mejor los complejos temas del clima espacial a los responsables de la toma de decisiones".

En el "Informe Posterior a la Acción" del ejercicio, publicado este año, los asistentes reconocieron que nuestra preparación es mejor que en el pasado, pero aún existen necesidades cruciales por cubrir. Entre ellas, una mejor coordinación entre agencias y otras partes interesadas para generar notificaciones significativas y comprensibles sobre el clima espacial que describan los impactos en diversas infraestructuras. Es necesario que todo el gobierno participe en dicha coordinación y comunicación entre agencias (por ejemplo, en el caso de EEUU entre la NASA y la NOAA, o entre la NOAA y las agencias de seguridad). Además, se necesitan mejoras en los pronósticos y la alerta temprana, junto con una mayor educación pública sobre los efectos del clima espacial y cómo los gobiernos e instituciones gestionan las consecuencias de estas tormentas.

En un curioso giro del destino, el ejercicio de simulación comenzó justo cuando el Sol desató otra explosión de radiación y partículas cargadas hacia la Tierra. Esto resultó en la tormenta del Día de la Madre de 2024 y brindó a los participantes la oportunidad de ir más allá de los ejercicios simulados y gestionar un caso real de los efectos del clima espacial en la Tierra.