miércoles, 29 de junio de 2011

La primavera árabe agrava la tensión entre EE.UU. y los saudíes


Foto from taringa.net

 Washington y Riad defienden políticas opuestas ante los cambios en la región . Hillary Clinton apoya de forma abierta las protestas de las mujeres saudíes que quieren conducir.
La primavera árabe ha deteriorado las relaciones entre Estados Unidos y Arabia Saudí, cuya alianza basada en el intercambio de seguridad por petróleo ha sido un pilar de la política exterior de Washington en Oriente Medio.
La última expresión de las tensiones ha sido el apoyo público de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, a las saudíes que protestan contra la prohibición de conducir para las mujeres.
“Lo que estas mujeres están haciendo es valiente y lo que quieren es correcto, pero el esfuerzo es solo suyo”, dijo Clinton la semana pasada.
Nadie niega que la alianza vaya a perdurar, pero los últimos episodios indican un “cambio tectónico en la relación”, como ha escrito Nawaf Obaid, del Centro Rey Faisal de Investigación y Estudios Islámicos en Riad.
Las tensiones no son nuevas. Arabia Saudí consideró un error la invasión de Iraq tras el 11-S. El trasfondo es la rivalidad entre los suníes y los chiítas de Teherán. Con las revueltas árabes la esperanza de que con Obama las cosas mejorasen se diluyó.
“Con Irán trabajando de forma infatigable, la Hermandad Musulmana en ascenso en Egipto y malestar en casi cada frontera, sencillamente hay demasiado en juego para que el reino confíe en una política de seguridad dictada en Washington, que se le ha vuelto en contra con frecuencia y ha extendido la inestabilidad”, afirmó Obaid en The Washington Post.
La caída en febrero del rais egipcio Hosni Mubarak agravó la disputa entre Washington y Riad. “Arabia Saudí no está contenta con que Mubarak haya caído. Pidió que se encontrara una fórmula que no fuera la caída. Hizo mucha presión en países europeos y en Estados Unidos”, explicó en mayo Javier Solana, ex jefe de la diplomacia europea, en una entrevista con La Vanguardia.
Pero Barack Obama, después de resistirse durante semanas, aceptó que el futuro de Egipto no pasaba por su aliado Mubarak. De repente los aliados más fieles de EE.UU. en la región se sintieron traicionados y menos seguros, con la sensación de que Washington podría abandonarles al menor contratiempo.
En mayo, el discurso de Obama sobre la primavera árabe acabó de complicar las cosas. El presidente dijo que “el status quo es insostenible”, y pidió la democratización de Oriente Medio. No citó a Arabia Saudí.
La omisión se interpretó como un ejemplo de la realpolitik más cínica: democratización para todos menos para el suministrador de petróleo. Pero también puede entenderse que todo el discurso era un aviso a Riad, y así lo entendieron muchos en el régimen fundamentalista.
Mientras EE.UU. ha apoyado, aunque con reticencias, el cambio en Oriente Medio, Arabia Saudí dedica todo su esfuerzo a bloquearlo. Según ha escrito Suzanne Maloney, experta del laboratorio de ideas Brookings Institution, esto sitúa a ambos países “en una oposición diamétrica”.
En la entrevista, días después de la muerte de Osama Bin Laden, Solana destacó que ahora EE.UU. importa proporcionalmente menos petróleo saudí –en torno a un 11% de las importaciones totales– que China o India.
“La dependencia es menor –dijo–. Pero la dependencia de seguridad a Arabia Saudí no se la da China ni se la da India. Sigue siendo dependiente de Estados Unidos para su seguridad”.

Por Marc Bassets | Washington Corresponsal   from lavanguardia.com 28/06/2011

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