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En Shenzhen, fronteriza con Hong abundan las concubinas de adinerados hombres de negocios o incluso camioneros, que les ponen un pisito.
Ala sombra de colmenas de 30 pisos en un callejón de Shenzhen, ciudad del sur de China fronteriza con Hong Kong, hay aparcados una docena de camiones de la excolonia británica y un Porsche Panamera con matrícula personalizada. Un domingo por la tarde, la escena es habitual en el barrio de Huanggang, famoso por albergar a miles de «er nai». Así se conoce a las segundas esposas de adinerados hombres de negocios, oficinistas de clase media e incluso camioneros de Hong Kong, cuya aduana de Lok Ma Chau se alza a un par de minutos en taxi en el cercano puerto de Futian.
A finales de los 70, Shenzhen era un humilde pueblo de pescadores de la provincia de Cantón (Guangdong). Pero, tras la muerte de Mao Zedong en 1976, el «Pequeño Timonel» Deng Xiaoping instauró aquí una de las primeras zonas económicas especiales para atraer inversión extranjera y ensayar el «Gran Salto Adelante» al capitalismo. Plagada de rascacielos de cristal y autopistas de siete carriles, Shenzhen es hoy una megalópolis industrializada y tecnológica con diez millones de almas venidas de todos los rincones de China.
Procedentes de las pobres provincias agrícolas del interior, como Henan, Hubei, Anhui o Sichuan, muchos de estos emigrantes ocupan por entre 100 y 200 euros al mes las cadenas de montaje de la «fábrica global», que se extiende por el Delta del Río de las Perlas en las vecinas ciudades de Dongguan, Zhuhai, Foshan y Guangzhou. Atraídas por su bonanza económica, a Shenzhen también llegan cada año miles de jovencitas campesinas en busca no de un trabajo, sino de un protector que les ponga un pisito y las mantenga.El «modus operandi» es siempre el mismo. Una «er nai» que ya tiene una relación con un hombre de Hong Kong llama a su prima o amiga del pueblo en cuanto se entera de que un amigo de su amante está buscando una querida en el continente. La costumbre hunde sus raíces en la tradición imperial china de mantener concubinas y es un símbolo de estatus social, pero causa la mayoría de los problemas conyugales de Hong Kong, donde ha habido hasta manifestaciones de segundas esposas demandando sus derechos legales.
«Niditos de amor»
Por entre 1.500 y 5.000 yuanes (entre 158 y 528 euros), los hombres pagan el alquiler del apartamento y se aseguran un «nidito de amor» en sus desplazamientos a Shenzhen para hacer negocios o, en el caso de los camioneros, para transportar mercancías desde las factorías cantonesas hasta el puerto de Hong Kong. A cambio de recibir varios miles de yuanes más, las chicas sólo tienen que esperar a sus amantes y pasarse el día de compras en las tiendas de lencería o alisándose el pelo a la japonesa en los salones de belleza que abundan en el barrio.
A sus 30 años, Xiao Hong, que viene de una aldea de la etnia hakka tan pobre que tenía que dormir con sus siete hermanos en un camastro de madera, es la querida de un ingeniero de Hong Kong que le dobla la edad. Un oficinista gordo, calvo y cojo no demasiado rico, pero con el dinero suficiente como para comprarle en 2002 un apartamento de dos habitaciones y 70 metros cuadrados por 200.000 yuanes (21.077 euros). A ojos de ambos, es un trato justo porque Xiao Hong tampoco es que sea muy guapa, pero al menos se muestra cariñosa, sumisa y atenta. Tanto que el ingeniero, que le pasa varios miles de yuanes al mes para cuidar al hijo que tuvo con ella hace cinco años, le ha prometido íntegramente la pensión que le quede cuando se jubile. Habrá que ver lo que opinen, si es que llegan a enterarse, su mujer e hijos en Hong Kong, pero esa es otra historia. «Ahora en China el dinero es más importante que los sentimientos porque es lo único que puede hacer que tengas una vida fácil», confiesa Lili, otra segunda esposa de la vecina provincia de Guangxi que, a los 18 años, fue la amante de un casado de 35 que tenía un hijo pequeño. «A Shenzhen vienen muchas chicas que buscan una salida fácil, no tienen escrúpulos y quieren dinero rápido», reflexiona en una cafetería plagada de parejitas que se hacen carantoñas en sus sillones. Así se ama en la nueva China de la modernidad y el desarrollismo.
Por PABLO M. DÍEZ / SHENZHEN (CHINA) from ABC.es 19/06/2011
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