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¿Por qué tenemos ese miedo a fallar? ¿Por qué castigamos y no olvidamos el fracaso? Mientras sigamos con esa mentalidad no progresaremos y perderemos muchas oportunidades. Hay que aprender a ver que en cada error se halla la posibilidad de una nueva historia.
La historia de la humanidad está llena de equivocaciones afortunadas, desde el error de cálculo que condujo a Cristóbal Colón al continente americano, al descubrimiento del yogur, la penicilina o el post-it. Fueron fallos de personas que buscaban otra cosa, pero tuvieron la capacidad de observar lo que tenían delante y aprovecharlo. Ésa es la actitud que Gabriel García de Oro defiende en su libro Matrícula de error. “Todos esos ejemplos y muchos más tienen un denominador común: reconocer que aquel resultado no era el esperado, analizarlo desde todos los posibles puntos de vista y arriesgarse a convertir el error en un éxito, en un acto creativo”.
Pero el problema viene de más atrás. Vivimos en una sociedad que castiga el fracaso, no lo olvida, y el que lo ha cometido debe vivir con esa etiqueta. Por eso, el miedo al fracaso nos paraliza y frena nuestra capacidad de arriesgarnos. ¿Cuántas veces callamos una idea o una propuesta por miedo a que pueda parecer una tontería y luego la comenta otra persona y se convierte en un éxito? García de Oro dice que el miedo a las consecuencias negativas nos paraliza, nos hace permanecer quietos, sin destacar y sin decidir. “Escogemos no escoger. O como mínimo, no escoger solos. ¿El resultado? Lugares comunes y una falsa sensación de que vamos a compartir la responsabilidad con los demás”.
Esta falta de seguridad es muy peligrosa porque nos acomoda en una falsa zona de confort que provoca que renunciemos a nuestras fuentes de aprendizaje.
Cultura error-terror
En la empresa la cultura error-terror de la que habla García de Oro es aún peor: “Un error en la empresa es perder puntos, tres errores es perder el empleo”. Por eso, es más rentable estar callado, cero proactividad, cero espíritu crítico positivo. Fomentando esta cultura la gran perdedora es la organización, que no disfruta, ni se beneficia de la creatividad de sus profesionales.
En la empresa la cultura error-terror de la que habla García de Oro es aún peor: “Un error en la empresa es perder puntos, tres errores es perder el empleo”. Por eso, es más rentable estar callado, cero proactividad, cero espíritu crítico positivo. Fomentando esta cultura la gran perdedora es la organización, que no disfruta, ni se beneficia de la creatividad de sus profesionales.
El autor insiste en que “en un mundo en crisis las compañías que quieran salir de ella deben romper con esta regla no escrita de “hacer lo de siempre”. Es necesario tomar la iniciativa, arriesgarse, moverse… equivocarse”.
Las tres erres de error
Está claro que de los errores se aprende, pero también se puede crear. La cuestión es cómo convertir el error en algo creativo y abandonar esa sensación de negatividad. Para García de Oro “la imaginación, la perseverancia, la capacidad de ver más allá de lo establecido y estar dispuesto a romper moldes son algunos de los elementos para transformar un fallo en una oportunidad”.
Está claro que de los errores se aprende, pero también se puede crear. La cuestión es cómo convertir el error en algo creativo y abandonar esa sensación de negatividad. Para García de Oro “la imaginación, la perseverancia, la capacidad de ver más allá de lo establecido y estar dispuesto a romper moldes son algunos de los elementos para transformar un fallo en una oportunidad”.
Todo error creativo encierra tres pasos, tres erres:
Reconocimiento: el primer paso es reconocer que nos hemos equivocado, pero sin caer en el desánimo y la inseguridad. Esta fase también implica que debemos ocuparnos de él.
Reconocimiento: el primer paso es reconocer que nos hemos equivocado, pero sin caer en el desánimo y la inseguridad. Esta fase también implica que debemos ocuparnos de él.
Responsabilidad: aceptar y asumir nuestras equivocaciones. No buscar excusas, ni intentar echarle la culpa a los demás. Asumir un error también nos recuerda que mucho de lo bueno y lo malo que nos sucede depende de nosotros.
Revolución: es el momento en el que hemos asimilado nuestros fallos y estamos dispuestos a aprender de ellos, es entonces cuando podemos encontrar nuevos caminos que pueden llevar a la revolución creativa.
Por Ángela Méndez from expansión.com 01/07/2011
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