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Las previsiones más exageradas, de 10.000 millones de humanos o más, fallaron. Desde finales del siglo XX la caída de la fecundidad ralentizó el brutal crecimiento. El problema no reside tanto en cuántos humanos somos, sino en lo que hacemos.
De nuevo mil millones más en doce años. La población mundial alcanzará este año la cota de los 7.000 millones de almas, con lo que mantiene, posiblemente por última vez, el ritmo que ya la llevó de 5.000 a 6.000 millones entre 1987 y 1999. Pero la escalada pierde velocidad. Según el Instituto Nacional de Estudios Demográficos de Francia, que acaba de presentar el último informe planetario, los 8.000 millones se alcanzarán en el 2025. En porcentaje se ha pasado del récord de un aumento anual del 2,02% de 1972 al 1,14% del 2010, debido a la caída general de la fecundidad, si bien con marcadas diferencias regionales.
En un planeta que en 1927 tenía sólo 2.000 millones de habitantes y en el que la desigual distribución de los recursos se refleja en hambrunas como la del Cuerno de África, los problemas de la superpoblación siguen en la agenda. Pero ya hay demógrafos que pronostican que en este siglo puede llegar el año en el que la población mundial disminuya, lo que generaría un nuevo alarmismo, el de la despoblación.
En los setenta Isaac Asimov advirtió que, si la población mundial se seguía duplicando cada 36 años, en el 2.600 habría 630.000 millones de habitantes, con tres centímetros cuadrados por persona. "La raza humana no podrá crecer durante mucho tiempo al ritmo actual", concluyó.
En 1987 llegó a identificarse a un recién nacido yugoslavo como el habitante 5.000 millones de la tierra. Sin embargo, como explica Julio Pérez Díaz, investigador del CSIC, se trata casi de ejercicios académicos, porque "la población mundial es algo tremendamente complejo de medir: muchos países ni siquiera tienen censos de población; Caracas está rodeada por dos millones de personas no contabilizadas".
La ONU pronosticaba en 1987 que la cifra de 7.000 millones se alcanzaría en el 2010, casi como ha ocurrido. Pero ha habido otras proyecciones de las Naciones Unidas muy exageradas, como la de un informe de 1990 que preveía más de 10.000 millones de habitantes a finales del siglo pasado.
"El ritmo de crecimiento registró cotas altísimas en los años setenta y ochenta, por la caída de la mortalidad y el mantenimiento de una fecundidad elevada. Con esas tendencias se podían hacer predicciones de 15.000 millones de habitantes. Ahora se habla de un techo de 9.000 millones en este siglo", apunta Julio Pérez.
"Todavía estamos creciendo por la inercia demográfica, pero se tiende al estancamiento, porque los niveles de fecundidad, de hijos por mujer, han caído mucho, pero no sólo en los países ricos, sino también en muchos en vías de desarrollo, Más de la mitad de la población mundial tiene unos niveles de fecundidad que no garantizan el reemplazo generacional", señala Jesús Sánchez Barricarte, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid.
"¿Es que el siglo XXI desmentirá a Malthus?", se preguntaba el profesor argentino Waldo Villalpando en un artículo del 2010 en referencia a las célebres tesis en favor del control de la natalidad. Por correo electrónico, Villalpando apunta que con la actual disminución del ritmo de crecimiento la ONU calcula que en el 2050 habrá 9.300 millones de humanos, "lo que es menos de los 11.200 millones que se preveían en 1970". "Este proceso, que se registra desde fines del siglo XX, supone un cierto alivio respecto a las teorías más catastrofistas de superpoblación". Apunta que, pese a crisis como la de Somalia y las desigualdades, se puede considerar que la condición de la vida humana ha mejorado un poco, lo que llevaría a estimar que "el aumento demográfico, hasta ahora incontrolado, alcance algún grado de equilibrio a principios del siglo XXI".
Julio Pérez Díaz advierte que durante la presente centuria, dentro de varias décadas, se puede dar un fenómeno desconocido en los últimos siglos, el de que haya un año en el que la población mundial se reduzca.
Pero de momento, como recordaba el domingo en La Vanguardia el catedrático de la Universitat de Barcelona Mariano Marzo, la discusión sigue estando en si es sostenible una población mundial que se disparó de forma brutal durante el siglo XX y si este aumento nos empobrece. Es un debate en el que pesan la perspectiva ideológica católica, contraria a los controles de natalidad, y las tesis ecologistas de que la llamada bomba demográfica constituye una amenaza planetaria.
"El crecimiento demográfico es muy positivo, como han demostrado varios premios Nobel. Es bueno que haya más gente en el mundo pensando y desarrollando tecnologías", apunta Sánchez Barricarte, quien discrepa de las intervenciones públicas en los últimos lustros en diversos estados para frenar la natalidad, como la política del hijo único en China o las esterilizaciones forzosas en el Perú de Fujimori. Apunta que uno de los grandes desafíos del futuro va a ser el que planteará el envejecimiento de países en desarrollo, que carecen de un Estado de bienestar consolidado.
Frente a la discusión numérica, Julio Pérez Díaz sostiene que el debate debe centrarse en el impacto: "El asunto no es si vamos a hundir el planeta, de si vamos a caber 9.000 o 15.000 millones. La cuestión está en lo que se hace. La riqueza ha crecido mucho más rápido que la población, pero hay una tremenda desigualdad en la distribución. Hay gente que se muere de hambre". La población mundial sigue creciendo, aunque sea más despacio, y sus problemas persisten.
Por Anxo Luxilde Santiago de Compostela fromlavanguardia.com 29/08/2011
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