lunes, 29 de agosto de 2011

Wall Street: la calle del dinero


Foto from hablandodebolsa.com

La historia de una pequeña calle de Manhattan convertida en sinónimo de especulación, símbolo financiero y punto de encuentro para osos y toros.
Esta metáfora perfecta del capitalismo llamada Wall Street mide bastante poco para los estándares americanos. Menos de una milla (1,6 kilómetros) entre Broadway y el río East, enclaustrada en buena parte por los rascacielos que conforman el distrito financiero al sur de la ciudad de Nueva York. Su nombre se remonta a los tiempos de la modesta colonia que los holandeses establecieron en el siglo XVII con ayuda de uno de los más legendarios «pelotazos» en la historia de los negocios inmobiliarios: la compra de toda la isla de Manhattan a los nativos por el equivalente a 24 dólares.
Situados en el lado perdedor de la hegemonía anglosajona en esa parte del mundo, los colonos holandeses levantaron en torno a 1653, una empalizada para protegerse ante posibles ataques de los indios, los vecinos del norte o directamente Gran Bretaña. La precaria defensa de madera nunca pasó por la prueba de fuego de una batalla hasta que los ingleses terminaron por derribarla en 1699. Como recuerdo, al lugar le quedó el nombre un tanto exagerado de Wall Street, la Calle del Muro.
No era mucho más que un sendero sin pavimentar que conectaba con los muelles del Bajo Manhattan cuando se empezaron a realizar las primeras operaciones financieras que giraban en torno a los cargamentos que llegaban hasta el puerto neoyorquino. Pero el lugar fue tomando una imparable inercia institucional. A la entrada de la calle se encuentra el edificio conocido como Federal Hall, donde George Washington tomó posesión como primer presidente de Estados Unidos en 1789 y que albergó durante un par de años a toda la improvisada burocracia de la república americana.
La fecha fundacional para Wall Street es el 17 de mayo de 1792. A la sombra de un árbol sicomoro —una especie de falso plátano— 24 «brokers» se pusieron de acuerdo para organizar un cartel, con exclusividad en sus tratos y las mismas comisiones fijas. El entendimiento, a costa de los intereses de su clientela, resultó muy beneficioso. Una filosofía de negocio que ha gozado de una pasmosa longevidad hasta nuestros días.
En marzo de 1817, los sucesores de aquellos caballeros adoptaron una especie de constitución y decidieron llamarse a sí mismos como «New York Stock & Exchange Board», nombre que en 1863 recortaron para dejarlo en la actual «marca» de la bolsa de Nueva York: New York Stock Exchange (NYSE). Su primer centro de operaciones fue una especie de lonja en el número 40 de Wall Street que alquilaron por 200 dólares al mes hasta que en 1865 se instalaron donde actualmente se levanta la sede bursátil en la esquina con Broad Street.
El creciente dominio financiero ejercido por Wall Street en Estados Unidos vino acompañado de su primer «crash», el llamado Pánico de 1873, con repercusiones económicas devastadoras. La historia no se repite pero a veces rima bastante. Las alegrías de gasto tras la guerra de secesión, incluida una ambiciosa burbuja en la construcción de ferrocarriles, terminaron abruptamente con el colapso del banco de inversiones de Jay Cooke, un súper especulador de la época. El resultado fue una profunda recesión tanto en Europa como en Estados Unidos no superada hasta seis años después.
Sin embargo, la búsqueda de beneficios tiende a resultar mucho más duradera que las malas experiencias y por eso Wall Street es una parada obligada para los ahorros de los estadounidenses cuando intentan completar los magros beneficios de su estado del bienestar. Allí transcurre esa imaginaria batalla zoológica entre los osos (los que venden por temor a que el mercado baje) y los toros (que compran esperando lo contrario). Un encierro bursátil que termina repercutiendo en los bolsillos de todo el mundo.
Por PEDRO RODRÍGUEZ   from ABC.es   27/08/2011

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