viernes, 7 de octubre de 2011

Desigualdad se escribe en chino


Foto from wordpress.com

Antes de que termine esta década, China habrá superado a Brasil como el país emergente más desigual. Lo que hace solo unos años habría sonado a locura hoy es casi una realidad. Según un estudio publicado por IPEA (Instituto de Investigación Económica de Brasil), la desigualdad había caído un 6% en Brasil desde 2004 hasta 2009. En China, sin embargo, la desigualdad no deja de crecer desde hace 20 años. Mientras en Brasil la clase media protagoniza los cambios sociales, los 960.000 millonarios chinos dominan la esfera pública y económica.
¿Cómo ha llegado China a este punto?
A comienzos de los años 80 el gigante asiático parecía haber adoptado el modelo regional de desarrollo que caracterizó el despegue socioeconómico de Japón, Taiwan y Corea del Sur: cambios en la propiedad de la tierra que impulsaron la producción agrícola; creación de una industria básica que comenzaba a orientarse hacia la exportación; y la aplicación de unas políticas sociales entroncadas en la tradición comunitaria china y en el propio régimen comunista. En solo cinco años, desde 1978 hasta 1985, la pobreza rural se redujo a la mitad, pasando de 250 a 125 millones. Estas medidas lograron multiplicar los ingresos sin que se disparara la desigualdad, lo que parecía indicar que China seguiría el modelo de crecimiento con equidad que había caracterizado a los demás países de la región.
Pero en la década de los 90 China ya empezó a mostrar claras divergencias con sus vecinos del sur y el este. Si bien siguió reduciéndose la miseria –en 2000 la pobreza rural se aproximaba a los 32 millones- la desigualdad alcanzaba ya niveles preocupantes. La explicación hay que buscarla en el desmantelamiento o privatización parcial de algunos servicios públicos –que posteriormente el gobierno corrigió-, un gasto social no demasiado elevado y, sobre todo, un régimen de empadronamiento, denominado Hukou, que dificulta el acceso a los servicios públicos de la población rural que emigra a las ciudades.
¿Debería preocupar a alguien ese nivel de desigualdad cuando el conjunto del país parece seguir prosperando? Muchos analistas extranjeros sugieren que sí: de no cambiar las cosas, China se puede convertir en un volcán social como consecuencia de estas enormes diferencias. Las protestas ocurridas en la ciudad de Zengcheng el pasado junio, por ejemplo, alimentan esta imagen de caos social.
Sn embargo, Martin Whyte, sociólogo de la Universidad de Harvard especializado en China, defiende que la opinión pública china ve con aparente tranquilidad esas diferencias. En una encuesta que realizó en 2004 se encontró que más del 69% de los chinos consideran que el talento y la habilidad explicaban porqué la gente se enriquece. Esta encuesta evidencia que la sociedad china tiene un grado de aceptación de la desigualdad superior al de la sociedad europea o latinoamericana, menos condescendientes con el enriquecimiento ajeno.
¿Y qué piensan los políticos chinos de la desigualdad? Probablemente su lectura se sitúe a medio camino entre el catastrofismo extranjero y la calma que emana de las encuestas. En respuesta a la desigualdad, el gobierno adoptó la política de equidad en los servicios básicos y ha dado marcha atrás a algunas de las reformas en el sector de la salud para aumentar la cobertura y frenar el gasto privado. También pretende reducir las desigualdades entre las regiones costeras y el interior, así como garantizar un ingreso mínimo a la población más vulnerable a través del programa de transferencias Di Bao y las pensiones contributivas y no contributivas para la tercera edad.
Está por ver si estas reformas serán suficientes para estabilizar o reducir la desigualdad o se quedarán en simples tiritas incapaces de frenar la defunción del modelo asiático de desarrollo.

Por  Carlos Galian from blogs.elpais.com  06/10/2011