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Onduladas colinas cerca de Monforte d'Alba, en la región piamontesa de Le Langhe (Italia)
Recuerdos de Pavese, un cementerio ficticio y paisajes de cuento en el literario Piamonte.
Puede que cuando Cesare Pavese se suicidase en un hotel de Turín, en 1950, estuviese pensando en las colinas doradas de Santo Stefano Belbo, su pueblo natal. Quizá fue al contrario: apenas quería olvidar el paraíso perdido, el amarillo plástico de las vides de Le Langhe, la elasticidad de sus verdes. Puede que Cesare, simplemente, viese el momento de regresar a su anhelada infancia y de fundirse con los personajes rurales de su obra. Con Talino, de De tu tierra, natural de Monticello, "un pueblo tan insignificante que ningún tren pasa por allí de noche". O con el solitario Corrado, protagonista de La casa en la colina. Imaginamos a Pavese al otro lado del tiempo, añorando su río Belbo. Sonriendo al saber que en algún lugar de su Piamonte existirá un día un cementerio perfecto: un camposanto para vívidos seres de tinta y celulosa.
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía supo que sería enterrado en Pocapaglia, un pueblo cercano a la cuna de Pavese. Dorian Gray, ante la desigualdad de su espejo, lloró al saber que un día alguien rompería su lápida bajo una encina del Piamonte. El Pavese que un día se bañó en somníferos tal vez aplauda desde algún lugar etéreo al colectivo de artistas Eredi Brancusi que en 1999 convirtió un bosque de Pocapaglia en el cementerio de la ficción.
Luz que quema despacio
Pero antes del bosque, antes del viaje, hay una aldea: Rocchetta Palafea. Hay una casa y, como en el poema de Pavese, un jardín: "Un jardín claro, entre bajos muros / con yerba seca y luz que quema despacio / la tierra". Hay un anciano, Ángelo, que mira las colinas y cultiva albahaca. Antes del viaje está el hijo de Ángelo, Valentino, milanés, piamontés de corazón (hincha de la Juve de Turín), que le dice a su padre: "Vamos a Pocapaglia, a buscar un cementerio de personajes de ficción". Y hay un Ángelo tierno, que sin prestar atención susurra: "Pocapaglia, claro, quella ragazza".
Después de Ángelo apenas hay carretera, curvas alrededor del río Belbo donde Pavese se bañaba en sus veranos. Y Canelli, la puerta de América para Pavese, cuyo tren llegaba a Génova y desde allá se precipitaba al otro lado del Atlántico. Y la carretera, entre las colinas voluptuosas de la comarca de Asti que fabrican la perfección turbia de vinos como el Barbaresco o el Dolcetto. Colinas vestidas de surcos que dibujan, como en De tu tierra, pechos de mujeres. Y un pecado original, la uva moscatel d'Asti que introdujeron los monjes benedictinos hace 10 siglos.
Alba, la ciudad de las cien torres, brinda la primera parada/excusa. Piedras románicas, góticas, barrocas, conversando sobre un pasado impar. Carlos V destruyendo torres. Napoleón invadiendo la ciudad. Y en medio, las huellas, los recovecos. El medievo pétreo de la Via Cavour. El gótico pardo del Duomo. El rosa flácido del Palazzo Comunale. Y los aromas de las colinas sembrando de aperitivos las terrazas.
"Aquí se hace el vino Barolo", afirma Valentino.
Barolo, el vino de la uva nebbiolo, la de la niebla. Barolo, familias de punta en blanco, paseando. Y conversaciones alrededor de la trufa blanca que tanto enorgullece a los habitantes de Alba.
Elogio de la lentitud
Cinzano, sus casas varadas en la planicie repentina, pone un contrapunto al periplo. Cinzano, insinuando el piomentísimo vermú que nació hace dos siglos y medio en una tienda de hierbas de Turín. Y la carretera y sus fábricas huyendo en el retrovisor, dando paso a las vides eternas de la comarca de Cuneo. Y el Piamonte rural imponiéndose en el horizonte, en la búsqueda: vías estrechas de tren, cantinas soñolientas, aldeas con ancianos asomados a un tiempo susurrante que el urbanita Berto, protagonista de De tu tierra, nunca entendió.
Tiempo curvo, lánguido, horas sin agujas que desembocan en Bra, en su torre que mide los días, deliberadamente, con media hora de retraso.
"Aquí nació el movimiento slow", dice Valentino.
En Bra, el crítico gastronómico Carlo Petrini fundó el movimiento slow food, literalmente comida lenta, hace ya 25 años para reivindicar ese otro ritmo. Sabores de la tierra, mesas compartidas, lentitud/placer, restaurantes donde las estrellas se transmutan en caracoles. La elegancia del café Converso (un aperitivo de panettoni al moscatel) precede a una comida en un restaurante divinamente lento en Cherasco (queso de cabra con salsa verde, vitello tonnato). Y el cementerio-fin-de-viaje, llamando al timbre del tiempo curvo de Bra.
Pocapaglia, donde vivía la ragazza pretérita de Ángelo, duerme bajo un sol de cobre. Y al final, en un camino naranja, la pista definitiva, pronunciada por dos jóvenes paseantes: "Ah, il cimiterio virtuale, ci...".
Vueltas sobre el bosque, sobre una nada alfombrada de hojas secas. Y, por fin, aparece la lápida del Piccolo Principe (El Principito), con letras espléndidas. Después, la de Cosimo Piovasco di Rondò, el adolescente rebelde moldeado por Italo Calvino que se subió a un árbol para no bajar jamás. Y -escondidas entre árboles, piedras- aparecen otras lápidas-espejismos. La de Berenice, de las Narraciones extraordinarias de Edgar Allan Poe. La del superfluo Oblomov de Ivan Goncharov. Y la de Dorian Gray, partida como un corazón de cuarzo. Ni rastro de las tumbas de Aureliano Buendía, de Ana Karenina o de Roy Batty, que murió en Blade Runner dejando escapar una paloma de sus manos. Da igual. El extravío es parte del juego del cementerio de los Eredi Brancusi. Están en algún rincón. Esperando a la próxima visita. La salida del cementerio brinda una duda: un coche enterrado, lleno de ramas y plantas. ¿Accidente o creación? Prefiero seguir jugando. Y pienso en Filippo Tommaso Marinetti, en su futurista "la belleza de la velocidad". Y entonces imagino a Cesare Pavese, encorvado en su tiempo rural, sonriendo frente al coche enterrado, reivindicando el musgo que un día cubrirá para siempre al nervio de las máquinas.
Cómo llegar
Iberia (www.iberia.com), Alitalia (www.alitalia.com) y otras compañías tienen vuelos a Turín.
Dormir
»Turismo de Turín (www.turismotorino.org) lista alojamientos, desde hoteles de lujo hasta casas particulares o monasterios.
Información
» Turismo de Le Langhe (www.langheroero.it).
» Turismo de Piamonte (www.piemonte.italia.eu.es) facilita todos los datos esenciales en español.
» Feria de la trufa en Alba (www.fieradeltartufo.org). La mayor atracción de la comarca piamontesa, en octubre.
Por BERNARDO GUTIÉRREZ elpais.com 06/08/2011
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