martes, 20 de agosto de 2013

El matrimonio: un lujo que muchos ya no se pueden permitir

 
 
El matrimonio se ha convertido en una institución que implica un distintivo social, marcando el estatus de la clase media
 
 
Que la vida es más fácil con dinero que sin él parece un hecho indiscutible. No es necesariamente mejor, ni más feliz, ni más satisfactoria. Simplemente, más sencilla. Pues bien, según una investigación realizada recientemente en Estados Unidos, esta máxima tan general puede aplicarse además al matrimonio, y es que el estudio concluye que las personas de la clase trabajadora, carentes de título universitario, se casan menos. Tales son los resultados del análisis realizado en la University of Virginia y en la Harvard University.
 
El estudio, llamado Intimate Inequalities: Love and Work in a Post-Industrial Landscape ("Desigualdades íntimas: el amor y el trabajo en un panorama postindustrial"), será presentado en el congreso anual de la American Sociological Association, que celebrará su edición número 108.
 
La investigación detalla por qué el matrimonio ha descendido notablemente entre las clases más bajas y las claves del éxito en las más elevadas, dando así cuenta de que, al fin y al cabo, es una institución más, dependiente de los cambios socioeconómicos y culturales de cada país.
 
 
¿Por qué no se casa la clase trabajadora?
 
El declive de los trabajos estables y a tiempo completo, con seguridad social y demás prestaciones, es cada vez más acusado, y la gente que carece de título universitario tiene serios problemas para acceder a un trabajo en buenas condiciones.
La clase obrera con trabajos inestables y pocos ingresos, poca seguridad y ninguna capacidad de planear el futuro inmediato están preocupados de su propia supervivencia y con frecuencia se vuelven incapaces de darse a los demás, material o emocionalmente”, asegura Sarah Corse, la directora de la investigación.
 
El estudio se llevó a cabo realizando numerosas entrevistas y encuestas con más de trescientos hombres y mujeres de clase media y baja, todos ellos estadounidenses. Entre los participantes había blancos, afroamericanos, asiáticos y latinos, y sus edades oscilaban entre los 18 y los 70 años. Sus historiales formativos eran muy variados. Los encuestados estaban casados, solteros, divorciados o bien vivían en pareja; también había algunos viudos, así como parejas sin hijos o con hijos adoptados.
 
Los investigadores llegaron a la conclusión de que, en general, la clase media que había recibido una mejor educación estaba más capacitada para recuperarse de los efectos desestabilizadores que puede causar la inseguridad en el trabajo, al contrario que la clase media, lo cual afectaba positivamente a sus relaciones de pareja. “El matrimonio se ha convertido en una institución que implica un distintivo social, marcando el estatus de la clase media”, confirma Corse.
 
Además, la gente que vive en una situación de inseguridad o inestabilidad tiene más dificultad a la hora de confiar en los demás, y siempre tiene presente el riesgo de una traición, según opina la socióloga Jennifer Silva, licenciada en Harvard y que ha participado mano a mano con Corse en la investigación. A su parecer, estas personas tienen, además, mayores problemas cuando se trata de adquirir obligaciones materiales o financieras y a menudo se sienten abrumadas por el compromiso emocional y psicológico que el matrimonio implica, entre otros muchos retos.
 
Silva, además, es la autora del libro titulado Coming Up Short: Working Class Adulthood in Age of Uncertainty, que se publicará antes de finalizar agosto gracias a la Universidad de Oxford. La investigadora confirma que “el matrimonio ha perdido su relevancia como marcador de la edad adulta”, sus implicaciones ahora son otras.
 
 
El éxito matrimonial de la clase media formada
 
Por su parte, y según la investigación, la gente que posee títulos universitarios tiene a tener trabajos más estables e ingresos más cuantiosos (hablamos de Estados Unidos), lo que les otorga una mayor capacidad de compromiso de cara al matrimonio y les posibilita, además, la manutención de los hijos en términos financieros.
 
A esto se une que sus expectativas de cara a esta unión son mayores, y ponen mucho interés en que estas sean satisfechas. Normalmente, ambos padres están muy implicados en el cuidado de los hijos (sea como sea el reparto de tareas) y son conscientes de sus propias necesidades psíquicas y emocionales.
 
Además, suelen huir de la autocomplacencia marital, del conflicto y del aburrimiento a través de inversiones ‘emocionales’, que tienen su coste. La terapia o las cenas a solas en restaurantes son frecuentes, así como las escapadas de pareja, según afirma Corse. Ocupaciones que, con seguridad, son relajantes, divertidas y beneficiosas para la pareja, pero que no todo el mundo se puede permitir en términos económicos.
 
Tanto Corse como Silva comentan que los sueldos de los no-universitarios han caído dramáticamente en Estados Unidos en los últimos años. Los trabajos disponibles para aquellos que carecen de un título suelen ser aquellos del sector servicios, y muchos son a corto plazo o a tiempo parcial, por lo que los beneficios son muy escasos y la seguridad económica casi inexistente.
 
“Las personas que hemos entrevistado que no poseían títulos universitarios expresaban sentimientos de desconfianza e incluso miedo hacia las relaciones íntimas”, confirman estas dos investigadoras. En contraposición, las que habían ido a la universidad y pertenecían a una clase económica más elevada se sentían más seguras de las herramientas materiales, culturales e intelectuales que poseían y, en consecuencia, más fuertes a la hora de enfrentarse a cambios o a trabajos inestables. Todo ello contribuye a una mejor disposición hacia el matrimonio y los planes a largo plazo.
 
El estudio parece no dejar cabida para la duda: el matrimonio depende cada vez más de la situación socioeconómica y cultural, y las personas con un mayor nivel cultural y una posición económica holgada están mucho más preparadas para la unión y el compromiso a largo plazo. En definitiva, puede que el amor no entienda de clases, pero el matrimonio, sí. 
 

  19/08/2013 (06:00)

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