Este término se acuñó el mes pasado después de que el
primer ministro chino reiterara que su gobierno tenía una meta de crecimiento de
7,5% para este año, calmando así a los inversionistas que se alarmaron cuando
otros funcionarios sugirieron que el país podría tolerar un crecimiento inferior
a 7%.
La expresión es apropiada dado que China abandona una
década en la que promedió un crecimiento de 10% para transitar a una era
considerablemente más lenta e incierta. También se trata de una frase que apunta
al dinero que perderán las empresas y los inversionistas si asumen,
equivocadamente, que China puede tener una meta de crecimiento específica en
forma indefinida.
Tiene semejanzas con los conceptos de "Greenspan put" y
"Bernanke put", términos adoptados por los críticos de la Reserva Federal que
argumentan que la Fed alimenta burbujas insostenibles de activos al alentar la
creencia de que el banco central siempre apuntalará los precios.
La idea de fijar una meta de crecimiento formal –en vez
de, por ejemplo, poner la mira en la creación de empleo, la mejora del bienestar
social o la estabilidad de los precios– siempre ha sido problemática. Hasta hace
poco, Beijing exigía a las autoridades municipales alcanzar metas mínimas de
crecimiento, lo que creaba incentivos perversos que llevaban a los funcionarios
locales a promover un crecimiento a corto plazo rápido y poco saludable, en vez
de una expansión sostenible, gradual y saludable.
Esto causó, de manera más prominente, a las famosas
"ciudades fantasma". Pero la estrategia es ahora más que defectuosa; es
imposible de emplear. Si China quiere implementar la transición que ha prometido
hace tiempo desde una economía vertical liderada por la inversión a una en que
el motor del crecimiento reside en los consumidores independientes chinos, la
capacidad del gobierno para administrar metas macroeconómicas de crecimiento se
verá severamente disminuida.
El problema para los inversionistas extranjeros y los
presidentes ejecutivos de multinacionales es que muchos de ellos han basado sus
planes de inversión en proyecciones para la economía china que asumen el mismo
modelo de fijación centralizada de metas de crecimiento. (De ahí el inapropiado
alivio cuando el primer ministro Li mencionó la cifra mágica de 7,5%).
Y a medida que la naturaleza y tasa de crecimiento de
China se vuelven más impredecibles en el futuro, la demanda china podría
ubicarse por debajo de lo que aquellas firmas proyectan en la actualidad.
Las altas gerencias de las empresas multinacionales "no
comprenden del todo lo que implica esta transición", dice David Hoffman,
director gerente del China Center for Economics and Business del Conference
Board en Beijing.
El riesgo es que las firmas occidentales se queden con
un exceso de equipamiento y empleados, adquiridos ante una expectativa de que
China ofrecerá ingresos futuros más altos de lo que el nuevo modelo económico
puede ofrecer.
Tome como ejemplo el sector minero. En Australia, las
compañías de mineral de hierro avanzan con enormes planes de expansión en la
región noroeste de Pilbara. BHP Billiton Ltd. planea
aumentar la producción anual a 207 millones de toneladas en el año que finaliza
el 30 de junio de 2014, sobre los 187 millones de toneladas que produjo en los
12 meses previos. Y para fines de este trimestre el 30 de septiembre, Rio Tinto PLC
–competidor de BHP– habrá elevado su capacidad anual en Pilbara a 290 millones
de toneladas de mineral de hierro, lo que se compara con los 245 millones de
toneladas que produjo en los 12 meses al 30 de junio.
Estas expansiones se están llevando a cabo pese a la
creciente acumulación de acero en China, el principal comprador del metal, y a
pesar de la caída de 35% en los precios del mineral de hierro en los últimos dos
años. Es más, según Ed Morse, jefe global de bienes básicos de Citigroup Inc., la demanda china de mineral de hierro
aún es impulsada artificialmente por las tres grandes siderúrgicas de China,
porque ellas están involucradas "en una guerra contra miles de pequeños
productores" para establecer una participación de mercado dominante en la
producción de acero. Se trata de una guerra que genera pérdidas y que "no puede
durar para siempre". En otras palabras, la demanda china de mineral de hierro,
el principal insumo para la producción de acero, debería caer aún más.
Rio Tinto declinó comentar al respecto. BHP también
declinó referirse al tema. Sin embargo, una portavoz de BHP destacó un discurso
que realizó en mayo el presidente ejecutivo de la compañía, Andrew Mackenzie, en
el que abordó la desaceleración económica de China e indicó que debido a que
"los mercados aún están creciendo desde una base mucho más amplia (...) el
aumento absoluto de la demanda de nuestros productos sigue siendo sustancial".
No obstante, está claro que la desaceleración de China
ha ensombrecido el panorama para los productores de bienes básicos de todas
partes. Las minas de cobre, níquel y carbón en Australia, Latinoamérica y África
se encuentran repentinamente expandidas en exceso.
No es solo la desaceleración, sino también la cambiante
composición del crecimiento chino lo que importa a las empresas occidentales, y
no hay una señal clara de que estén listas para eso. Además de hacer imposible
cumplir metas numéricas explícitas de crecimiento, el cambio de China desde un
modelo de crecimiento liderado por la inversión a uno impulsado por el consumo
implica que la composición de las importaciones chinas cambiará. Habrá menos
compras de maquinarias y metales industriales extranjeros, y más demanda de
bienes de consumo.
China cambiará, independientemente de si Beijing puede o
no controlarlo. Si los líderes empresariales extranjeros no se ajustan a los
tiempos, espere que las pérdidas se multipliquen en muchas de las industrias que
están expuestas al país.
Por MICHAEL J. CASEY August 9, 2013, 11:31 a.m. ET
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