Las características del smartphone han creado un cóctel perfecto (Neustockimages / Getty Images/iStockphoto)
- El cerebro humano no ha evolucionado para soportar una carga de información social tan grande y constante
El mundo académico estudia de forma amplia el impacto de los smartphones en nuestras vidas, pero por ahora no parece haber mucho consenso. Existen estudios afirmando que son capaces de exacerbar los síntomas de la ansiedad ya presentes en las personas, otros trabajos concluyen que el impacto que tienen no excede de una pérdida de concentración, mientras que otros van más allá y aseguran que son una serie de elementos inocuos de forma independiente pero que forman un conjunto adictivo.
Exdirectivos de redes sociales y empresas tecnológicas hablan de “el nuevo tabaco”, “no sabemos lo que hacen al cerebro de nuestros hijos” y otras frases similares. La conclusión general es que son un bien preciado, una nueva herramienta de la que hemos abusado. Hay diversos trucos que podemos usar y que parecen ayudar en algunos casos.
Las características del smartphone han creado un cóctel perfecto
En el pasado no podíamos meter nuestro ordenador debajo de la almohada, llevarlos con nosotros al supermercado para mirarlo mientras hacíamos cola, o aprovechar que nuestros hijos están jugando en el parque para echar una mirada rápida. Pero el teléfono sirve para eso y más. Nos permite una sensación de conexión constante con el mundo que puede abotargarnos psicológicamente.
Depende mucho de cada persona, pero el flujo de notificaciones, contactos y actividad puede llegar a ser demasiado. El cerebro humano, acostumbrado durante su evolución a tratar un flujo de información social más o menos estable, se enfrenta a un nuevo reto que puede resultar esta vez imposible de superar.
Cuando todo el mundo está conectado todo el tiempo el flujo de información se hace imposible de manejar para menores y adultos
El Número de Dunbar, acuñado así por el antropólogo Robin Dunbar en los años 90, respondía a una relación entre el tamaño y desarrollo cognitiva del cerebro en primates y la magnitud del grupo social que podía mantener. Para humanos, esa cifra estaba en torno a los 150. A partir de ahí, según el británico, se difuminaban las líneas de los grupos cohesivos y estables. Otros psicólogos, antropólogos y primatólogos han dado otras cifras que van desde los 80 a los 290, pero la cifra de Dunbar sigue siendo la más reseñada.
El propio Dunbar hizo un estudio para Facebook en 2010. Analizando perfiles de usuarios con cientos de amigos, incluso más de mil, en la red social encontraron que el número de conexiones reales en el círculo interno volvía a quedarse cerca de esta cifra de 150 detectada dos décadas antes.
Seguimos a mucha gente, recibimos muchas notificaciones y nuestro cerebro tiene que filtrar demasiado ruido
Pero el problema va más allá de las conexiones personales que podamos realizar. Los smartphones, además de su reducido tamaño, conexión permanente y gran portabilidad, han añadido una forma de interacción que simplemente no existía de forma masiva hace una década: las notificaciones. Un sistema de atención constante que permite estar al tanto de las novedades al segundo. Quién ha dicho qué, qué ha ocurrido dónde, qué acabas de lograr.
Las notificaciones son una simple herramienta, pero durante estos años las apps, juegos y plataformas sociales las han retorcido hasta lograr niveles de acción inauditos. Dicho de otra forma, a base de millones de experimentos han conseguido encontrar qué notificaciones enviadas en qué momento, con qué texto y contexto nos hacen pinchar más veces, estar más minutos en su aplicación. El objetivo es afinar sus algoritmos a nuestros perfiles, tener una huella mejorada de la personalidad de cada usuario.
Nuestros hábitos son el resultado de millones de experimentos realizados a nivel global para saber cómo reaccionamos y explotar la condición humana para convertirla en clics y dólares
Cuando no abres un juego durante un tiempo y vuelves, muchos desarrolladores han añadido cambios que hacen que las nuevas partidas sean más fáciles. Te ponen rivales humanos con menos nivel o los puzzles resultan ser más asequibles. La meta: que nuestro subconsciente vuelva a disfrutar de superar un reto y que sigamos jugando. Más minutos jugados, más anuncios vistos. Y cuando juguemos lo suficiente y el reto sea muy alto, quizá pensemos en pagar por superarlo.
Ahora, desde agencias gubernamentales, ex empleados de tecnológicas, asociaciones de padres o académicos de ciencias sociales se pide a las compañías que desmonten el coliseo a la dopamina que han construido. No va a ocurrir. Es un negocio excesivamente goloso que ha propulsado a Facebook, Tencent, Apple, Google y otras compañías a valoraciones astronómicas en bolsa. Es como pedirle a tu camello que te ayude a dejarlo.
Pedir a las grandes tecnológicas que solucionen la adicción al móvil es como pedirle a tu camello que te ayude a dejarlo
Apple se ha comprometido a lanzar nuevas mejoras y restricciones para menores de edad en sus dispositivos, y que los padres sean capaces de conducir mejor el desarrollo cognitivo de sus hijos. Limitar la inundación de información constante, especialmente de los tipos más perjudiciales, parece ser bueno para los muy plásticos cerebros de los menores. El reto para los padres —y sociedad— es ser capaces de marcarse unos límites al entretenimiento y la información sin formación académica para hacerlo. Es como informar a tus hijos de las ventajas y desventajas de una droga, y luego dejarles probar un poco bajo tu supervisión con la esperanza de que no desenfoque en un adicción.
Ver YouTube durante horas, estar atentos a quién nos deja un “me gusta” en Instagram o responder a los grupos de WhatsApp queda lejos de los efectos de las drogas, el tabaco o el alcohol. La noción de que pueda ser perjudicial es intuitiva pero también rápidamente desechada por nuestro cerebro, ávido de una notificación nueva con un chiste, una persona especial que nos responde con un emoticono de un corazón o un cofre lleno de monedas virtuales en el juego de moda.
Cuando toda la sociedad está enganchada, ¿quién es el responsable de dar la voz de alarma?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.