sábado, 27 de enero de 2018

Trump pide al Guggenheim un cuadro de Van Gogh y le ofrecen un váter de oro

El trono del artista italiano Maurizio Cattelan en el Guggenheim. 
 REUTERS

 

La primera familia pidió prestado 'Paisaje con nieve' de Van Gogh para decorar las estancias privadas de la Casa Blanca


Los Kennedy tuvieron un Eugene Delacroix. Los Obama fueron por lo abstracto con Mark Rothko y Jasper Johns. Los Trump no querían ser menos y pidieron prestado Paisaje con nieve de Vincent Van Gogh para decorar las estancias privadas de la Casa Blanca. El Guggenheim les dio un no por respuesta y en lugar de cederle este óleo de incalculable valor, ofreció enviarle algo que su comisaria consideró que se ajustaba más a su gusto: un retrete usado de oro macizo del artista italiano Maurizio Cattelan que representa los excesos de las fortunas.
“Sentimos no poder responder a la petición original”, se puede leer en el correo electrónico que envió la curadora del museo neoyorquino Nancy Spector el pasado mes de septiembre, explicando que el Van Gogh tenía que viajar al museo en Bilbao y que tendría que quedarse a su regreso en la colección permanente. En el email, al que tuvo acceso el The Washington Post, respondía que esperaba que en su lugar les interesara la alternativa que le ofrecía, que calificaba de “especial”.
La obra de Cattelan se llama América y se exhibió durante un año en uno de los cuartos de baño públicos del museo hasta final el pasado verano. El trabajo, señala Spector, es “extremadamente valioso” y “frágil”. Por eso dice en el mensaje que desde el museo facilitarán las instrucciones para la instalación y el mantenimiento. La carta incluye una fotografía del trono, que en su día cuando estuvo expuesta se coló en las portadas de los medios locales.
Es de sobra conocida la debilidad de Trump por las decoraciones en oro. También las críticas que Spector lanzó en las redes sociales tras su elección como presidente de Estados Unidos. La redacción de la carta, de hecho, hace un juego de palabras que refleja la situación por la que atraviesa Estados Unidos desde que el magnate tomó el Despacho Oval. La Casa Blanca, aparentemente, declinó esta opción pese a la apreciación de Trump por el oro.
Cattelan, por su parte, evita comentar pese a que en el email se asegura que el artista estaría encantado de prestarlo durante un largo periodo. “Es un asunto muy delicado”, se limita a decir al Post. El váter estuvo en la quinta planta del museo para uso de los visitantes en una muestra interactiva. La crítica describió en su día la obra como una sátira a fortunas como la de Trump, que tiene instalada grifería de oro hasta en su avión privado.
El nombre de Trump retumbó como un estruendo durante toda la muestra interactiva, como indicó la comisaria en el blog del museo. Era fácil hacer la asociación con el presidente por si debilidad con el oro. La propia Spector llegó a decir que el presidente es una “torre dorada epónima”, en una clara referencia al rascacielos que hace de punta de laza del imperio familiar en la Quinta Avenida y donde tiene su residencia, decorada con el metal precioso.
Ahora Donald Trump tiene cortinas doradas colgando en el Despacho Oval. Spector también dijo que su presidencia estaba marcada por el escándalo y definida por un “asalto deliberado” contra las libertades civiles y el cambio climático que ponen en peligro el planeta. El museo trató también de tomar distancia. En las redes sociales se acusó a la organización de tratar de llamar la atención de la prensa con una polémica facilona.  
El trono de oro macizo fue creado antes de que el empresario presentara su candidatura a la presidencia de EE UU, aunque nunca negó que pudiera tener alguna influencia. “Estaba en el aire”, comentó en el blog del Guggenheim. Miles de personas hicieron cola para experimentar lo que este provocador artista calificó como un punto de unión entre el arte y la naturaleza. El coste del retrete se estima en un millón de dólares.
Los que tuvieron la paciencia de hacer cola y por utilizado dicen que no es muy diferente a uno corriente. Pero señalaban que funcionaba bien y que estaba reluciente -el personal del museo lo limpiaba cada quince minutos. Cattelan, al explicar su trabajo, explicó que al final todo el mundo acaba haciendo sus necesidades en el mismo sitio, da igual si se toma un perrito caliente o un planto de 200 dólares en un restaurante de lujo.
Sandro Pozzi     26/01/2018
https://elpais.com/cultura/2018/01/25/actualidad/1516921047_786059.html

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