viernes, 12 de enero de 2018

La dura realidad que esconde el ‘fast fashion’

La dura realidad que esconde el ‘fast fashion’
Los trabajadores de la fábrica de Surat descansan en cualquier rincón tras una jornada laboral de 12 horas (Jann Pictures)

La ópera prima de Rahul Jain nos brinda un retrato devastador de la explotación laboral en la industria textil india

Rahul Jain iba para ingeniero, pero pronto se dio cuenta que los cálculos no eran lo suyo. Este joven de nueva Delhi empezó entonces a ver películas...y descubrió la magia del séptimo arte. El lenguaje narrativo cinematográfico le llamó la atención y se fue a California a estudiar cine y vídeo. Con 25 años ha rodado su ópera prima, un interesantísimo documental que lleva por título Machines (Máquinas) y que pretende reflexionar sobre las deplorables condiciones laborables en las que se encuentran lostrabajadores de la industria textil india, en la que máquinas y humanos acaban fundidos en una misma cosa, sin posibilidad de distinguirlos.
Máquinas y humanos acaban fundidos en una misma cosa, sin posibilidad de distinguirlos
Jain pone el foco de atención en el interior de una fábrica de la ciudad industrial de Surat, en el estado de Guyarat (noroeste de la India), donde deja que la cámara se adentre sigilosa entre diferentes espacios invisibles donde, hombres de diferentes edades e incluso menores de edad, trabajan a destajo en el proceso de elaboración de telas de maravillosos colores que luego acabarán adornando los armarios de los países occidentales. Una radiografía del denominado fast fashion, basado en la velocidad impuesta por las grandes cadenas textiles en la industria de la moda.
Los tejidos van apareciendo sin parar, pero el trabajo que desarrollan las personas que están detrás de su confección no podía ser más devastador. En pleno siglo XXI, miles de hombres abandonan sus familias y se endeudan para viajar en trenes atestados en los que no pueden sentarse durante horas con el objetivo de ser contratados y ‘esclavizados’ en la fábrica textil de Surat.
Todo en Machines destila una sensación de claustrofobiay dolor humano. Desde la oscuridad que asoma dentro del taller a los encuadres que encierran a esos obreros rodeados de máquinas y productos químicos por todas partes. La intensidad sonora de los aparatos en funcionamiento contrasta con el silencio de los empleados en una jornada interminable que les lleva 12 horas diarias, sin prácticamente tiempo para echar una pausa para comer.
Observamos cómo se duchan medio vestidos o duermen en cualquier rincón, estirados sobre las montañas de telas que confeccionan, y sus miradas de agotamiento piden auxilio. Clavan sus expresivos ojos directamente en la pantalla, logrando un impacto total en el espectador, que asiste impávido a un escenario cada vez más dramático.
Un hombre acarrea varios sacos de telas en 'Machines'
Un hombre acarrea varios sacos de telas en 'Machines' (Jann Pictures)
Mientras mezclan tintes, casi podemos notar el olor a amoníaco en el ambiente y queda en evidencia la falta absoluta de condiciones mínimas de higiene. No utilizan guantes ni usan mascarillas. Entre la descripción de las arduas tareas cotidianas, el cineasta introduce varios testimonios. Uno de ellos comenta: “Trabajar en la rueda se paga a 210 rupias (3 euros por turno). De ahí tengo que comer, ahorrar y sacar adelante mi familia”. No hay derechos, ni prestaciones, ni mucho menos vacaciones.
Los obreros hacen de todo y el esfuerzo físico es constante, acarreando kilos de sacos y telas sobre la espalda. Muchos ya pintan canas y están algo mayores para este tipo de trabajo. “Hay que deslomarse para ahorrar dos chavos”, denuncia el mismo hombre. Su turno comienza a las 8 de la mañana y hasta las 8 de la noche permanece entre cuadro paredes. “La pobreza es tormento”. El único lujo que se puede permitir es mascar un poco de tabaco para aliviar la tensión. Pero para él las condiciones laborales no son de explotación, porque eso implicaría que le han forzado a trabajar, y este hombre de mediana edad ha decidido venir a la fábrica por su propia voluntad, en un viaje de 36 horas y más de 1.600 kilómetros de por medio. Tiene deudas pendientes y quiere sacar adelante a sus hijos. “No hay más opción”, se lamenta.
Fotograma del documental 'Machines', de Rahul Jain
Fotograma del documental 'Machines', de Rahul Jain (Jann Pictures)
Los jornaleros no pueden escapar de un trabajo donde la lucha por mejorar sus condiciones es imposible sin colaboración y unidad. De esa falta de unión y de sindicatos se benefician los empresarios textiles, que observan como un Gran Hermano desde sus cómodos despachos que nada ni nadie se descarrile. “Si les pagásemos más se lo acabarían gastando en tabaco o alcohol. No enviarían el dinero a casa”, se excusa con sorna uno de los jefes.
Jain se detiene con detalle en cada escena que rueda. Se toma el tiempo necesario para que el respetable reciba todo un alud de información visual arrolladora que cuesta asimilar y que obliga a bajar la mirada como si de alguna forma nos sintiéramos culpables de lo que sucede en un país marcado por la pobreza extrema. Un niño que no debe alcanzar los 12 años no puede detener el sueño que le invade mientras está pendiente de una máquina. Otro adolescente toma la palabra para decir que “Si te fijas bien en las máquinas desde muy joven, cuando eres mayor eres más listo”. Y al otro lado, unos comerciantes intentan hacer negocio con las telas buscando el mejor precio posible.
Un trabajador en la fábrica de Surat
Un trabajador en la fábrica de Surat (Jann Pictures)
A través de sus 75 minutos de metraje, el documental sabe conjugar con éxito la mirada dura de una realidad retratada con gran sensibilidad que obliga a reflexionar sobre las dinámicas productivas de este loco mundo en el que vivimos, explorando la parte más oscura de la ‘moda rápida’. Machines, que obtuvo el premio a la mejor fotografía en la pasada edición del festival de Sundance.
Los obreros no pueden escapar de un trabajo donde la lucha por mejorar sus condiciones es imposible sin colaboración y unidad





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