La piel comunica y está de moda. Rostros famosos, que marcan tendencia, lo demuestran con su amor por los tatuajes. Los vemos en el gimnasio, en la playa, en la calle. Cuerpos tuneados con tinta indeleble que se convierten en un mural donde expresarse. Trozos de piel pintados que no pueden dejar de mirarse. Espacios corporales 'customizados' que suscitan curiosidad, dudas, admiración y, también, rechazo. Uno de cada tres españoles entre los 18 y los 35 años, según la Academia Española de Dermatología, lleva al menos uno de estos 'tatoos' que, vaciados de toda poesía, no son otra cosa que una herida punzante cicatrizada con tinta. Parece cosas de jóvenes, sin embargo, son los mayores entre 30 y 49 años los más tatuados. El 42% de nuestros compatriotas luce en su piel alguno de estos dibujos coloreados. Cabe preguntarse ¿Por qué lo hacen? ¿Son masoquistas? ¿Qué significado psicológico tiene para ellos vivir tatuados?
COMUNICACIÓN
El tatuaje es una moda que viene del pasado con la intención de quedarse, muy distinta a otras por su carácter permanente. Ante todo, es una forma de comunicarse: 1. Con nosotros mismos -entre el yo y el cuerpo- al contemplarlo en la intimidad; 2. Con el mundo, en la certeza de que la mirada del prójimo tocará hipnotizada durante unos instantes la piel tatuada, rozando los confines entre el yo y el otro. El tatuaje es un símbolo con el que cada uno decide identificarse y diferenciarse, por eso queda incorporado en el cuerpo. Representa el tentativo de ser único y original, el deseo de llevar un sello personificado en un mundo global y "homogeneizado". Y lo consigue, mis clases de yoga no serían lo mismo sin ver como se mueve al ritmo de la respiración la flor de loto tatuada en el pecho del profesor. Aunque después de un poco, a fuerza de ver tatuajes de acá para allá, puede pasar lo contrario, que la moda aplane la originalidad y ponga al tatuado en el registro de lo que se da por descontado. Como esa incomprensible espalda tatuada en su totalidad del yogui que se estira a mi lado.
Estos diseños personales tienen siempre una vocación mágica: no hay buscarlos un significado, tienen el que cada uno quiere atribuirlos. Introducen en la piel contenidos mentales que expresan sentimientos, pensamientos y filosofías de vida como esos tatuajes anhelantes de trascendencia y espiritualidad que resbalan por la espalda de Angelina, Jolie claro. A veces, convierten la piel en un diario donde narrar momentos importantes, nombres de personas que quisiéramos siempre a nuestro lado (hasta que se alejan y hay que borrarlos ¿recuerda el "Antonio" de Malanie?) o un éxito alcanzado que no puede ser olvidado. Otras son una forma de metabolizar tragedias de la vida como le sucedió a Martina una enfermera italiana de 27 años que salió del coma hace diez años después de un grave accidente de tráfico "tutto è possibile a chi crede" (todo es posible para los que creen) reza en su brazo, la frase oráculo que leyó al abrir los ojos en el hospital que la devolvió a la vida. A veces, son un signo de trasgresión,gritarle al mundo que no se es como todos o, su contrario, una manera de identificarse con un grupo y mostrar sus valores incrustados. O tan sólo una forma de estética, de sentirse fuertes y bellos. "¡Quiero ser sexy!", dice Marta, que se ha pintado una fresa en algún lugar bien resguardado. Finalmente, son una canal para el estigma y el rechazo (no se presente a ciertos trabajos si va tatuado, nos dicen).
ICONO POSMODERNO
El tatuaje es, también, un instrumento que sirve al narcisista para expresar a su ilusión de ser un individuo grandioso, fuerte y valiente que sobresale en un mundo mediocre. Graba en su cuerpo su propio nombre o personajes extraordinarios, que hablan de sus altas capacidades. Gustan de tatuajes grandes, muchos, que no pasen desapercibidos. En su deseo de admiración Luis cubrió su cuerpo de tatuajes, con la seguridad de ser el centro de atención, orgulloso de decorar su cuerpo, hasta que descubrió que era la debilidad, su angustia compulsiva, la que le impedía dejar de dibujarse. "Los narcisos de hoy contrariamente al griego, no se reflejan en el agua, sino en el propio cuerpo" afirma Fulvio Tassi, investigador de la Universidad de Florencia, en su libro "El renacer del tatuaje, el significado psicológico de un arte milenario".
Sin embargo, la explicación narcisista no es la única posible. Los tatuadores son considerados artistas cuyos diseños se muestran en el lienzo del cuerpo, obras de arte grabadas con dolor (y quizás en eso reside también su valor) como grafitis epidérmicos. Afirma Tassi que "el tatuaje narcisista quiere mostrarse al mundo, el tatuaje artístico integra el propio mundo. No son fantasías grandiosas a ojos abiertos, sino sueños con ojos cerrados, una búsqueda de uno mismo". Para este investigador el tatuaje hoy es un icono postmoderno, está conectado con la crisis del sentido de identidad. En una cultura líquida y efímera, la individualidad puede ser absorbida por la fuerza de la corriente global. El body art se convierte en un anclaje estable que protege la propia identidad en un mundo que pasa deprisa. Frente al pensamiento único racional, el tatuaje reivindica el poder mágico del símbolo con la misma fuerza de antes.
Tatuarse en la adolescencia
La adolescencia representa un momento crucial para la definición de la personalidad en vías de desarrollo. El valor del tatuaje como como anclaje, definición y símbolo de uno mismo adquiere especial relevancia en esta etapa evolutiva. Los estudiosos sostienen que es un ritual de paso y su manera de transgresión "horrorizando" a su mundo adulto. El dolor es su forma de decir que sabe enfrentarse a los retos con valentía, es una señal que define su cuerpo adolescente frente al del niño o una declaración de pertenencia a un grupo. Por eso, llegada esta etapa es fácil que los padres escuchemos -quizás con desagrado- que nuestro hijo o hija se quiere tatuar porque ya no es niño/a. Es importante dar la oportunidad de hablarlo en familia (para que no se lo hagan a escondidas) tratando el tema de la higiene, el dolor, el precio, los cuidados posteriores y los riesgos. Esto obliga a los padres a informarse sobre estos pormenores. Hay que saber el motivo por el cual quieren tatuarse e indicar que se lo piensen bien porque pueden arrepentirse (lo que hoy gusta mañana puede resultar odioso a su edad). Si son chicos con dificultades es mejor pedirles que lo dejen para más adelante, que prueben antes un tatuaje no permanente o que ahorren para hacérselo como señal de madurez. El tatuaje puede convertirse en buena excusa para conocernos mejor entre padres e hijos.
ISABEL SERRANO-ROSA
5 feb. 2019 02:12
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