sábado, 13 de junio de 2020

El economista que nos dijo las verdades sobre la globalización que no quisimos escuchar

Foto: Dani Rodrik. (EFE)
Dani Rodrik. (EFE)


Rodrik, ganador del premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, lleva años repitiendo que el exceso de globalización traería consecuencias negativas, tanto a nivel económico como político


En su último libro, ‘Hablemos claro sobre el comercio mundial’, Dani Rodrik iba directo al grano: ¿eran los economistas culpables de la victoria de Donald Trump? Rodrik, ganador este jueves del premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, acusaba a sus colegas de haber estado durante décadas cegados por las bondades de la globalización, de haberse convertido en unos “idiotas sabios de las ciencias sociales” que solo eran capaces de usar marcos teóricos simples para explicar fenómenos sociales complejos.
“Los economistas tienden a subestimar algunas de las complicaciones de la globalización, como los efectos distributivos o las consecuencias sobre los grupos que se ven afectados de forma negativa”, explicaba en una entrevista en diciembre de 2018 a El Confidencial. “Tampoco les gusta hablar sobre los inconvenientes en público porque tienen miedo de ofrecer munición a los proteccionistas, a quienes ven como 'bárbaros', que o bien no entienden la defensa del libre mercado o quieren proteger tan solo sus estrechos puntos de vista”.
Dani Rodrik (Estambul, 1957) lleva años y años repitiendo que el exceso de globalización traería consecuencias negativas. Ya en la primera década de los dos mil, antes de la gran recesión, advertía del fanatismo neoliberal, “un concepto resbaladizo y cambiante” que ha acabado impregnando gran parte de nuestro pensamiento y transformando la economía en un sustrato puramente ideológico. Desde que publicara ‘¿Ha ido la globalización demasiado lejos?’ en 1997, este profesor de la Universidad de Harvard ha cargado contra los partidos políticos centristas que pensaban que la economía se podía disociar de la política, que la globalización había caído 'del cielo' y que uno puede trasplantar modelos económicos a otros países con circunstancias y culturas muy distintas.
“De sus trabajos, se deduce la necesidad de mejorar el gobierno de la globalización, un tema de gran relevancia en un momento de cuestionamiento del multilateralismo”, ha explicado el jurado del premio Princesa de Asturias en un comunicado. “En una coyuntura en la que el déficit creciente de gobernanza global y la necesidad de generar bienes públicos se hace más evidente (y la actual pandemia lo pone de manifiesto), la obra de Dani Rodrik aporta instrumentos esenciales para el análisis de las relaciones internacionales y el refuerzo de las instituciones multilaterales”, afirmaba.

Su gran apunte: el trilema de la globalización

Probablemente, la aportación más novedosa de este economista haya sido el 'trilema de la globalización', teoría clave para entender las circunstancias políticas de nuestro tiempo. En 'La paradoja de la globalización' (2011), Rodrik dibujó un triángulo cuyos vértices eran la globalización económica, la soberanía nacional y la democracia. ¿El problema? Solo se pueden escoger dos, y los demócratas liberales se han pasado años tratando sin éxito de tener los tres al mismo tiempo, provocando el descontento de sus votantes.
En ese sentido, Trump, el Brexit y los nuevos movimientos iliberales, hijos de ese trilema, no se explican solo como fenómenos identitarios, sino que responden a la hipocresía de los partidos políticos, que han intentado comerse el pastel sin dejar de tenerlo en ningún momento: “[Los movimientos populistas] son el resultado de la falta de honestidad de políticos centristas que no se han enfrentado a las implicaciones del trilema. Les dijeron a sus votantes que podrían perseguir la hiperglobalización sin abandonar la soberanía o la rendición de cuentas democrática”, explicaba en su última entrevista con El Confidencial.
Trilema de la globalización.
Trilema de la globalización.
“Como dijo una vez un antiguo ministro de Economía de la eurozona, los populistas de hoy son los únicos que están contando la verdad sobre el trilema. Ellos son totalmente explícitos sobre lo que están dispuestos a abandonar: la hiperglobalización. Desafortunadamente, mezclan esta idea con una agenda política y económica nativista que no aborda los problemas fundamentales de sus votantes. Ahí es donde la izquierda debe involucrarse y rellenar ese vacío”, subrayaba.
El trilema de la globalización, afirmaba en su obra, no implica abandonar por completo las organizaciones internacionales ni el comercio mundial. De hecho, en muchos casos, han sido muy positivos. Hay algunas áreas, reconocía el propio Rodrik, donde la gobernanza global es indispensable, “como en el combate contra el cambio climático, el control de la venta de armas o las precauciones ante las pandemias”. Pero la gestión económica del día a día y el peso de la responsabilidad, argumentaba, deben permanecer en manos nacionales, pues, si los estados-nación hacen sus deberes, acabaremos con una economía mundial razonablemente abierta igual.
No hay nada malo en los mercados, el emprendedurismo o los incentivos, cuando se aplican de manera adecuada

Los enemigos de Rodrik le han tildado de proteccionista y le han acusado de dar armas ideológicas a los autárquicos identitarios, pero él siempre ha negado su rechazo al capitalismo. “No hay nada malo en los mercados, el emprendedurismo privado o los incentivos, cuando se aplican de manera adecuada”, decía en un reciente artículo en la revista 'Letras Libres'. “Su uso creativo está detrás de los avances económicos más significativos de nuestro tiempo. Mientras acumulamos críticas contra el neoliberalismo, nos arriesgamos a despreciar algunas de sus útiles ideas”.
Para Rodrik, a quien el 'Financial Times' acabó catalogando como “pragmático del comercio”, no existe incompatibilidad inherente entre la apertura económica y perseguir el interés nacional. La globalización, recalca, debe servir a los objetivos de los países y las sociedades. No a la inversa.
Keynes dijo una vez que sería genial que se consiguiera ver a los economistas como personas tan humildes y competentes como a los dentistas. Quizá la gran aportación de Rodrik haya sido esa: 'desinyectar' un poco de arrogancia de una profesión tan desprestigiada por la crisis financiera de 2008 y la del euro de 2012. Explicar, en definitiva, que la economía nunca ha sido una ciencia estrictamente rigurosa que dé respuestas inequívocas a nuestros problemas. “Tenemos que enseñar a nuestros estudiantes que la mayoría del tiempo la mejor respuesta que podemos dar a una pregunta sobre una política económica es 'depende', seguida de una larga explicación sobre de qué depende”, afirmaba.



AUTOR
CARLOS BARRAGÁN  11/06/2020

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