martes, 23 de agosto de 2011

El día que robaron ‘la sonrisa’ a 'Mona Lisa'

Foto from elconfidencial.com


ITALIA RECLAMA EL REGRESO DE 'LA GIOCONDA'.
“‘La Gioconda’ ha desaparecido”, “Una desaparición misteriosa en el Louvre”, “‘La Gioconda’ se ha ido, nadie sabe con quién ni cómo”… Con estos titulares los periódicos franceses revelaban, hace 100 años, el robo más famoso de la Historia del Arte: el de ‘La Mona Lisa’, obra de Leonardo da Vinci. El mundo ‘cultivado’ vivió entonces uno de sus peores momentos. Y es que, había desaparecido la inquilina más ilustre del Museo del Louvre.
Nunca una obra ha sido tan analizada y cinco siglos después aún seguimos hablando de ella. ‘La Gioconda’ ha protagonizado y protagoniza miles de páginas, pero fue hace un siglo cuando, sin duda, dio más que hablar. Ahora 100 años más tarde, Italia vuelve a reclamar el regreso del cuadro, tal y como pretendía entonces el autor del hurto.
El robo fue un trending topic de la época y en la prensa sólo le quitaron espacio las noticias sobre la Primera Guerra Mundial. El pillaje cobró la magnitud de un secuestro. Durante la semana de pesquisas en la que el museo permaneció cerrado, el suceso dejó los tinteros secos en una ciudad que todavía era la capital cultural del mundo, y que hacía poco había presentado una maquinaria informativa inédita: casi 40 periódicos que vendían un millón de ejemplares diarios. Una prensa que se cebó con el misterio de la desaparición y la ineficacia del museo y de la Policía. Y es que la pinacoteca, actualmente mejor protegida por los sistemas más avanzados de seguridad (la pintura se conserva en una urna de cristal de 40 milímetros de espesor, conocido como ‘cristal antiterrorista’, a prueba de balas, y diseñado por la empresa italiana Goppion), tardó dos días en confirmar su desaparición.
Entre ‘Los desposorios místicos de santa Catalina’, de Correggio, y ‘Alegoría’, de Tiziano, donde debería haber estado colgada la mujer más deseada del arte y la sonrisa más enigmática de la pintura, había un gran vacío. Alguien había descolgado ‘La Gioconda’ de la pared y se la había llevado. Así estallaba “el mayor escándalo que el mundo ‘cultivado’ haya conocido”, escribe Jérôme Coignard, autor de Une femme desaparaît, donde narra toda la historia del robo tras 12 años de investigación.
En la prensa se desarrollaron las teorías y cábalas más disparatadas sobre su desaparición: desde que había sido obra del propio Gobierno para distraer a la opinión pública de los avatares políticos, o un sabotaje perpetrado por los propios trabajadores del museo en demanda de mayores prestaciones laborales, pasando por una venganza de personas vinculadas con las nuevas vanguardias, hasta que su volatilización escondía una mala restauración. Más de dos años habría que esperar para conocer el desenlace y ponerle nombre al ladrón. Mientras tanto, la calle de Rivoli se convirtió en el epicentro de la noticia, donde miles de personas se reunían a la espera de cualquier dato o pista que ayudara a devolver la joya del Louvre a sus paredes.
Cuando el museo reabrió sus puertas, cientos de personas, que nunca habían puesto los pies allí, hicieron cola para ver el hueco dejado por el cuadro. Para resolver el misterio, se activaron todos los operativos de principios de siglo, hasta participó la agencia de detectives Pinkerton, pero se trataba de buscar una aguja en un pajar, un lienzo de tan sólo 77x53 centímetros.
Muchos fueron los acusados –entre ellos, Guillaume Apollinaire y Pablo Picasso- y pocos los resultados. Hasta 1913 que la dama reapareció. Lo hizo en Florencia, en su tierra natal, 400 años después de ser pintada. Y lo hizo de la mano de un tal Leonardo. El cuadro estuvo desaparecido durante dos años y tres meses hasta que el autor del robo, Vincenzo Peruggia, se lo llevó en tren a Florencia para ofrecerlo a un anticuario. Terminó en la Policía.
Día de marras
Peruggia llegó el domingo día 20 de agosto al museo y pasó allí la noche en un almacén. Todos los lunes se cerraba al público el museo para hacer limpieza y mantenimientos, así que a las ocho de la mañana y con una gabardina blanca de las que usaba el personal, descolgó el cuadro y, en la escalera Visconti, tiró el cristal y la tabla de su marco.
El día 22 el pintor Louis Béroud, que solía estar en el Louvre pintando, entró al Salón Carré, vio que la obra no estaba y avisó de inmediato a la guardia. En el cristal que Peruggia tiró en la escalera, dejó una huella de su pulgar izquierdo, pero de nada sirvió ya que en esa época se archivaban las huellas dactilares sólo de la mano derecha.
Pero este carpintero italiano no fue el cerebro de la operación, sólo su mano ejecutora. “El hombre no encajaba con el delito, y lo que era más curioso, su móvil no encajaba con la historia”, escribe R. A. Scotti en El robo de la sonrisa, unos de los libros centrados en la desaparición de la joya del Louvre.
El inductor del robo fue un estafador argentino, Eduardo de Valfierno. Antes de encargar el robo a Peruggia, pidió a Yves Chausron, un falsificador marsellés, seis copias perfectas del cuadro, usando pigmentos, procedimientos y tablas de roble como soporte que pudieran pasar el examen más atento. Tras 14 meses de trabajo las réplicas quedaron listas. Y una vez conocido el robo, seis posibles compradores pagarían por las réplicas creyéndolas la verdadera obra. Entre 30 y 60 millones de dólares fue el fruto de esta maniobra. Valfierno contó su historia a un periodista estadounidense, con el requisito de no hacerla pública hasta su fallecimiento.
El cuadro original estuvo siempre en posesión de Peruggia, quien al no recibir ninguna comunicación por parte de Valfierno, en 1913 se la ofreció al anticuario Alfedo Geri, quien recibió una carta firmada por un tocayo del artista del Renacimiento que decía: “Tengo en mi poder la obra robada de Leonardo da Vinci […]. Mi sueño es devolver esta obra maestra a la tierra de la que procede y al país que la inspiró. Geri invitó al falso Leonardo a enseñarle la pieza y ese fue el inicio para emprender el camino de regreso a Francia.
Ambos acordaron encontrarse en la oficina del señor Geri con Giovanni Poggi, director de la Galleria degli Uffizi. En esa cita estudiaron el cuadro y convencieron a Vincenzo para que se separara del mismo un día con el fin de analizar su autenticidad. Peruggia accedió y ellos acudieron a la policía, siendo el inspector Francesco Tarantelli quien lo detuvo el día 11 de diciembre. ‘La Gioconda’ fue devuelta a Francia el 31 de diciembre de 1913 y colgada nuevamente en el Salón Carré del Louvre el 4 de enero de 1914.
El ladrón fue juzgado en Italia y siempre alegó sentimientos patrióticos ya que quería que la pintura regresara a la tierra de donde salió y finalmente fue condenado a 1 año y 15 días de cárcel, pero cumplió 7 meses y 9 días.
El regreso a casa
Paradójicamente, el aniversario coincide con la petición de Italia de que ‘La Gioconda’ vuelva a ser expuesta en Florencia. El comité italiano para la valorización de los Bienes Históricos Culturales está recogiendo firmas -necesita cien mil- para su retorno a Florencia.
Un grupo de investigadores italianos ha presentado un proyecto para conseguir que la obra de Leonardo sea devuelta desde el Museo del Louvre a la patria del artista florentino. De momento, las firmas se acumulan en el centro de la ciudad toscana, pero está previsto que la iniciativa se extienda a otras ciudades italianas.
Sin embargo, no lo tienen fácil ya que el pasado mes de junio, cuando se lanzó de forma oficial la idea del retorno, el Museo del Louvre hizo saber que el cuadro no se moverá de París por su "extrema fragilidad" ya que el viaje podría causarle "daños irreparables".
Un estudio realizado por la Unesco concluye que el valor total de los robos de las obras de arte que se cometen cada año en el mundo asciende a diez mil millones de dólares. Es el tercer negocio ilegal más lucrativo, por detrás del tráfico de armas y de drogas.

Por Azucena Zarzuela  from elconfidencial.com  20/08/2011

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