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Los embajadores y enviados especiales de los gobiernos a menudo tienen que hablar con personas a quienes consideran tiranos. Pero, ¿por qué lo hacen? ¿Siempre se dan la mano?
Cuando el ex enviado para asuntos humanitarios de Naciones Unidas Jan Egeland se encontró con Joseph Kony, el temido y huraño líder del Ejército de Resistencia del Señor de Uganda, intencionadamente no sonrió.
Sabía que los fotógrafos estaban acechando, incluso en el campamento remoto donde la cita tuvo lugar.
"Una imagen lo puede perseguir a uno durante muchos años", explica. "Yo estaba muy consciente de que aquel era un asesino en masa. Se sabía que había secuestrado a miles de niños y había matado incluso a más. Sus familiares iban a ver esa imagen, todo el mundo la iba a ver", agrega.
Conocer a personas como Kony es parte de la carrera de muchos gobernantes y diplomáticos.
"No es necesario que te guste la gente a la que hablas, pero es indispensable hablar con todo aquel cuya ayuda sea imprescindible para resolver los problemas", apunta el ex presidente de Finlandia Marrti Ahtisaari.
Sus tres décadas de experiencia en mediación en lugares en conflicto por todo el mundo le hicieron merecedor del premio Nobel de la Paz en 2008.
Ahtisaari da un ejemplo de la vida cotidiana para explicar su acercamiento pragmático a esta cuestión.
"Digamos que te chocas con el auto de alguien: tienes que hablar con el conductor con quien tienes el problema".
Negociaciones y objetivos
Eso es diplomacia de la más difícil, a veces, incluso llega a ser peligrosa.
"Las personas malas, los asesinos en masa, los líderes militares y los dictadores pueden a menudo desbloquear la situación para otras personas", insiste Egeland.
Pero Ahtisaari advierte: "Nunca se debe acudir a un encuentro con alguien famoso simplemente porque se trate de algo extraordinario. Siempre tiene que haber un propósito mayor: liberar civiles, intercambiar heridos o discutir un alto el fuego".
Para poder acceder a millones de personas atrapadas en la peor hambruna en una generación, Estados Unidos relajó recientemente las restricciones para negociar con los rebeldes somalíes de Al-Shabab, clasificado como un "grupo terrorista con vínculos con al-Qaeda".
"Si formas parte de la profesión diplomática, mucho de tu tiempo puede transcurrir con gente con la que no sientes una gran afinidad", asegura Ivor Roberts.
Como embajador británico en Yugoslavia a mediados de los '80, Roberts tuvo que tratar con una serie de líderes que más tarde serían condenados por el Tribunal Penal de La Haya.
Dime con quién hablas...
Asegura que parte del trabajo es "taparse la nariz cuando te diriges a una reunión con ellos".
A menudo, los grandes desafíos atraen a grandes personalidades, como el ex gobernador estadounidense y embajador de la ONU Bill Richardson, quien se ha reunido con personas calificadas de tiranos en prácticamente todos los continentes.
Muchas veces, Richardson es enviado en misiones de rescate para liberar a estadounidenses capturados. Y suele aportar un estilo propio a la mesa de negociación.
"Los miras a los ojos, te sientas junto a ellos, a veces los abrazas, no de un modo que muestre amistad, sino de una forma respetuosa", afirma.
Para Richardson, las fotografías son, en algunos casos, un mal necesario.
En una reunión con Saddam Hussein en Bagdad en 1995 para negociar la liberación de dos estadounidenses, ambos posaron juntos ante las cámaras.
"Él bromeó conmigo", recuerda Richardson. "Me dijo: 'esto no es muy bueno para mí políticamente'. Y yo le dije: 'bueno, presidente, tampoco lo es para mí, usted no es muy apreciado en Estados Unidos'".
Los medios y los resultados
Las maniobras en el protocolo importan, pero al final lo que cuentan son los resultados.
"Cuando estás negociando con estos tiranos, es común entre quienes toman parte en el proceso haber llegado a un acuerdo previo sobre los pasos que se van a ir dando", subraya Joyce Neu.
Neu ha pasado décadas trabajando en resolución de conflictos y ha sido consejera del ex presidente de Estados Unidos Jimmy Carter en su labor en este campo en más de 20 países.
Tienen que haber dado una "señal de que tienen un interés que va más allá de las ganas de sacarse una foto contigo que pueda legitimarlos".
Los críticos insisten en que estos encuentros son una recompensa por el mal comportamiento. Éste es el argumento que invocan quienes se niegan a negociar con grupos como el movimiento palestino Hamas y el libanés Hezbolá, a los que varios gobiernos occidentales consideran terroristas.
Astisaari no está de acuerdo. "No creo que nosotros les demos legitimidad cuando ya la tienen, sobre todo cuando ha habido elecciones".
"¡Tú eras tan buen chico!"
Pero, ¿qué pasa si la distancia entre los valores de unos y otros y entre una visión del mundo y la otra es tan grande que avanzar se hace difícil, si no imposible?
"Es muy diferente y difícil con Corea del Norte porque, básicamente, ellos viven en un vacío aislado", admite Richardson en relación a un país que lleva visitando desde mediados de los '90.
Pero destaca que es importante intentar construir una relación para poder comunicarse cuando haya una crisis.
"Es un país que probablemente tenga tres o cuatro armas nucleares, dos millones de hombres armados, misiles y es peligroso".
Quien es considerado un tirano por unos, puede ser el líder legítimo de otros. El ex embajador talibán en Pakistán, Abdul Salaam Zaeef, concurre en que hay una necesidad de hablar.
"Nos guste o no, somos parte del mundo", señala. Pero dice que su límite está en hablar con los militares estadounidenses.
Desde el punto de vista de los mediadores, es mejor hablar que pelear, aunque algunas veces, ambas cosas son vistas como necesarias.
Para algunos, se trata simplemente de la convicción de que estar ahí y no hacer nada es inaceptable.
"Recuerdo que una vez, mi tía mía me dijo: '¿Cómo acabaste juntándote con todas esas malas personas? ¡Tú eras tan muy buen chico!'", rememora Jan Egeland.
Por Lyse Doucet y Giles Edwards from BBC.com 20 de agosto de 2011
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