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Al secretario del Papa le apodan 'Clooney'. Un amante del tenis y el ski, adora la buena mesa y es todo un maniático con la ropa.
La visita del Papa ha hecho vibrar a los católicos… y a algunos no católicos. El motivo, el Monseñor Gaenswein. ‘El Pájaro espino’, ‘El Clooney del Vaticano’. El asistente de Benedicto XVI, la persona que más horas pasa con él, resulta que es un sex-symbol de mucho cuidado. Ahora que pasea su irresistible sonrisa por las calles de Madrid es el momento de conocerlo mejor: és el cura más Divinity de todo el Vaticano.
Recibe cartas de amor de vez en cuando. Tiene fans por todo el globo. Al Monseñor Gaenswein en un principio le irritó que la prensa empezara a destacar su belleza y no le quedó más remedio que tratar de ignorarlo. Pero su fama no ha dejado de crecer desde que es el secretario de Benedicto XVI. En una ocasión, alguien suplantó su personalidad en Facebook y el impostor fue descubierto por los periodistas. Todo quedó en nada, pero los grupos que se forman en las redes sociales pidiéndole que cuelgue los hábitos no pueden esconderse. Un artículo de opinión de Reuters se preguntaba si todos estos incidentes no eran otra cosa que el precio de la fama.
No obstante, lo raro sería que no tuviese fama. A su atractivo como madurito a los 51 hay que añadirle que no oculta que le gustaban las chicas antes de ser sacerdote. Cuando le han recordado que en el colegio era el terror de las nenas, él se ha limitado a contestar que tenía los sentidos sanos y que cuando uno tiene los sentidos sanos, tiene que usarlos. Y aunque luego haya especificado que no ha tenido más que un par de amistades románticas, la revista italiana ‘Grazia’ le ha puesto nombre y apellido a su ex novia, Gaby Schätzle, a la que dejó con gran quebranto para casarse con Dios en los ochenta.
En aquellos tiempos llevaba el pelo largo, le gustaban Cat Stevens, Pink Floyd y los Beatles, pero la vocación sacerdotal le llegó de pronto, de forma súbita en el último año del instituto, para que luego digan que el rock and roll es cosa del Diablo. Al principio tuvo miedo de sufrir “un fata morgana” (un espejismo) pero una vez ordenado sacerdote ya no le quedaron dudas. Al menos eso se deduce de su opinión sobre el celibato, que entiende que es el precio a pagar por el compromiso con un ser superior.
Otra revista italiana, ‘Chi’, también se despachó a gusto ofreciendo información personal del hombre de máxima confianza del Sumo Pontícife. Según lo publicado, le gusta jugar al tenis en un club privado. Allí acude calzando Nike, con shorts Lotto, raqueta Völkl y reloj de pulsera Swatch. Le pide a todos los socios que por favor lo llamen sólo Georg, sin más. Y se lamenta de que, desde que trabaja para Benedicto, no puede entrenar al tenis tan duro como le gustaría.
‘Chi’ hasta revelaba su estilo con la raqueta. “Atlético, musculoso y ágil”, tiene un smash poderoso y hace correr a sus rivales, aunque no sube mucho a la red, prefiere estar a la defensiva. En suma, es un poco como nuestro Nadal. Pero el tenis no es su única pasión. También esquía. En el exclusivo club ‘Cofradía de St. Cristopher’ de los Alpes austriacos, concretamente. Y cuando jugaba al fútbol, que también lo ha hecho, peloteaba como delantero centro, aunque el testimonio de un amigo de juventud, Albert Baumaister, explica por qué no siguió con el balompié de forma profesional: después de cada partido se tomaban cervezas de dos litros para cantar y meterse con las chicas. “Éramos un poco gamberros”, recuerda.
En cuanto a su personalidad, el semanario reveló que le gusta la buena mesa. Y que a la hora de impartir doctrina, es más rígido incluso que su propio jefe, aunque nunca le escatima una sonrisa a nadie. Parece el hombre más feliz del mundo, pero se ha publicado que se le atraganta la pachorra de los italianos y el escrupuloso caos en el que está sumida Roma. Si bien él se confiesa enamorado del país y de sus gentes, especialmente de la pizza margarita.
Coqueto como pocos, ‘Chi’ señalaba que los trapitos son su mayor debilidad. No en vano, otras publicaciones le han responsabilizado de los zapatos de Prada y el Cartier del Pontífice que tantas críticas cosechan. Exige que le planchen las sotanas con precisión quirúrgica. Meticulosidad, un toque maniático, que tal vez le hayan ocasionado algún que otro incidente pues él mismo considera que su mayor defecto es no tener paciencia.
Y poco más sabremos de este Richard Chamberlain 2.0. En cuanto la celebridad empezó a írsele de las manos cortó por lo sano. Ya no concede entrevistas para comentar su vida privada. No puede ser que el asistente del representante de Dios en la Tierra esté más presente en las carpetas de las adolescentes junto a Cristiano Ronaldo y Justin Bieber que en sus, sin duda, incontables labores.
From divinity.es 19/08/2011
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