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El pasado año se produjeron 118.470 casos de fraude, un 64% más que en 2007.
España está bien provista de estafadores, oportunistas y trileros. Es la idiosincrasia de la tierra que alumbró El Lazarillo de Tormes y El Buscón. Desde que existen, las aseguradoras han tenido que lidiar con timadores y caraduras. Ahora, con la crisis, este pulso se ha recrudecido. La adversidad de los tiempos aviva la picaresca.
El pasado año, el sector detectó 118.470 casos de fraude. En 2007, percibió la existencia de 72.424. La cifra ha ido subiendo de forma sostenida año a año, hasta anotar un incremento de un ejercicio a otro del 64%.
Tres de cada cuatro casos siguen ligados al seguro automóviles, si bien este ramo ha perdido algo de peso relativo.
En su lugar llama la atención cómo, con la crisis, se han disparado las estafas vinculadas a seguros de vida, accidentes y salud. De hecho, se han cuadruplicado en estos cuatro años al pasar de 1.377 casos a 4.153. Entre tanto, las estafas vinculadas a pólizas de multirriesgos se mantienen más o menos estables y representan un 20% del total.
¿Pero quién está detrás del fraude? "Prácticamente todos los casos que se detectan corresponden a particulares. Aunque son mucho más frecuentes, el importe que se reclama por caso suele ser más bajo", explica José María Olazábal, director de programas de ICEA. Este experto del centro de investigación de la industria aseguradora considera mucho más preocupante la acción de las mafias organizadas. "Suponen un pequeño volumen de los casos pero en cada estafa logran obtener cantidades mucho más relevantes. Actúan principalmente en el ramo de autos".
Casi siempre, es el propio asegurado quien trata de cometer el fraude. El papel del contrario solo resulta relevante en los siniestros de coche (22%). Y ni los mediadores ni los proveedores de las aseguradoras (talleres, médicos, albañiles...) suelen participar en los timos. Solo hay una excepción: agentes y corredores tuvieron un peso destacado el pasado año en las estafas vinculadas a seguros de vida, accidentes y salud. Estuvieron detrás de un 8% de los casos desvelados.
Importes defraudados
En 2010, el sector detectó siniestros sospechosos que exigían la entrega de 486 millones de euros en concepto de indemnizaciones. Tras las pesquisas, se demostró que no correspondía pagar 348 millones. José María Olazábal tiene claro que "la primera víctima de los intentos de fraude al seguro son los propios clientes". A fin de cuentas, el importe de las primas fluctúa según evolucione la siniestralidad.
Este especialista apunta que "algo está cambiando en la percepción del seguro por la sociedad" porque en los últimos años personas no implicadas en los siniestros han ayudado a destapar fraudes. Sin embargo, también es cierto que mucha gente intenta defraudar porque sabe que, aunque les desenmascaren, rara vez hay consecuencias.
Para descubrir si existe un timo, las aseguradoras acuden a un rosario de profesionales (peritos, detectives, médicos, policía...) así como a las nuevas tecnologías. La informática hace más difícil antedatar las pólizas para cobrar por siniestros ya acaecidos.
Internet también ayuda a desvelar si hay alguna relación preexistente entre el causante del siniestro y el perjudicado. Se han dado casos donde los implicados en un choque de tráfico negaban conocerse cuando se encontraban agregados en Facebook. La Ley de Protección de Datos ha cortado hasta la fecha todos los proyectos para crear un fichero oficial de defraudadores al seguro. Sin embargo, un tramitador de siniestros de una firma de peso reconoce que su empresa les facilita los apellidos de familias que han tratado de timar en el pasado al sector.
A veces es peor el remedio que la enfermedad. El fraude siempre ha existido y siempre existirá y las aseguradoras lo asumen. La clave para las compañías reside en administrar sus fuerzas y saber decidir en qué casos compensa investigar y en cuáles resulta menos caro hacer la vista gorda... Incluso cuando algo huela a chamusquina.
El pasado año, las 21 entidades que colaboraron con el estudio sobre el fraude de ICEA destinaron 6,7 millones de euros a analizar posibles timos. Dicha inversión permitió eludir estafas donde se reclamaba el pago neto de 341 millones de euros en indemnizaciones. Así, por cada euro dedicado a investigación se evitó pagar casi 52 euros.
Para destapar los engaños las aseguradoras movilizan a sus peritos, quienes se encargan de valorar el origen del siniestro y el importe de los daños. También contratan los servicios de detectives privados. Su labor es contrastar si la documentación aportada es verdadera y si los relatos expuestos por los implicados en el siniestro son o no creíbles. A veces, las compañías acuden a laboratorios especializados para analizar las muestras recogidas en el lugar del siniestro. E incluso en algunas ocasiones requieren los servicios de empresas especializadas de diversa índole. Un ejemplo: cuando se derrumba un edificio puede ser necesario contratar a una empresa de recogida selectiva de escombros porque entre los restos del inmueble puede residir la clave de un fraude.
Autos. Todos los coches deben contar por ley con un seguro. Por eso, esta es la línea de negocio que más dinero factura y que más intentos de fraude presenta. Las aseguradoras detectaron 89.248 casos el pasado año. Es muy habitual que los conductores con pólizas a terceros se inventen siniestros donde el culpable es otra persona: su compinche. La compañía indaga en atestados policiales y partes hospitalarios, visita el lugar de los hechos y habla con posibles testigos para dilucidar la verdad de los supuestos hechos. Otro timo frecuente es, en caso de accidente real, cambiar la identidad del conductor en el parte para lograr que la aseguradora cubra las lesiones personales que ha sufrido. Además de las tretas de particulares, el ramo sufre la acción de las mafias. Bandas organizadas compran coches destrozados, los aseguran como si fueran nuevos y -¡oh, casualidad!-, el vehículo sufre un siniestro total.
Salud. Un clásico entre los clásicos. Es habitual que una persona contrate una póliza de salud cuando se le detecta una enfermedad grave que puede resultarle muy onerosa. Sin embargo, al hacerlo oculta su patología a la compañía. Cuando el diagnóstico sale a la luz, la aseguradora investiga si el origen es anterior al contrato o si se ha producido un fraude en la suscripción del producto.
Vida. Existe vida después de la muerte, al menos para algunos estafadores. Contratan una póliza de vida con una compañía española y fallecen en algún país extranjero donde resulte difícil hacer pesquisas y fácil corromper a algún funcionario o falsificar la documentación. El África subsahariana y Europa del Este son regiones idóneas. Sus compinches realizan los trámites pertinentes ante la aseguradora y, tras cobrar la indemnización, a repetir la jugada. A veces, para no despertar sospechas, se contratan varios seguros de bajo importe indemnizatorio con distintas compañías. ¿Cómo se combate esto? La compañía manda un detective a investigar las causas del fallecimiento y el lugar, hablar con posibles testigos y con el personal médico involucrado. Incluso conversa con el sacerdote y el enterrador local para ver si, de verdad, la persona ha fallecido.
Comercio. Algunas desgracias son bienvenidas. No hay nada mejor que una inundación o un incendio en un comercio para despachar esas existencias a las que no hay forma de dar salida o denunciar un ficticio robo para que la indemnización del seguro ayude a compensar la mala marcha del negocio. Un repaso a albaranes de compra y libros de existencias, junto a las pesquisas de la policía científica, puede desvelar si el siniestro ha sido provocado.
Por E. G. Ercoreca - Madrid – from cincodias.com 12/09/2011
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