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LA DOPAMINA JUEGA UN PAPEL PRINCIPAL EN LA REPRODUCCIÓN DE CONDUCTAS DE RIESGO.
Intensificar artificialmente el placer sexual mediante cocaína, estimulantes como el éxtasis y de otros tóxicos como los Popper, ha generado en los últimos años adicciones mixtas (tóxico-sociales) de marcada gravedad y difícil tratamiento.
La inmensa mayoría de consumidores de cocaína y alcohol inicialmente limitan sus consumos adictivos a ambientes lúdicos y de sus encuentros sexuales o sociales. Hoy sabemos que tanto la conducta sexual (y social) como el consumo de diversas drogas se graban en nuestra química cerebral mediante la liberación de dopamina.
Esta liberación de dopamina se creía que producía el placer. La investigación más reciente ha probado que no es así. La función más esencial de la dopamina es detectar, grabar y repetir conductas necesarias para la supervivencia del individuo o de la especie (alimentación, hidratación, descarga sexual, contacto social).
Por desgracia, sustancias muy distintas pueden producir la misma reacción. Cocaína, heroína, nicotina o alcohol riegan de dopamina zonas de nuestro cerebro que forman el sistema de neuronas denominado circuito de recompensa.
Complicando aún más las cosas, algunas conductas sociales y de juego también producen dopamina en este circuito de recompensa. Entre las sociales se cuentan interacciones grupales de carácter excitante para el protagonista (una conferencia, una obra teatral, un concierto multitudinario, un encuentro deportivo mediático).
En la línea lúdica, existen actividades “solitarias” mediadas por máquinas que nos exponen a una súbita descarga emocional (tragaperras, videojuegos, chats por ordenador, deportes de riesgo o extenuantes). También este tipo de experiencias quedan registradas en nuestro circuito de recompensa mediante dopamina.
Nuestras neuronas menos sofisticadas no distinguen las reacciones químicas causadas por estímulos naturales de todas las debidas a drogas o conductas de riesgo. Una vez hemos contactado suficientes veces con el alcohol, la cocaína o la nicotina, el deporte de riesgo o una relación sexual que comporte peligro, nuestro circuito de recompensa considera tan absurdo dejar esas sustancias o conductas adictivas como lo sería dejar de comer o de ingerir agua.
La vulnerabilidad de este sistema es individual y genética, pero la capacidad de las sustancias y conductas adictivas de producir dopamina es universal y muy superior a la de los estímulos saludables. Por economía básica cuando se consolida la adicción, se desechan “segundos platos” como la alimentación o el autocuidado. Debido a que “la dopamina llama a dopamina” gatillos como la copa después de la comida, el encuentro sexual, la quedada con los amigos disparan el deseo imperioso de consumo de sustancias (nicotina, cocaína, más alcohol) o el ansia por conductas arriesgadas, cerrando el círculo vicioso de la adicción.
¿Significa esta espada de Damocles sólo una amenaza? Antes al contrario, permite entender cómo paliar el deseo de consumo o conductas adictivas cuando se intentan interrumpir. Una nutrición no hipercalórica ante el aumento del apetito al dejar el tabaco, compensar con comidas dulces o chocolate el alcohol o la cocaína que se quiere abandonar, o potenciar el reencuentro social o la práctica de ejercicio físico puede ayudar a engañar a nuestro circuito de recompensa durante las primeras fases de la abstinencia.
Por Javier Sánchez from elconfidencial.com 13/10/2011
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