Foto por Corbis from elconfidencial.com
SUELEN COMETER LOS MISMOS ERRORES.
¿Has olido un perfume sospechoso en el traje de tu marido? ¿De pronto tu mujer se compra ropa íntima demasiado sensual? ¿Tu pareja esconde su teléfono móvil y lo mantiene todo el día en silencio? ¿Has descubierto gastos extraños en vuestras cuentas corrientes?
Quizá es una falsa alarma y todo tiene una explicación, pero es muy posible que se trate de una infidelidad. Mantener una relación íntima en secreto no es nada fácil, mucho menos si quien lo hace convive con su pareja. Siempre hay algún detalle que se escapa, alguna temeridad que el infiel comete cegado por la pasión, algún patinazo en el discurso. Y, por lo general, siempre son los mismos. Por eso, si uno presta atención, no es tan difícil pillar a un infiel.
Gracias al extendidísimo uso de las nuevas tecnologías, internet y los móviles se han convertido en grandes aliados de los amantes secretos. Pero también de quienes quieren desvelar sus aventuras. Lo primero que hace una persona que engaña a su pareja es alejar de ella su teléfono. No sólo porque contenga posibles mensajes ‘picantes’ del otro o la otra, sino porque nunca se sabe cuándo puede llamar un amante ardiente.
Algunas de las vías de comunicación más cómodas son el email y las redes sociales ya que, dado que las usamos principalmente en la oficina, es difícil que la persona que nos espera en casa tenga acceso a ellos. Pero el ordenador del salón siempre está ahí, y a cualquiera se le puede pasar cerrar su bandeja de entrada… Quizá un mensaje titulado “¿Cuándo nos vemos?” o “Me lo pasé genial anoche” haga saltar todas las alarmas.
En las distancias cortas
Más allá de los teléfonos y los ordenadores hay otras señales mucho más sutiles que una pareja es capaz de percibir. Por lo general, cuando alguien lleva bastante tiempo conviviendo deja de arreglarse tanto como al principio, descuida su ropa interior y pierde, un poco, la ilusión por gustar a los demás. Pero si aparece alguien nuevo, trae consigo todas esas sensaciones del principio de una relación y quién esté comenzando con una aventura se dejará arrastrar por ellas.
Por eso es importante prestar atención al hecho de que, por ejemplo, nuestra pareja se compre mucha ropa nueva últimamente, se preocupe de llevar a la oficina ese conjunto de lencería que antes sólo se ponía en ocasiones especiales o se esmere mucho en el peinado para salir con los amigos.
En las distancias cortas las sospechas se acentúan, y no sólo porque podamos oler el perfume que la otra persona haya impregnado en la piel de nuestra pareja. Su comportamiento será diferente. Seguramente rechace con frecuencia los encuentros sexuales alegando cualquier excusa que, hace no tanto, no suponía ningún impedimento. Quizá se ponga nervioso y cambie de tema cuando se hable de infidelidades o de planes a largo plazo.
El infiel se preocupará por buscarse coartadas para poder ver a su amante pero al volver a casa siempre enfrentará el típico “¿qué tal te ha ido?”. Ahí es donde quien pregunta echará en falta los relatos que antes le hacían sobre los partidos de fútbol con los amigos o las salidas de cañas con las amigas. Lo que en su día era un cuento interminable de “Juan ha metido un gol increíble en el último minuto” o “Pepa ha encontrado un nuevo novio y está feliz” se convertirá en un lacónico “bien, nada, hemos estado por ahí, charlando…”.
A la larga este tipo de situaciones se convierten en insostenibles pues siempre habrá un momento en el que la pareja engañada coincida con la ‘cobertura’ del infiel: sus amigos, sus compañeros de trabajo, su familia…
“¡Hombre, cuánto tiempo sin verte!” exclama un amigo por la calle en un encuentro casual. “Ah ¿pero no estuvisteis juntos la semana pasada en una cena?”, pregunta la novia, inocente. “No pero… al final… él no pudo venir… ¿no te lo dije?”. Por lo general todas las personas confían en la veracidad de las palabras de su pareja pero si la sospecha ya existe, atención a este tipo de ‘despistes’.
Hay muchas más actitudes que pueden delatar, con más o menos evidencia, al infiel. Darse una ducha a horas extrañas al llegar a casa, empezar a tener, de pronto, demasiadas reuniones de trabajo o demasiadas cenas con un grupo de amigos antes casi inexistente, evitar las conversaciones sobre la situación de la pareja, rechazar planes que le mantengan fuera de la ciudad durante demasiados días… Ya será cosa del desconfiado juzgar si las coartadas son creíbles o no.
Por Rebeca Royo from elconfidencial.com 09/12/2011
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