viernes, 29 de julio de 2022

Si crees que Putin está ganando en Ucrania, no te estás enterando de nada



Escenas tras el bombardeo de Toretsk, en el Donbás. (Reuters)



La llegada de los equipos occidentales de armamento, sobre todo los sistemas Himars, ha cambiado radicalmente la dinámica bélica



En este punto, seguir afirmando que tarde o temprano Rusia acabará por vencer a Ucrania implica no haber estado prestando atención a todo lo que está sucediendo sobre el terreno. La llegada de los equipos occidentales de armamento, sobre todo los sistemas Himars, ha cambiado radicalmente la dinámica bélica, al permitir a Ucrania atacar los depósitos de munición y centros de mando rusos cercanos al frente. Hasta ahora, Rusia estaba venciendo en el Donbás porque podía concentrar toda su potencia de fuego en puntos muy concretos, obligando a los defensores ucranianos a retirarse ante la imposibilidad de resistir semejante embestida de artillería. Pero con estos nuevos sistemas, el Ejército ucraniano ha obligado a las fuerzas rusas a emplazar estos puestos a mucha mayor distancia, dificultando enormemente su logística.

El resultado lo estamos viendo ya: las imágenes de satélite muestran que la ofensiva rusa en el Donbás se ha detenido totalmente, con apenas algún intercambio esporádico de artillería de vez en cuando. Nada que ver con la muralla de fuego de hace apenas tres semanas.

Más preocupante aún para los invasores es lo que está sucediendo en Jersón, donde la combinación de sabotajes y acciones guerrilleras con las acciones del ejército convencional está produciendo un lento pero inexorable avance ucraniano, que ya se encuentra a las puertas de la capital regional. La artillería ucraniana lleva días bombardeando los puentes sobre el río Dnipro, dificultando la llegada de refuerzos rusos desde Crimea. Si esos puentes caen o son inutilizados —lo que parece cuestión de días, si no de horas—, las fuerzas rusas en Jersón quedarán totalmente aisladas, lo que imposibilitaría toda posibilidad de resistencia en un contexto en el que la población local es abiertamente hostil a la ocupación.

Las tropas rusas, de hecho, lo saben. Están emergiendo testimonios sobre saqueos rusos en los barrios más pudientes de Jersón, lo que ha sido interpretado como un gesto anticipatorio por si los ocupantes tienen que retirarse. Un saqueo no es la mejor forma de ganarte a la población local, pero además es un indicador de que no piensas quedarte mucho tiempo. A diferencia de otras zonas del país, como Irpín y Bucha, hasta ahora las regiones del sur no habían sufrido este tipo de acciones de forma masiva, puesto que el interés de Moscú ha sido en todo momento promover una posible integración con Rusia, nombrando unas autoridades títeres y fomentando medidas como el uso del rublo y el currículum escolar ruso en las escuelas.

Pero si Jersón cae, sucederán varias cosas. La primera es que cualquier pretensión rusa de lanzar una ofensiva terrestre sobre Odesa —cuya conquista habría permitido a Rusia establecer un corredor terrestre hasta Transnistria— se esfumará irremediablemente. La segunda es que Ucrania consolidará una base desde la que puede amenazar no solo el resto de la provincia, sino también Crimea, o al menos las áreas vitales desde las que se suministra agua potable a la península, cuya conquista era uno de los objetivos primordiales de la invasión. La tercera es que la retirada rusa probablemente galvanizará la resistencia en otros lugares como Melitópol, al demostrar que la liberación es posible.

Pero es la cuarta la que quizá tenga mayores consecuencias. La pérdida de Jersón no solo dificultaría enormemente los planes rusos de anexionarse los territorios ucranianos al sur del río Dnipro, tras un referéndum predeterminado que, según la agencia Bloomberg, podría tener lugar el próximo 15 de septiembre. Su caída también supondría una debacle muy difícil de explicar para un público ruso a quien día tras día se le está diciendo que la “operación especial” marcha según lo planeado, y aumentaría el descontento entre los halcones rusos que consideran que su país no está lo suficientemente comprometido desde un punto de vista militar, y que Rusia debería entrar con todo en Ucrania. Esto, naturalmente, contribuye a erosionar el liderazgo político de Putin, y probablemente derive también en la enésima purga entre los cabecillas militares a cargo de la invasión.


Sin soldados suficientes

Pero el principal indicador de que la guerra no va bien para Putin es la creciente dificultad para encontrar tropas para la ofensiva, así como para motivar a quienes ya están luchando. Las autoridades rusas han lanzado un plan para formar batallones de voluntarios en cada una de las regiones de Rusia, con los que esperan reclutar más de 34.000 soldados nuevos para Ucrania. Anuncios en televisión y en volantes repartidos por la calle piden nuevos participantes para la campaña, en los que se ofrecen salarios de 200.000 rublos (unos 3.400 euros al cambio), a pesar de lo cual el número de enrolados está muy por debajo de las expectativas. El diario 'The Moscow Times' reporta que los voluntarios son enviados al frente tras apenas cinco días de entrenamiento. Mientras tanto, cientos de soldados profesionales y miembros de la Guardia Nacional se han negado a servir en Ucrania —algo que en teoría están en su derecho de hacer, dado que la invasión no está formulada como una guerra sino como una 'operación especial'—, ayudados por una red de ONG y defensores de derechos humanos con formación legal.

La semana pasada, además, se hizo público un vídeo, enviado por un soldado ruso a su madre, en el que se ve cómo un grupo de ingenieros militares se niega a obedecer las órdenes de su coronel. Los hombres se encuentran ahora a la espera de ser juzgados por un tribunal militar. En al menos otro incidente, varios miembros de la 11ª Brigada de Guardias de Asalto Aéreo, una unidad militar de la República de Buriatia desplegada en Ucrania desde el principio de la invasión, presentaron su dimisión. Sus comandantes, en lugar de permitirles regresar a casa, les pusieron bajo arresto e incomunicados, según denuncia la Fundación Buriatia Libre. Y no son los únicos casos.

Todo esto supone un problema serio a la hora de reemplazar las numerosas bajas en combate, similares a las que tuvo la URSS durante una década de invasión en Afganistán. Tanto los servicios de inteligencia de EEUU como los del Reino Unido estiman que la cifra de soldados rusos muertos en Ucrania ronda los 15.000, a los que se suman unos 45.000 heridos. Las bajas en el bando ucraniano son similares, pero la diferencia estriba en que en este último caso los combatientes están librando una guerra por la liberación de su país, un factor que siempre ha sido determinante a lo largo de la historia (véanse los dos millones de norvietnamitas muertos durante la guerra de Vietnam, frente a menos de 60.000 estadounidenses).


Impacto de las sanciones y la supuesta resiliencia

A todo ello se suma el impacto de las sanciones. Existe bastante debate al respecto, pero frente al triunfalismo del Kremlin y la asunción de que Rusia está capeando bastante bien la situación, un grupo de expertos de la Universidad de Yale ha analizado múltiples indicadores privados —y no solo los datos públicos, que hace meses que el gobierno ruso maquilla a su conveniencia— y ha concluido que la economía rusa resiste a duras penas, y que casi todo lo que se dice sobre la supuesta resiliencia rusa es un mito. Incluso si estos expertos se equivocan, existe consenso en varios aspectos: que Rusia es incapaz de reemplazar los avanzados componentes tecnológicos occidentales que su industria militar necesita, lo que le está obligando a recurrir a armamento cada vez más desfasado y precario, y que las sanciones están lejos de ser inocuas. De hecho, la mayoría de especialistas, tanto dentro como fuera de Rusia, señalan septiembre como el mes en el que empezarán a notarse de verdad.

Y aunque tras la batalla de Jersón la guerra podría simplemente estancarse, eso no significa que el tiempo corra a favor del Ejército ruso, contrariamente a lo que piensan muchos (incluido el propio Kremlin). En 2024 Putin se presenta a una reelección que en condiciones normales debería ser un mero formalismo, pero lo cierto es que en sus más de dos décadas de gobierno los únicos momentos en los que su mandato se ha visto amenazado por protestas populares ha sido bien por sus esfuerzos para mantenerse en el poder (como en 2011-2012, cuando Putin anunció que regresaba a la presidencia para suceder a Dimitri Medvédev tras su interregno como primer ministro), bien por razones económicas (como en 2017-2018, cuando las movilizaciones contra la corrupción se fusionaron con las protestas por la reforma de las pensiones). Aunque el contexto —y el nivel de represión— es ahora muy diferente, el inevitable malestar económico derivado de las sanciones podría llevar a muchos rusos a cuestionar la conveniencia de que Putin siga al mando del país, especialmente si el esfuerzo bélico no marcha bien.

En este contexto, uno podría esperar cierto pragmatismo por parte del gobierno ruso, pero hasta ahora la única reacción ha sido redoblar la apuesta. Esta semana, Gazprom volvió a reducir el suministro a través del gasoducto Nord Stream 1 al 20%, lo que demuestra que Rusia se mantiene inflexible incluso ante un actor tan dispuesto a hacer concesiones al Kremlin como es Alemania. Moscú cree que de esta manera refuerza sus bazas negociadoras, pero es al contrario: con cada una de estas medidas, convence al resto de países de que el único camino posible es apoyar a Ucrania hasta el final.




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28/07/2022 - 05:00 Actualizado: 28/07/2022 - 15:07
www.elconfidencial.com/mundo/2022-07-28/putin-guerra-ucrania-ofensiva-detenida_3467547/