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En un momento en el que las generaciones jóvenes buscan concretar el encuentro de las emociones que sienten perdidas, por ejemplo, a través de los cuidados, ¿están los sentimientos más o menos cerca del plano físico?
La emoción se está perdiendo, o las emociones, en plural, un compendio de todo eso que nos hace sentir y que parece estar acumulándose en un recuerdo pasado "desconocible". Pero, ¿ha existido realmente alguna vez algo entendido como tal? Nos disolvemos en la prisa, dentro de una vorágine de velocidad que deshumaniza el cuerpo mismo, lo palpable, ¿y dónde queda lo que no lo es? ¿Están hoy los sentimientos más o menos cerca de los seres humanos en su plano físico? Justo en un momento en que parecen ser más protagonistas que nunca, al tiempo que las generaciones jóvenes buscan una recuperación de las emociones en los cuidados, parece necesario poner las emociones en palabras.
En su libro 'Intimidades congeladas', la socióloga Eva Illouz parte de considerar las emociones como una intersección entre "significados culturales y relaciones sociales" que, al comprometer simultáneamente "cognición, afecto, evaluación, motivación y cuerpo", comportan una condensación de energía susceptible de posibilitar la acción humana. Todo ello está hoy atravesado por un sistema socioeconómico basado en la idea clásica de la obligación, pero visto fuera de ella.
A principios del siglo XX, Max Weber ya llegó a pensar que el amor sería algún día la última reserva ante el progreso de lo que denominaba “la jaula de hierro” que actualmente incluye la opresión burocrática y tecnológica, "pero es cada vez más dudoso que tuviese razón. Más bien al contrario: el amor, y en general la necesidad de reconocimiento emocional, se ha convertido en el negocio más significativo de los últimos veinte o treinta años", asegura el filósofo Ramón Alcoberro.
La importancia de los sentimientos
La individualización es un trance social mucho más enraizado de lo que puedes imaginar. Así, aunque el análisis de la importancia de los sentimientos forma parte de los estudios sociales desde principios del siglo XX, no fue hasta la segunda mitad del siglo pasado cuando, con la emergencia de las sociedades de la abundancia, explica Alcoberro, aquellas cuya oferta era muy superior a la demanda social de sus productos, y con el triunfo del marketing, se hizo evidente que los sentimientos "acabarían siendo una significativa área de negocios de un futuro que ya es presente".
"El yo no es una entidad dura, fija, cognoscible, con contenido y bordes bien delimitados. En realidad, se trata de una entidad social y pragmática, que constantemente se ve transfigurada por las circunstancias y el accionar de los otros", recuerda Illouz. En las últimas casi dos décadas de investigación sobre la capacidad de emocionarse a diario, docenas de estudios han descubierto los beneficios asociados con el asombro. Una investigación reciente que escanea el cerebro de las personas mientras experimentan asombro, sugiere que este efecto se manifiesta a nivel neuronal.
Sin embargo, el psicólogo Dacher Keltner, habla del asombro como una experiencia que sobrepasa a ese "yo": "Cualquier cosa que se experimente como mucho más grande que el yo. O el nivel ordinario de experiencia del yo, se puede catalogar como asombro". De acuerdo con Keltner, la capacidad de emocionarse a diario nos obliga a ajustar nuestras estructuras mentales para asimilar nueva información.
Un proceso orgánico
Formados en el contexto filosófico del dualismo metafísico occidental, muchos de nosotros hemos aceptado la idea de que hay una escisión entre cuerpo y mente, como apunta la escritura y activista Bell Hooks en su libro 'Enseñar a transgredir. La educación como práctica de la libertad'. Nada más lejos de la realidad, por eso que la aceleración de la vida moderna obvia, las emociones, se desencadenan de forma orgánica.
Es precisamente el corazón, ese órgano que se asegura de mantenernos vivos abasteciendo a todo el cuerpo de provisiones, el que nos puede indicar si una persona está experimentando alguna emoción, incluso si la está intentando regular u ocultar. Pero, ¿cómo podemos saber todo esto por el corazón? Por la variabilidad de la frecuencia cardíaca.
Es decir, aunque pensemos que nuestro corazón siempre late al mismo ritmo, esto no es así, o no debería serlo, a menos que tengamos un marcapasos o tomemos determinada medicación. Un corazón sano a veces late más rápido, otras más lento, cambiando continuamente y es precisamente este cambio lo que denominamos variabilidad de la frecuencia cardíaca.
"Desviando nuestra atención del enfoque solo del yo, las preocupaciones diarias parecen ser menos sobresalientes y el estrés se vuelve menos intenso"
Además, parece existir una conexión entre experimentar asombro y tener una mejoría en la salud física. "En presencia de algo vasto que trasciende nuestra comprensión del contexto actual, a menudo estamos en el estado de asombro. Como este sentimiento profundo puede desviar nuestra atención del enfoque solo en el yo, las preocupaciones diarias molestas parecen ser menos sobresalientes y el estrés diario se vuelve menos intenso", explica un grupo de investigadores de la Universidad de California en Berkeley.
Curiosamente, desde una parte de la investigación psicológica parece cerrarse un círculo en el mismo punto en el que Illouz desconfía de esta: "Lo que hizo del yo terrenal un atractivo objeto de imaginación fue el hecho de que ahora sintetizaba dos imágenes culturales opuestas: la de la normalidad y la de la patología. El extraordinario logro cultural de Freud consistió tanto en ampliar el campo de lo normal al incorporar en él aquello que hasta entonces había sido definido como patológico como en problematizar la normalidad, haciéndola así un objetivo arduo para lograr el cual ahora hacía falta la movilización de una larga serie de recursos culturales".
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18/09/2022 - 05:00
www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2022-09-18/en-el-mundo-emociones-perspectiva-cuerpo_3490492/