miércoles, 14 de septiembre de 2022

Los influencers profesionales no bailan en TikTok ni dicen tópicos

(Foto: iStock).


  • Un nuevo perfil de mentores profesionales se abre paso tras la pandemia
  • Las grandes empresas prefieren motivadores con verdadera experiencia profesional
  • El intrusismo amenaza a los profesionales que buscan consejo profesional


Conferenciantes, 'speakers', mentores, coachs, gurús... Los últimos dos años han supuesto un terremoto sin precedentes en el negocio de la motivación y consultoría de liderazgo en el ámbito profesional. Aunque quizá muchos no se han dado cuenta por estar demasiado pendientes de TikTok.

Esta es una historia aparentemente sencilla. Antes de la pandemia, las grandes empresas invertían millones de euros al año en eventos multitudinarios para sus empleados en los que un experto de reconocido prestigio daba consejos para afrontar los desafíos del día a día. La palabra más repetida entonces era "actitud".

Estas convocatorias, que ante todo servían para reforzar la cultura corporativa y la cohesión de los equipos al margen del entorno habitual de la oficina, se veían complementadas por programas más exclusivos dirigidos a los ejecutivos, impartidos muchas veces por escuelas de negocio y orientados hacia estrategias enfocadas en la gestión de alto nivel.

Pero todo esto se vio frenado en seco con los confinamientos impuestos por el Covid. El teletrabajo, en muchos casos improvisado sobre la marcha, se convirtió en la norma para estas compañías y la presencialidad se sustituyó por las videoconferencias. Los expertos en motivación, como todos los demás, tuvieron que reconvertirse al nuevo panorama. Y ahí estaban las redes sociales.

Junto a los clásicos canales de Twitter, Instagram o YouTube, 2020 marcó la eclosión de nuevos canales. Algunos fueron flor de un día, otros arrasaron. El caso más llamativo es TikTok, una recién llegada capaz de plantar cara a los gigantes consolidados. Pero más relevante en esta historia es el caso de LinkedIn, que en 2020 asistió a su verdadero renacimiento en España. Nuestro país es, junto a México, uno de los mercados en los que más crecieron en 2020 los usuarios de la filial de Microsoft. Pero ser un "influencer para profesionales" no es lo mismo que ser un "influencer a secas".

"Convendría diferenciar entre dos tipos de perfiles: el que solo vive de las ponencias y la creación de contenido en redes sociales, y los profesionales que vivimos de nuestra profesión, y como consecuencia de nuestra experiencia y reputación en nuestras respectivas disciplinas terminamos por tener cierto grado de influencia en esas mismas redes", señala a elEconomista Jordi Alemany, consultor y mentor ejecutivo y un ejemplo destacado de la revolución de la que trata este artículo.

Empresario valenciano con amplia experiencia internacional, decidió volver a España poco antes de la pandemia para dedicarse a asesorar a empresas y sus directivos para diseñar estrategias que recogieran conceptos que por entonces empezaban a arrasan en la filosofía de negocios anglosajona como "liderazgo" o "valores". Desde esa posición hace una radiografía sin pelos en la lengua sobre lo ocurrido.

La paradoja del lunes siguiente

Alemany tiene bastante claro qué ocurrió con los "grandes conferencistas motivacionales". Sumado al varapalo económico que la pandemia les supuso por la cancelación de eventos en 2020 y 2021, el tiro de la reconversión digital les salió por la culata. "Para mantenerse vivos en el nuevo terreno de juego se vieron obligados a democratizar sus contenidos, lo que los hizo menos exclusivos, y por tanto, menos atractivos para muchas empresas", explica.

Por el contrario, los profesionales vinculados a la formación o la consultoría internacional lo tuvieron más fácil. "En muchos casos llevábamos años trabajando en formatos híbridos", explica. Aunque el principal problema es que esos discursos no podían aplicarse en el mundo real.

"Tienen como objetivo recargar pilas e insuflar algo de motivación en momentos de decaimiento, pero los que los pronuncian hace muchos años que no han trabajado en una empresa, por lo que cada día suenan más alejados de la realidad del mercado laboral. ¿Cómo aplicamos eso el próximo lunes en la oficina?", señala.

Esta paradoja del lunes cobró una nueva dimensión tras la pandemia. Los empleados, quemados en muchos casos por la fatiga digital y en un entorno de máxima incertidumbre laboral, exigían algo más que palmaditas en el hombro.

Alemany advierte: "Los profesionales son cada día más conscientes de la necesidad de formarse continuamente, no solo en habilidades y conocimientos técnicos, relacionados con la utilización de determinadas herramientas ofimáticas, sino también en el desarrollo de capacidades que mejoren sus competencias intra e interpersonales".

Por su parte, las empresas, cada día más, empiezan a entender que la inversión en formación retorna muchos beneficios, no solo intangibles, sino también en términos económicos, a mejorar la productividad de los empleados "y reducir su rotación involuntaria".

El nuevo paradigma

Esto lleva a un nuevo modelo en que combina ese tipo de charlas y eventos puntuales con programas de formación ejecutiva y de desarrollo de talento que permitan a la empresa no solo recuperar la motivación de sus empleados, sino también proporcionarles herramientas que puedan utilizar". "Ahí es donde los speaker superestrella tienden a pinchar, ya que no cuentan con la experiencia en el día a día", explica Alemany. .

A su juicio, también las escuelas de negocio se han visto desfasadas por la nueva normalidad. "En demasiadas ocasiones ofrecen programas de formación completamente desactualizados, basados en casos de éxito de empresas que ya han desaparecido".

Para este experto, que acaba de concluir una gira por América Latina para presentar su libro Liderazgo Imperfecto, la ventaja de los profesionales independientes, "especialmente los que combinamos la docencia y la divulgación con nuestro trabajo" es "el contacto con la realidad empresarial a diario".

Alerta de vendehúmos

Sin embargo, ante este análisis, la pregunta es obligada: ¿Qué riesgo de intrusismo existe en este sector? ¿Qué distingue a un experto al que vale escuchar de un "vendehúmos"?

"La verdad es que el riesgo para los que nos dedicamos a esto en el mercado dirigido a las empresas es ínfimo", responde Alemany. Su argumento es que las empresas, especialmente las grandes corporaciones, "no son nada tontas y cuentan con procesos de compra bien definidos y mecanismos de detección de humo muy eficaces".

Pero el riesgo existe al nivel de las personas que buscan esta formación a título individual: "En demasiadas ocasiones, al priorizar precio sobre calidad de la formación, y desear resultados rápido, como consecuencia de la desesperación y las urgencias que conlleva, terminan por contratar a vendehúmos que ofrecen fórmulas mágicas a precio de atracción de feria".

Su diagnóstico es contundente en un momento en el que Internet se llena de autoproclamados expertos en "marca personal" que utilizan el trampolín de las redes sociales para promocionarse sin más aval que los likes y otras métricas del ego tan fáciles de inflar con un baile o una frase tópica que ni siquiera encierra más que un tópico.