- El científico Song Juan ideó la política más restrictiva de control demográfico
- Entendió como similares las trayectorias de los artefactos y la población
- Las coacciones durante décadas han metido a China en serio problemas
La política de hijo único que imperó en China durante casi cuatro décadas ha acabado siendo una sentencia de muerte demográfica para el gigante oriental. Para contener el crecimiento de la población, el país sucumbió a las matemáticas de un científico experto en misiles, que proyectó su conocimiento de la trayectoria de esos artefactos a la evolución de los habitantes y concluyó que la solución pasaba por limitar el número de nacimientos a uno por mujer. Lo que no tuvo en cuenta la ciencia, ni quienes estuvieron de acuerdo en aplicarla, fueron algunos factores que quizá no influyan en la ruta de los cohetes, pero sí en el avance del censo, como el comportamiento humano o la economía.
El siglo XX destacó por un crecimiento demográfico histórico que multiplicó la población por cuatro. Ante los riesgos de una expansión descontrolada, China -donde todo ocurre a lo grande- no tuvo más remedio que buscar la forma de revertir una tendencia que dirigía al país a la miseria y la pobreza ante la falta de recursos para cubrir las necesidades de un gigante. Mao Tse-Tung estaba al frente y tuvo que liderar el cambio para pasar de tratar el control de la población como un tema tabú hasta 1950, a poner la cuestión en primera línea de batalla, aunque el proceso de conversión requirió tiempo y varias luchas.
Tres intentos para controlar el crecimiento demográfico
No es que Mao, estadista de profesión, ignorara la necesidad del control demográfico, pero las tres grandes medidas que aplicó se encontraron con un arraigo por los valores y las creencias familiares clásicas difíciles de desmontar. En 1954 entró en vigor la primera campaña de planificación de la natalidad. Jihua Shengyu (de traducción 'programa de nacimiento planificado') fue uno de los mayores experimentos sociales hasta la fecha y animaba a las parejas a planear con antelación el número de hijos y a evitar los embarazos no deseados. Entre otras cuestiones, recomendaba retrasar la edad de matrimonio y espaciar el tiempo entre un nacimiento y el siguiente, pero la mentalidad clásica de 'cuantos más hijos, mejor' prevaleció y la medida no tuvo la repercusión deseada. Pero dos hechos históricos y sangrientos ocurridos a finales de la década de los 50 dieron la puntilla a esta medida: en 1957 se desató la Campaña de las Cien Flores, una revolución contra los intelectuales que puso en el objetivo la política de planificación familiar y derivó, incluso, en la purga de algunos eruditos partidarios del control demográfico. Y un año más tarde, la administración maoísta tuvo gestionar la primera gran protesta en su contra ante la desaprobación generalizada de su plan económico, denominado el 'Gran Salto Adelante'.
Lo que sucedió fue un giro de guion inesperado. China estrenó la década de los 60 registrando la primera caída de la población de su historia, sin embargo, no se debió a ninguna medida específica para frenar el crecimiento poblacional. La explicación estaría en los millones de muertes (se estima que entre 20 y 40 millones) causadas por la campaña de industrialización forzosa impulsada por Mao con la pretensión de convertir el país en una de las principales potencias industriales y que desató la Gran Hambruna que asoló el país. La tragedia provocó una caída brusca en el número de nacimientos entre 1960 y 1961 que no se repetiría -en menor medida y por otros motivos- hasta 2022.
Aun así, la sobrepoblación seguía siendo un problema. Para 1962, la natalidad anotó niveles de crecimiento del 40 por mil, la tasa más elevada de todos los registros, y, para más inri, la mortalidad decrecía gracias a los avances que iba adoptando el país en materia de higiene y sanidad, que elevaron la esperanza de vida media de 40 años en 1949 a 64 en 1976. En 15 años, el número de habitantes había aumentado en 150 millones hasta los 694 millones de personas. En este punto de la historia llegó la siguiente política, de nombre Wanhun, con la que el Gobierno intentó convencer a la población de que la familia ideal era la que tenía dos hijos. Pese a los esfuerzos, esta tampoco funcionó y la media de hijos por mujer llegó a aumentar por encima de los seis en 1964, en otra muestra indiscutible de la cerrazón social a cambiar el modelo de familia. También en esta ocasión, el azar del destino interpuso una revuelta en los planes del Partido Comunista: la Revolución Cultural de 1966 duraría tres años y 'enterraría' los planes demográficos una vez más.
La política wan xi shao (de traducción 'más tarde, más espaciados y menos') fue la última de la 'era Mao'. Insistía en el plan de dos hijos por pareja bajo un lema que no dejaba lugar a dudas: "uno no es poco y tres son demasiados". La coacción fue el método utilizado para doblegar la noción de familia que se había impuesto como 'ideal' durante décadas. La reducción de la natalidad vendría por imposición de contramedidas como la reducción de ayudas económicas a quienes tuvieran más de dos hijos o la expulsión de la universidad a quien se casara antes de acabar la carrera porque la edad óptima para casarse era a los 30 años, cuando la experiencia vital y laboral estaba más desarrollada, decían los nuevos argumentarios ideológicos. Para quienes tenían dos o menos hijos, las ayudas proliferaban, incluso optar por la esterilización daba 'premio' en forma de mejoras laborales como aumentos de sueldo o mejores cargos.
Por fin se apreciaban efectos demográficos deseados y la tasa de fecundidad se redujo a la mitad en la década de los 70, hasta los tres hijos. Pero el tiempo para la euforia fue corto ante el baby boom que se esperaba de los nacidos en la década de los 60. El contexto alentó el mensaje de que reducir la natalidad a dos hijos por mujer no frenaría el crecimiento de China y el eslogan 'uno es mejor, dos como mucho' empezó a coger fuerza por primera vez en 1978.
Desde que sucediera la muerte de Mao en septiembre de 1976, y con el sabor agridulce de no haber podido revertir la situación, el control del crecimiento demográfico tomó tal relevancia que se convirtió en el punto principal de la agenda de reformas que marcaría la siguiente etapa del país. En marzo de 1978, el Partido Comunista decretó como obligación constitucional la planificación de los nacimientos. El nuevo líder supremo, Deng Xiaoping (a quien el sucesor designado de Mao, Hua Guofeng, cedió el cargo tras una cruenta lucha política), fue siempre un firme defensor de aplicar un control severo al aumento de la población como antídoto contra la pobreza.
La solución, en las matemáticas
Aunque la última política de la etapa de Mao cogía ritmo, no era suficiente para doblegar la curva de crecimiento prevista y Deng no dudó en apostar por una propuesta más restrictiva. Es aquí donde comienza a fraguarse la política de hijo único (o yitai zhengce), considerado uno de los proyectos más desconcertantes de la era post Mao. Desde su introducción como política nacional en 1980, los orígenes de esta restrictiva política siguen siendo un misterio, aunque hay un nombre propio que ayuda a disipar las dudas: Song Jian. Y es que la Ciencia tiene mucho que decir en este asunto.
Durante las décadas maoístas, prácticamente todo el desarrollo científico se centraba en lo militar. Tras la muerte del líder, y ante los cambios poblacionales prometidos por Deng, algunos de los científicos e ingenieros de Defensa más talentosos consiguieron devolver su visión a la olvidada dimensión de la demografía, y poner la ciencia y la tecnología al servicio de lo social para intentar frenar el desajuste económico y del proceso de modernización que implicaba el excesivo crecimiento de la población.
El viceprimer ministro y máxima autoridad económica del país, Chen Muhua, fue la primera autoridad en proponer de manera oficial la implantación de la política de hijo único en China, pero en esta ocasión las cosas se harían de otra manera, con una base científica para evitar repetir problemas del pasado. La clave estaba en calcular la velocidad de implementación y el grado de universalidad de la medida para poder tener una estimación certera de su evolución que indicaban las estadísticas. Él sería el filtro por el que pasarían las propuestas de la élite científica antes de elevarlas al Partido.
Mientras algunos estadistas intentaban desarrollar un plan en las universidades utilizando bases de datos patrias, Song Jian buscaba una vía diferente en modelos fuera de las fronteras y más relacionados con la cibernética. Ser considerado parte de la flor y nata del sector científico le otorgó un 'caché' que le abrió muchas puertas, como las que llevaban a acceder a la ciencia internacional para buscar nuevas fuentes de inspiración.
Song Jian estaba listo para capitanear la reconversión de la ciencia para usos civiles. Su palabra era 'ley' y la autoridad que consiguió desarrollar hacía muy fácil que su mensaje calara entre las altas esferas políticas y culturales del país. Su influencia era mayúscula, y ante un problema de magnitud, grandes soluciones.
Tras volver de un viaje a Europa a mediados de 1978, donde estudió distintas formas para el control de la población, Song empezó a conformar el dream team que le ayudaría a adaptar su nuevo conocimiento a la realidad de China. Reclutó para ello a dos expertos de la rama de los misiles (Yu Jingyuan, un ingeniero de sistemas, y Li Guangyuan, informático y matemático) y a un economista (Tian Xueyuan) que les ayudara a entender la demografía. Añadiendo a este cóctel de 'cerebritos' su conocimiento propio en el desarrollo de sistemas de guiado de misiles (donde fue pionero) y el acceso a los grandes ordenadores que manejaban los científicos militares, procesar ingentes cantidades de datos con ligereza era posible.
La misión era clara pero compleja: había que estancar el crecimiento demográfico, y para ello, era necesario dar un giro de 180 grados y desarrollar una política basada en datos que se alejara de la ideología que había imperado hasta la fecha a la hora de plantear cambios de índole económica o social. Sin embargo, la sabiduría propia de las matemáticas más complejas, la tecnología a su alcance y la asunción de riesgos que no temían propiciaron el campo de cultivo del nuevo experimento social. Song y su equipo generaron modelos complejos y originales que, pese a la dificultad del común de los mortales para entenderlos, impresionarían a cualquiera. Lograron adaptar las teorías para el control de los misiles al crecimiento de la población porque descubrieron que las trayectorias de esos artefactos y las poblaciones dibujaban trazados similares a lo largo del tiempo. Y así, encontraron la mejor trayectoria para la línea de la fertilidad que asegurara un futuro sostenible.
Unas proyecciones de miedo
Los datos alertaban de un crecimiento poblacional inasumible y añadían a la lista de problemas las consecuencias medioambientales que conllevaría no controlar la proliferación del ser humano; no habría recursos naturales suficientes para mantenerlos a todos. Sus proyecciones, que no se libraban de la poca fiabilidad de los datos de población oficiales, estimaban que si la fertilidad se mantenía en el nivel de 3 hijos por mujer que se anotó en 1975, la población de China alcanzaría los 4.000 millones de personas en 2080. Song y los suyos aseguraron que sólo con niveles de fertilidad de 1,5 y 1 la población se estabilizaría y comenzaría a reducirse y propusieron reducir la fertilidad en un 50% en cinco años para mantenerla por debajo de los 1.200 millones a finales de siglo, adaptando una teoría holandesa que Song conoció en su tour europeo.
A Song se atribuye el mérito de haber convencido al Gobierno de aplicar la medida. La estrategia fue ir filtrando la teoría primero en el ámbito científico con el objetivo de ganar adeptos para introducirla después en el medio político 'arropada' en apoyos.
La medida encontró la efectividad a través de coacciones de todo tipo. Sólo en los primeros años se practicaron 21 millones de esterilizaciones forzosas para uno de los dos miembros de las parejas que ya tuvieran hijos y casi 300 millones de tratamientos consentidos; los abortos se contabilizaban también por millones y el infanticidio y el abandono de las niñas se propagaron ante el convencimiento de que lo productivo era tener hijos varones para asegurarse solvencia de cara a la vejez. Además, incumplir podía suponer multas que podían alcanzar el salario de meses o años para compensar el gasto que suponía al Estado el "hijo sobrante".
Para 1984, con las zonas rurales en rebeldía y la estabilidad social en juego, el Gobierno apostó por una visión de la teoría de Song más laxa y accedió a que las parejas que residían en el campo pudieran tener un segundo hijo si el primero era niña para asegurar una estirpe que pudiera colaborar con unas tareas diarias más exigentes que en las zonas urbanas. Sin embargo, este pequeño 'desajuste' no impidió que el proyecto de transición demográfica funcionara. El misil había encontrado la ruta y la velocidad adecuadas. O eso parecía.
Mayday, tenemos un problema
La política de hijo único se implementó en junio de 1980 de manera universal e inmediata y duraría casi cuatro décadas. Sin embargo, los problemas derivados tendrían consecuencias inimaginables para la economía china. La primera alarma saltó ante la desproporción en el número de nacimientos de niños y niñas. En el año 2000, nacían 106 hombres por cada 100 mujeres. El censo de aquel año -que ignora el número de hijos no declarados- indicaba que de los 1.200 millones de habitantes que tenía el país, más del 51% eran hombres frente al 49% de mujeres, una situación muy distinta a la que se daba en el resto de países. Y la situación fue a peor.
La política de un solo hijo de Song no tuvo en cuenta las repercusiones sociales de la medida. Dejar de lado los aspectos económicos y culturales tuvo unas consecuencias que algunos consideran "nefastas". La profesora Susan Greenhalgh es una de las voces críticas contra esta política. En un artículo publicado en Jstor, indica que "la misma seguridad en sí mismo le permitió representar como ciencia internacional un cuerpo de trabajo que se desvió de la teoría europea original de manera arbitraria, radical y muy significativa". También critica que el equipo de científicos obviara la escasa calidad de los datos de censo en China y les acusa de aprovecharse de la incapacidad de las autoridades para entender la ciencia aplicada.
El empleo de la fuerza y la imposición salvaje de la medida logró que en la década de 1990 la fertilidad cayera a mínimos históricos, hasta 1,55 hijos por mujer. Y de aquellos barros, estos lodos. La grave crisis de envejecimiento demográfico que enfrenta China está dejando al gigante oriental en una situación comprometida, donde la sostenibilidad de la población mayor y el crecimiento económico están en riesgo ante la baja tasa de nacimientos.
2022 refleja a la perfección la encrucijada en la que se encuentra el país. China registró la segunda contracción de población de su historia, algo que sólo había ocurrido en la década de los años 60, y también fue el año en fue superado por India como país más poblado de la Tierra tras 100 años liderando el ranking mundial.
Revertir la situación se antoja complicado. Fue tan severo el modo en que se erradicó la idea de familia tradicional que ahora los intentos de China por dejar atrás las décadas de política de hijo único no están dando frutos. El 'temor' de la sobrepoblación que Song grabó a fuego en la mente de la clase política ha devenido en un tipo de sociedad distinta, en la que millones de parejas en edad de procrear planifican mejor el momento de tener hijos, se auto-regalan más años para disfrutar de la juventud o afianzar sus carreras profesionales y tienen en cuenta los vaivenes de la economía, un condicionante que va ganando influencia a la hora de dar el paso. Nada de esto se tuvo en cuenta a la hora de crear una teoría basada en números puros y duros. Quizás la población y los misiles no sigan trayectorias tan similares.