Nancy Reagan junto a su marido a su llegada a la Casa Blanca tras la operación de pecho por su cáncer.
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Existen grandes mitos en cuanto a que la positividad va a repercutir en un mejor pronóstico de la enfermedad. "Hay que prevenir porque padecer una depresión, por ejemplo, durante el proceso oncológico, supone una enfermedad añadida"
"Tiene cáncer". Son las dos palabras que este año escucharán unas 286.664 personas en España, según las estimaciones de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). Para ellas y sus familias es un 'antes y un después'. La vida que conocías y que vivías cambia de forma radical. Desde ese momento, y hasta que la enfermedad se supera por completo, e incluso después, todo es diferente.
A los problemas físico propios del tumor en sí, le acompaña la mochila del malestar psicológico. Miedo, ansiedad, nerviosismo, tristeza, irritabilidad... forman parte del repertorio de sensaciones entre las personas que se van a enfrentar a todo el proceso.
A lo físico y mental, se le suma la exigencia social: sonreír de cara a la galería, aquí no pasa nada. "No te pongas en lo peor", "hoy mucha gente se cura", "pero si es de los tumores fáciles", "ya nadie se muere con este cáncer"... La retahíla de frases vacías que hacen más daño que ayudan es larga. ¿Por qué a estas personas se las suele abocar a que actúen como si no pasara nada? Una 'tiranía del positivismo' que, en el peor de los casos, puede dañar y hacer sentir mucho peor a los pacientes que no son capaces de esconder su angustia, al menos en las primeras fases de la enfermedad.
"El exceso de exigencia sobre la positividad puede influir y generar malestar en los pacientes porque pueden llegar a pensar que la tristeza o el miedo, normales por las circunstancias, están relacionados con su enfermedad o un posible empeoramiento o que su positivismo está relacionado con la mejoría médica", sostiene Fátima Castaño, psicooncóloga en el MD Anderson Cancer Center de Madrid, quien subraya que el objetivo es la prevención y dotar a los pacientes, y sus familias, de las herramientas necesarias para gestionar de la manera más adecuada el malestar psicológico.
Intentar estar siempre 'alegre', aunque nos hayan dado una mala noticia, como es el diagnóstico de cáncer, no parece, en principio una buena opción o al, menos, no para todos. "Lo humano es que estemos, cuanto menos, abrumados. Después pueden venir emociones positivas, muchas, durante este proceso. Pero, ante todo, recalcar que somos humanos", destaca la psicooncóloga. "El positivismo no tiene que ser obligatorio", insiste.
En cualquier caso, es innegable que una actitud positiva ayuda a afrontar el proceso con mayores recursos, a mejorar la calidad de vida y a prevenir trastornos del estado de ánimo.
Además del propio carácter de la persona, entra de lleno la prevención de la mano de los profesionales en salud mental. "Lo que sí es cierto es que llevar a cabo prevención es muy importante porque el hecho de padecer una depresión, por ejemplo, durante el proceso oncológico, supone una enfermedad añadida que habrá que tratar", apunta Javier García Campayo, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Zaragoza.
UN MITO: ¿POR QUÉ EL POSITIVISMO NO CURA?
Destaca además que existen grandes mitos en cuanto a que la positividad va a repercutir en un mejor pronóstico de la enfermedad. Por ejemplo, algunos pacientes siguen creyendo y, se siguen encontrando en redes artículos muy nefastos en este sentido, que existe una relación entre bajo estado de ánimo y desarrollo de un cáncer. "Hay personas que han experimentado un suceso vital grave -enfermedad o muerte de un familiar directo, una separación, entre otros, y entienden que ellos han tenido cáncer o que su enfermedad ha empeorado por este motivo. Desde luego, no hay ciencia que avale esta asociación".
Esta tiranía del positivismo es uno de los elementos que conduce en muchas ocasiones a los pacientes a consulta: "Explican, en muchos casos, que sienten que no lo están haciendo lo suficientemente bien porque están transmitiendo tristeza a sus familiares, lo que les genera una presión sobreañadida, se sienten culpables y no se permiten transmitir emociones negativas, lo que les dificulta el pedir ayuda y puede conducir a un mayor aislamiento".
Aunque en los momentos más iniciales las emociones están más cercanas a la ansiedad, estas también se acompañan de reacciones más relacionadas con la negación ("esto no puede ir conmigo", "se tienen que haber equivocado"), para pasar después a emociones más encaminadas a la aceptación, a cómo afrontar esta situación. También aparece irritabilidad.
"De hecho, algunos autores han llegado a plantear o a estandarizar las fases por las que pasa una persona ante la percepción de un duelo o la vivencia de una crisis vital importante como puede ser un diagnóstico oncológico: desde la fase de negación, de depresión, la fase ansiosa, de ira... Aunque no todas las personas pasan por ellas, sí es muy frecuente que se den en diferente orden. La irritabilidad es muy frecuente y, en muchas ocasiones, lo que esconde es tristeza, frustración, decepción... y suele aparecer en personas con mayores dificultades para expresar o identificar la emoción", explica Castaño.
Cuando estos trastornos emocionales suponen una carga añadida para el paciente, la terapia farmacológica estaría indicada. "Sin duda", señala García Campayo. "Si la depresión cumple criterios diagnósticos (DSM o similar) es recomendable el uso de antidepresivos. Los serotoninérgicos suelen ser primera elección, porque la mejora de la depresión también favorece una mejor evolución de la enfermedad tumoral en su conjunto. Si hay ansiedad e insomnio, lo que es frecuente, pueden mejorar con el antidepresivo si es de tipo sedante y, si no, puede asociarse alguna benzodiacepina suave".
RESPETAR LAS FASES: DEL 'SHOCK' A LA ADAPTACIÓN
García Campayo señala que en los primeros momentos tras un diagnóstico de cáncer, ocurren las fases descritas clásicamente por Kubler-Ross, aunque pueden no estar todas ni en ese orden.
Es frecuente una fase de 'shock' en que la que el individuo está sobrepasado por la noticia y no procesa cognitivamente la información. Posteriormente, suele aparecer una fase de negación que se caracteriza por la idea de que 'no es posible que tenga cáncer', de que 'tiene que haber un error en el diagnóstico' y se busca la opinión de otros profesionales; una segunda opinión.
"Cuando la enfermedad se confirma es habitual que surjan sentimientos de culpa: se reinterpreta negativamente nuestra vida y podemos interpretar que el cáncer es un 'castigo' por algo malo que hayamos hecho, por lo que, en algunos casos puede aparecer, por ejemplo, una 'negociación' con Dios, aunque seamos agnósticos, prometiendo 'mejorar' si la enfermedad evoluciona bien. Con el tiempo aparece ya la depresión, la tristeza por la pérdida de la salud, que implica que el duelo se está haciendo. También la ansiedad por la preocupación ante lo que va a ocurrir, quizá la muerte, la pérdida de algún órgano, de calidad de vida o funcionamiento. Por tanto, ansiedad y depresión, junto al insomnio, suelen ser los dos síntomas predominantes en la adaptación a un cáncer".
El malestar psicológico que supone un diagnóstico oncológico suele aparecer en la totalidad de las personas afectadas -hombres, mujeres, niños, adolescentes, ancianos-, pero, es cierto que en función de las características de cada persona, así como de sus circunstancias personales, familiares o sociales, este malestar puede ser mayor. "Lo que parece claro es que cuanto más peso social o más cuestiones dependan del paciente, el impacto psicológico va a ser mayor", remacha García Campayo.
Madrid
Actualizado Jueves, 28 marzo 2024 - 16:21
https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2024/03/28/6604072ffc6c834c598b4597.html