martes, 25 de junio de 2024

A la carga: la nueva gran batalla entre EEUU y China se está librando en México


Vehículos listos para ser exportados a México en la provincia de Juangsu, al este de China, el pasado mayo de 2023. (Getty Images/Wang Chung)



Un 73% de los estadounidenses comprarían vehículos de marcas chinas si fuesen un 20% más baratos que los nacionales. En Washington temen que Pekin pueda saltarse los aranceles a través de México



La gran disputa comercial del momento entre EEUU y China se está llevando a cabo en México. Washington impuso a mediados de marzo un arancel del 100% a los vehículos eléctricos producidos por el país asiático que parece insuficiente. Voces en los organismos de poder e instituciones estadounidenses temen que Pekin pueda saltarse las regulaciones a través de México, como ya sospechan que ocurre con el acero.

“Las prácticas comerciales injustas de China en torno a la transferencia tecnológica, la propiedad intelectual y la innovación amenazan a las empresas y trabajadores estadounidenses. China está inundando los mercados globales con exportaciones de precios artificialmente bajos”, señaló EEUU para justificar los nuevos aranceles, que incluyen también otros productos. “El problema que hay con los automóviles eléctricos chinos es básicamente que su precio está tan, pero tan bajo que ni los productos de los armadores estadounidenses ni los productos de los armadores europeos pueden competir con ellos”, comenta a El Confidencial Jorge Molina, consultor mexicano en políticas públicas y comercio exterior. La Unión Europea, de hecho, también introdujo un arancel de hasta el 38% a los vehículos eléctricos chinos hace unos días.

“China está teniendo una sobrecapacidad en múltiples sectores, incluido el de los vehículos, que está influenciada por la intervención del Gobierno. No son fuerzas propiamente de mercado, sino una influencia del Estado que subsidia y apoya a esas empresas para producir todo lo que quieran en pro de una estrategia gubernamental”, expone, por su parte, el estadounidense Adrián González, presidente de la agencia Global Alliance Solutions.

EEUU quiere evitar una avalancha de coches chinos. Un 73% de los estadounidenses comprarían vehículos de las marcas del país asiático si fuesen un 20% más baratos que los nacionales, según una encuesta reciente. Quienes hacen las políticas en el país norteamericano tienen claras esas cifras. Sin embargo, algunos en Washington alertan que el sector no está completamente protegido por los nuevos aranceles debido a que un número cada vez mayor de empresas chinas están instalándose en México. Estas podrían esquivar los impuestos ingresando vehículos o repuestos por la frontera valiéndose del tratado de líbre comercio que une a México, EEUU y Canadá, conocido como TMEC.

Las alarmas saltaron en febrero, cuando los representantes de la china BYD, la mayor productora y distribuidora de coches eléctricos -superó recientemente a Tesla, de Elon Musk- se reunieron con el Gobernador del Estado norteño de Nuevo León. En este encuentro expresaron la voluntad de abrir una planta en México con una capacidad inicial de producción de unos 150.000 vehículos anuales.

“Un automóvil de inversión china en México, con ciertos insumos chinos, si sufre la transformación sustancial suficiente y cumple con las reglas aduaneras, podría cumplir con el TMEC y no pagar arancel alguno”, considera el analista Molina.


Origen estadounidense

El tratado estipula que, para evitar aranceles, al menos el 75% de las partes nucleares del vehículo, como el motor o la transmisión, deben haber sido originado en los países norteamericanos. La administración Biden es consciente y asegura estar atenta a posibles intentos de empresas chinas de exportar coches a EEUU a través de México, estudiando formas de bloquearlos si tratan de eludir los impuestos.

“La introducción de automóviles chinos baratos en el mercado estadounidense, que son tan económicos porque están respaldados por el poder y la financiación del Gobierno chino, podrían terminar siendo un acontecimiento de nivel de extinción para el sector automotriz estadounidense”, alertó en febrero un grupo de lobbying conocido como la Alianza para los Estados Unidos, aunque otras asociaciones criticaron al arancel, considerando que complicaría la transición a energías limpias. Creen que la industria estadounidense no se ha beneficiado de impuestos similares, lo que ha empobreciendo al sector por falta de competencia.

Katherine Tai, representante de Comercio de los EEUU, es, probablemente, la funcionaria estadounidense más al tanto y preocupada por el efecto que podría tener la entrada masiva de vehículos chinos al país. Recientemente alertó de los movimientos de Pekín en terceros países. “Todos estamos prestando atención al hecho de que hay industrias chinas, empresas estatales, que están comprando tierras, estableciendo instalaciones (...) así como buscando otras formas de acceder al mercado estadounidense”, señaló en declaraciones a la agencia Bloomberg.

La representante aseguró que las actividades comerciales de China en México suponen una “seria preocupación” y que su institución está “analizando todas nuestras herramientas para ver cómo se puede abordar el problema. En cuanto a México, podría haber algunos cambios en las normas o en las leyes”, alertó. La preocupación mexicana es que en 2026 está programada una revisión del TMEC y los países miembros decidirán si extiende el pacto otros 16 años.

Algunos creen que podría haber dificultades en esa negociación ya que la economía mexicana se está beneficiando de la política de ‘nearshoring’ de EEUU. A través de esta son decenas las empresas que están abandonando los países asiáticos, asentándose en el país latinoamericano, para alejarse de la dependencia de Pekín y su logística de suministros. La influencia de esa política es tal que México se convirtió en 2023 en el principal socio comercial de EEUU, superando a China y muchos temen perder ese estatus.

“Uno de los principales interrogantes alrededor del nuevo Gobierno mexicano de Claudia Sheinbaum es cuál será su actitud respecto al TMEC, pues está claro que el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador no tuvo la voluntad política para implementarlo debidamente y, hasta la fecha, ha evitado varias sanciones establecidas en el tratado a cambio de colaborar en asuntos fronterizos y de control de la migración”, comenta el analista Molina. “Esta es una situación que se antoja insostenible en el largo plazo, sobre todo si Donald Trump gana las elecciones en noviembre”, añade.


Éxodo de empresas asiáticas

A pesar de su retórica anti imperialista, las autoridades mexicanas se habrían puesto manos a la obra para desincentivar el establecimiento en el país de plantas productoras de marcas chinas de vehículos eléctricos. Los instituciones estarían marcando distancia, negándose a ofrecer incentivos como tierras públicas a bajo costo o recortes de impuestos a esas compañías, según tres fuentes consultadas por la agencia Reuters, a pesar de que esos incentivos sí se han ofrecido a otras empresas en el pasado.

“No tenemos planes de ir al mercado estadounidense”, recalcó Stella Li, directora de la china BYD en América, tras los últimos acontecimientos, descartando que los nuevos aranceles vayan a afectar a su modelo de negocio.

La compañía asiática sigue, en cualquier caso, con la intención de instalar una planta productora en México, aunque, según Yahoo Finance, habría cambiado sus planes de instalarse en Nuevo León. Ahora estaría buscando localizaciones en un radio de 200 km alrededor de la capital, Ciudad de México, para mostrar que no quiere entrar al mercado estadounidense.

Una veintena de compañías chinas venden coches en México, pero ninguna tiene aún planta en el país. “El Gobierno mexicano de López Obrador ve con buenos ojos el que se establezca en territorio mexicano alguna empresa productora de autos chinos, aunque ello generaría una molestia para las autoridades de EEUU”, considera Molina.

“Desde el Gobierno de Enrique Peña Nieto, Xi Jinping ha coqueteado con el Gobierno mexicano para expandir la presencia de empresas chinas en territorio mexicano, pero el Gobierno del presidente Barack Obama fue muy claro entonces en el sentido de que EEUU se oponía a una mayor presencia de empresas chinas en México”, expone el analista.

“Es probable que, por ese motivo, no se registre de manera correcta la inversión de empresas chinas en el Registro Nacional de Inversiones Extranjeras, responsabilidad de la Secretaría de Economía, a diferencia del registro de las inversiones de otros países. El consenso entre especialistas es que la inversión extranjera directa proveniente de China está subvaluada”, añade Molina.


China apenas representa el 2% de las ventas de vehículos eléctricos en Estados Unidos, un mercado de por si muy pequeño


Eso sí, México ya es un centro global de fábricas de coches y alberga plantas de empresas estadounidenses como General Motors, Stellantis y Ford. A ellas se le unirá Tesla en breve, que sí abrirá una fábrica en Nuevo León. Algunos señalan que existe contradicción en porque la compañía de Musk es ahora uno de los principales clientes de las baterías que produce la china BYD, después de un cambio reciente de parecer. Por eso también a la empresa asiática le convendría instalarse en la misma región.

Algunos analistas consideran, en cualquier caso, que las actuales tensiones y nuevos aranceles son una medida electoralista de Joe Biden. Recuerdan que, en la práctica, nada cambia tras el anuncio porque China apenas representa el 2% de las ventas de vehículos eléctricos en EEUU, un mercado ya de por si muy pequeño. La explicación es que, a pesar de las subvenciones, no hay una apuesta decidida del consumidor por el producto.

Parte de los expertos alertan de que las nuevas medidas podrían, además, desatar una guerra comercial que podría acabar subiendo los precios de todos los coches eléctricos en EEUU. Teniendo en cuenta que China dominia la logística, esto afectaría al empleo.

La preocupación de algunos en EEUU es, eso sí, de seguridad nacional y no solo por las denuncias de que China continúa haciéndose con propiedad intelectual occidental de forma no ortodoxa.“Los vehículos eléctricos tienen mucha tecnología, como cámaras y sistemas de comunicación. En EEUU preocupa que los coches puedan ser utilizados para espiar en el país”, comenta el analista estadounidense González.

“También se pretende evitar que China pueda mantener tecnología avanzada, más marcadamente semiconductores, inteligencia artificial y computación cuántica, que pudiera ser de uso dual, es decir, también de uso militar”, añade el experto.

Las medidas reactivaron una guerra comercial que había permanecido latente desde la llegada de Biden al poder. Detras del nuevo arancel estaría también la creencia de que Pekín está sorteando los impuestos introducidos por Trump sobre el acero, mantenidos por Biden, a través de México.


Actor regional clave

Quienes defienden esa idea se apoyan en datos. Las exportaciones de contenedores de China a México aumentaron un 60% en enero en comparación con el año anterior, según la CNN. Eso deja abierta la posibilidad de que ese aumento comercial sea un intento de siderúrgicos chinos de evitar los aranceles usando al país norteamericano como punto logístico.

“EEUU importa más del 60% del acero que consume de unos 30 países, entre los que México, Canadá, Brasil y Corea del Sur son los cuatro principales proveedores. Desde 2018, cuando Trump aplicó un arancel del 25% a las importaciones de acero y aluminio, solo el acero proveniente de Canadá o México está exento de este arancel, como consecuencia del TMEC. De ahí el incentivo a triangular los envíos desde territorio mexicano”, considera Molina, puntualizando que “la industria mexicana del acero nunca ha reconocido públicamente triangular acero de otro país”.

Ante esta situación, México tendrá que hilar muy fino si quiere aumentar su intercambio con China sin afectar sus relaciones comerciales con EEUU, que están estimulando su economía en los últimos meses gracias al nearshoring. Durante estos últimos años, el país norteamericano ha conseguido convertirse en un actor regional clave en el contexto de la sempiterna guerra comercial que mantienen Washington y Pekín.