sábado, 29 de junio de 2024

Aclarado el misterioso colapso de la Isla de Pascua: era todo mentira



Estatuas de la isla de Pascua. 
(Stephanie Morcinek via Unsplash)



Una investigación sobre la agricultura antigua en Rapa Nui entierra el mito de que alguna vez hubo una gran civilización que cometió un ecocidio y se autodestruyó




La Isla de Pascua nos fascina por muchas cosas. Una de ellas es su aislamiento: aunque pertenece a Chile, se encuentra a más de 3.600 kilómetros de la costa continental. Por supuesto, otra son sus icónicas estatuas gigantes, los moáis, que han dado lugar a todo tipo de teorías y especulaciones sobre su construcción y significado. Igual de interesante y misteriosa es la historia del supuesto colapso de la civilización que las construyó. Siempre nos han contado que los pobladores de Rapa Nui —según el nombre que le dieron los navegantes tahitianos del siglo XIX— cometieron un ecocidio en su propio territorio y que ese error les llevó a su autodestrucción.

En la película estadounidense Rapa Nui, de 1994, la tribu de la isla cortaba todos los árboles que quedaban para usarlos como troncos rodantes para mover un moái. El libro Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen (2005), de Jared M. Diamond, narra cómo los habitantes de la Isla de Pascua deforestaron su tierra, provocando un desastre ambiental que acabó con ellos. Esta hipótesis, unida a conflictos internos, explicaba por qué, cuando llegaron los europeos en el siglo XVIII, la población rondaba entre 2.000 y 3.000 habitantes. La idea no puede resultar más atractiva para la sociedad occidental del siglo XXI, porque parece darnos una lección cuando más preocupados estamos por la degradación del planeta y, al mismo tiempo, nos absuelve al pensar que no somos la única civilización capaz de cargarse su mundo: quizá el ser humano no tiene remedio. El problema es que el argumento es completamente falso.

En los últimos años, varias investigaciones han ido dejando pistas que cuestionaban el supuesto colapso y, ahora, la revista Science Advances acaba de publicar un estudio que debería desterrar la idea de los libros de historia de manera definitiva. Investigadores de EEUU revelan que la isla, habitada a partir del 1.200 d.C., aproximadamente, nunca pudo alcanzar un gran volumen de población. Más bien ocurrió todo lo contrario a lo que se pensaba, el número de habitantes fue pequeño y estable durante siglos. Los científicos llegan a esta conclusión analizando la producción de alimentos y, en concreto, una singular construcción que habría garantizado el sustento de los rapanuis, los huertos de piedra.


La evidencia de los huertos

Aislados del mundo, los isleños no podían importar alimento. La pesca era importante, pero las aguas del océano descienden abruptamente, así que las capturas eran mucho más complicadas que en otras islas del Pacífico, rodeadas de arrecifes accesibles y productivos. La agricultura tampoco era fácil en una isla muy seca y poco productiva. Aunque su origen es volcánico, se formó hace cientos de miles de años, así que la erosión se ha llevado gran parte de los nutrientes minerales. En esas condiciones, recurrieron a una ingeniosa solución usada también por otros pueblos en terrenos áridos, la construcción de huertos rodeados por muros de piedra, que dedicaron principalmente al cultivo de la batata, un alimento muy nutritivo y básico en su dieta.


placeholderUno de los investigadores, ante los restos de un antiguo huerto. (Carl Lipo)
Uno de los investigadores, ante los restos de un antiguo huerto. (Carl Lipo)

Las investigaciones han demostrado que estos huertos, aunque sencillos, pueden considerarse todo un prodigio de ingeniería agrícola. Las rocas protegían a las plantas de los vientos extremos y del sol, y permitían conservar la humedad. Los muros, construidos con piedras de variados tamaños, hacían que el aire circulase de forma que aumentaba las bajas temperaturas de la noche y disminuían el calor del día. Además, las rocas, partidas a propósito, iban liberando nutrientes minerales a medida que se desgastaban. El resultado final creaba las condiciones adecuadas para plantar batatas y alimentar a la población.

La cuestión es a cuánta población podía alimentar este sistema. A través de los isótopos encontrados en huesos y dientes, los estudios evidencian que la dieta de los antiguos pobladores de Rapa Nui podía basarse en los productos del mar entre un 35% y un 45%. Un pequeño porcentaje de los nutrientes podría asignarse a productos no cultivados en los huertos de piedra, como el plátano, la caña de azúcar o el taro. Sin embargo, es probable que la batata cubriese alrededor de la mitad de las necesidades alimenticias.


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Imágenes satelitales de la isla de Pascua. (Saellite imagery courtesy of Maxar. Map created by Dylan Davis)

Por eso, los investigadores se han centrado en averiguar cuántos huertos había, con el fin de extrapolar esa cantidad al número de habitantes que podían alimentar. Por ahí ha venido la sorpresa. Tradicionalmente, se daba por supuesto que habrían ocupado un gran porcentaje de la isla. Estudios anteriores habían calculado que hasta cerca de un 20% de su superficie habría estado dedicada a este tipo de agricultura, pero la realidad parece ser muy diferente. A través de imágenes de satélite y espectros infrarrojos de onda corta, que muestran no solo las rocas, sino los lugares con mayor humedad y nitrógeno del suelo —señales clave que delatan el uso del terreno para este fin—, los modelos de aprendizaje automático que han usado los científicos llegan a la conclusión de que solo el 0,5% de la isla de Pascua tenía esta utilidad. Probablemente, las estimaciones anteriores han confundido muchas rocas naturales con restos arqueológicos.

A partir de ahí, hay que considerar que la isla es muy pequeña, tan solo tiene 163 kilómetros cuadrados. Con forma de triángulo, su mayor lado mide 24 kilómetros de una punta a la otra. Si toda la dieta de los rapanuis se hubiera basado en las batatas salidas de la escasa superficie ocupada por los huertos, la población no habría sobrepasado los 2.000 habitantes, según los cálculos de los autores de este trabajo. Agregando los alimentos de origen marino y otros cultivos, se llegaría a los 3.000. Esas cifras coinciden con las que observaron los europeos a su llegada en el siglo XVIII. El primero que llegó fue el neerlandés Jacob Roggeveen en 1722. El segundo contacto fue la expedición española liderada por Felipe González Ahedo, en 1770, que tomó posesión y realizó estudios cartográficos de este territorio, incluyendo los primeros dibujos de los moáis.


placeholderPesca en la isla de Pascua. (EFE)
Pesca en la isla de Pascua. (EFE)

Un mito moderno

Precisamente, la presencia de las estatuas gigantes había sido hasta hace poco el principal argumento para pensar en una gran civilización. Aparentemente, la construcción y la colocación por toda la isla de casi 900 moáis (algunos, de hasta 20 metros de altura y 250 toneladas de peso) parecía una obra faraónica que habría necesitado hordas de personas. Si la isla era un territorio improductivo y poblado por unos cuantos cientos de habitantes cuando aparecieron los europeos, algo tenía que haber sucedido. La teoría del ecocidio, del auge y caída de la sociedad de Rapa Nui tras haber agotado sus propios recursos, parecía encajar perfectamente.

Sin embargo, este estudio "demuestra que la población nunca podría haber sido tan grande como indicaban algunas de las estimaciones anteriores", afirma Dylan Davis, investigador de la Universidad de Columbia (Nueva York, EEUU) y autor principal del trabajo. Así que, la supuesta lección que nos ofrece la Isla de Pascua, en realidad, "es lo opuesto a la teoría del colapso", asegura. Probablemente, sus habitantes "pudieron ser muy resilientes frente a recursos limitados modificando el entorno".


placeholderIsla de Pascua. (EFE)
Isla de Pascua. (EFE)

Otro de los coautores del estudio es Carl Lipo, arqueólogo de la Universidad de Binghamton, también en el estado de Nueva York, quien reconoce que la idea del auge y caída de la población está muy arraigada "en la mente del público", pero también en disciplinas como la ecología. Sin embargo, explica que la acumulación de pruebas en contra ya es tan abrumadora que la arqueología lo ha descartado. Entre otras cosas, la datación por radiocarbono de artefactos y restos humanos tampoco ha mostrado evidencias del colapso anteriormente.

Lo cierto es que el relato se apoya en otros datos científicos, pero que se han demostrado insuficientes o se han malinterpretado. En 1984, estudios de carbono 14 sobre polen antiguo habían detectado un cambio radical que indicaba que en el pasado la vegetación de la isla había sufrido una drástica disminución. Lo que no se tuvo en cuenta es que las muestras procedían del lago Raraku, que se había secado parcialmente, dejando de acumular sedimentos. A pesar del error de base, esta investigación, publicada en Nature, alimentó la teoría del ecocidio.


placeholderEvento en la isla. (EFE)
Evento en la isla. (EFE)

Desmontando el error con ayuda española

Más recientemente, un estudio español ayudó a corregir esta idea. Valentí Rull, investigador del Institut de Ciències de la Terra Jaume Almera (ICTJA-CSIC) de Barcelona, publicó en 2016 un análisis mucho más detallado de la evolución de la vegetación que confirmaba la deforestación de la isla, antiguamente poblada por palmeras, pero descartaba que hubiera sido por efecto de decisiones humanas, puesto que el fenómeno habría comenzado en el año 400 a. C. y se habría prolongado durante más de 2.000 años. Sin duda, el motivo del cambio de paisaje fue un cambio climático gradual. El investigador lo explica en el libro La Isla de Pascua: una visión científica, publicado por el CSIC.

Entonces, ¿qué pasa con la teoría de que los moáis tuvieron que ser distribuidos por la Isla de Pascua rodando sobre troncos? El propio Carl Lipo ya demostró en 2012, junto con investigadores de la Universidad de Hawái, que, en realidad, el método fue muy diferente: las cuerdas y la tracción humana permitieron mover las gigantescas estatuas. Otras teorías, que relacionaban la deforestación con una gran guerra interna, tampoco se sostienen tras los últimos análisis arqueológicos de las armas de los antiguos habitantes.

Hoy en día, la población de la Isla de Pascua alcanza los 7.750 habitantes y casi todos viven en la capital, Hanga Roa. Probablemente, esa cifra duplica o triplica la población tradicional que existía (al parecer, de una forma sostenida en el tiempo) antes de la llegada de los europeos. Por suerte, para ellos, no tienen que sobrevivir de batatas y pescado, ya que la inmensa mayoría de los alimentos que consumen ellos y los turistas son importados. No obstante, aún se cultiva en alguno de los antiguos huertos de piedra.