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A través de una normativa que funciona de manera internacional, los envases deben además colocarse en una bolsa de plástico transparente, y en conjunto no deben superar la capacidad máxima de un litro
Cada vez que nos toca viajar en avión, hay una serie de cuestiones que debemos recordar previamente por la cuenta que nos trae. Muchas dependen del tipo de vuelo, así que no es lo mismo preparar el equipaje cuando se trata de ir al país vecino que cuando vamos a atravesar el Atlántico, por ejemplo. Sin embargo, hay restricciones de las que nuestro acceso a la aeronave depende siempre, vayamos a donde vayamos, tengamos el tipo de asiento que tengamos, cuando toca pasar el llamado control de seguridad, nadie se libra del escáner.
Si eres una persona precavida, tal vez no te haya ocurrido nunca, o simplemente si has prestado la suficiente atención a los anuncios de normativas de aeropuertos. Pero lo cierto es que la mayoría de personas lo pasan por alto y luego, sorpresa, toca abrir maletas en medio del bullicio, toca darle explicaciones a los miembros de la seguridad del aeropuerto, y toca desprenderse de algunos enseres que para nada pensaban que estuvieran prohibidos.
De entre todos los objetos imposibles en un avión, obviando por supuesto los evidentes, hay uno que siempre llama la atención: ese pequeño bote de no más de 100 mililitros relleno de gel hasta arriba, aprovechándolo al máximo porque, en fin, son solo 100 mililitros. A estas alturas, si vuelas a menudo, seguro que tienes un kit de viaje que incluye varios de estos botes, normalmente dispuestos para la higiene personal. Pero, ¿por qué solo podemos llevar líquidos en aviones en estos botes diminutos? ¿Cuál es la regla que establece que no más de esa curiosa cantidad?
No hay excepciones
Lo primero que debemos saber es que es la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) la que tiene las respuestas. Este organismo es el encargado de limitar lo que los pasajeros pueden llevar o no a bordo, así que de él proviene eso de los 100 ml. A través de una normativa que funciona de manera internacional, los envases deben además colocarse en una bolsa de plástico transparente, y en conjunto no deben superar la capacidad máxima de un litro.
Es así para cualquier tipo de bebidas, cosméticos, geles, lociones, perfumes, pastas dentales, jarabes y otras sustancias de consistencia similar. Así que apunta bien si aún tenías duda de que algunos de estos líquidos pudieran suponer una excepción. No, no la hay. Es así desde hace casi dos décadas.
Efectivamente, fueron los ataques del 11 de septiembre en Estados Unidos los que llevaron a establecer numerosas regulaciones en los edificios y vehículos de desplazamientos masivos. En este caso, como muchas otras, originalmente se estableció como una medida antiterrorista. No obstante, si hablamos de los orígenes de los 100 mililitros, nos tenemos que remontar algo menos en el tiempo: esta restricción se puso en marcha después del descubrimiento en 2006, por parte de las autoridades británicas, de un complot a una escala sin precedentes para hacer estallar diez aviones en vuelo utilizando líquidos explosivos ocultos en biberones.
Evitar ataques terroristas
Los sospechosos pretendían utilizar dos explosivos: peróxido de acetona, también conocido como TATP, y triperóxido de hexametilendiamina (o HMTD). Estos dos compuestos químicos son particularmente sensibles al calor, los golpes o la fricción. Pueden iniciarse con una simple llama o mediante la descarga eléctrica de una simple pila AA (el modus operandi que iban a seguir).
Por suerte, los servicios de inteligencia encontraron singularidades que encendieron todas las alarmas. Trasladada la sospecha a las autoridades británicas y estadounidenses, se puso en marcha una operación de vigilancia masiva que duró meses. Finalmente, 24 personas fueron arrestadas acusadas de formar parte de aquel nuevo intento de ataque terrorista, la mayoría en el Reino Unido. Sucedió justo mientras se preparaban para realizar un ensayo general en el aeropuerto Heathrow de Londres.
Tras este incidente, tanto Estados Unidos como Reino Unido pasaron a limitar la cantidad de líquido que una persona puede llevar en su equipaje de mano, es decir, aquel con el que sube al avión. Pero la pregunta se hacía y se hace aún evidente: ¿cómo es que uno puede llevar varias botellas pequeñas de 100 ml, pero ninguna botella más grande? ¿No podría un terrorista potencial retener cuatro o cinco pequeñas cantidades de explosivos líquidos y luego detonarlos?
En realidad no, no podría. Con algunos explosivos es necesario tener un cierto diámetro crítico para obtener una explosión que cause daños. Además, la tarea sería difícil para el terrorista. Imagínate, tener que ponerse a mezclar varias botellas en una sola más grande dentro del vuelo, teniendo en cuenta que se trata de materiales muy inestables. Vamos, un pequeño movimiento en el ascenso o descenso, o la mínima turbulencia bastaría para que le explotaran en la cara.
Por tanto, la regla de los 100 ml ofrece esa seguridad mientras permite a los pasajeros llevar algunos de sus productos. Es por ello que solo unos meses de ponerse en marcha en los países mencionados, este nuevo (ya no tan nuevo) estándar se extendió a prácticamente todo el mundo.
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