Página 12 del manuscrito original de Beethoven. (Wikimedia)
La Novena sinfonía de Ludwig van Beethoven es una de las composiciones más emblemáticas de su autor, todo un símbolo en la historia de la música clásica, pero también una de las polémicas y curiosas
El nueve marca un límite en los albores de la música desde la muerte de Beethoven. Un número maldito, o una maldición sobre un número que trascendía a los acordes del tiempo. Si sobre el pop y el rock surca la leyenda del 'Club de los 27' en la que quedaron para siempre Brian Jones, Amy Winehouse o Kurt Cobain entre otros, todos fallecidos a los 27 años, en la música clásica ocurre algo muy parecido.
La Novena sinfonía o Sinfonía nº 9 es una de las composiciones más polémicas de la historia de la música, y la más emblemática de su autor Ludwig van Beethoven. Creada entre 1818 y 1824 por encargo de la Sociedad Filarmónica de Londres, la importancia que ha adquirido es tal que en el año 2002 fue declarada patrimonio de la humanidad. Se puede decir de ella que es una leyenda sonora, pues su existencia ha quedado eclipsada por los hechos que la acontecieron y que la enmarcaron en la desgracia.
Cuando la obra se estrenó, Beethoven ya se había quedado completamente sordo. Sucedió diez años después de la Octava, el 7 de mayo de 1824, en el Kärntnertortheater de Viena, junto con la obertura de Die Weihe des Hauses y las tres primeras partes de la Missa Solemnis. Según cuenta la historia, pese a ello, dirigió aquella Novena Sinfonía, valiéndose de sus dotes para la lectura de las partituras. Sin embargo, cuando la música llegó a su fin, incapaz de escuchar los aplausos del público, tuvo que ser alertado por los propios músicos de la orquesta para que se diera la vuelta.
Una revolución musical
Esta fue su última aparición pública, y el momento en que nacía el mito: el hombre que cambió la historia de la música se había quedado sordo, y estando sordo, fue capaz de escribir lo que resultó una auténtica revolución musical. Lo presenció una sala llena de las clases altas vienesas y por supuesto de varios músicos y figuras claves en ese momento en la ciudad, como Franz Schubert, Carl Czerny y el canciller austriaco Klemens von Metternich, según explica la periodista Patricia Morrisroe en un artículo publicado en The New York Times en 2020.
Hasta entonces, una sinfonía era puramente una obra musical concebida para orquesta constituida por cuatro movimientos con unas características propias cada uno de ellos. Se trataba de un género absolutamente instrumental, compuestas para sección de cuerdas, sección de metales y sección de maderas de viento. Además, es importante tener en cuenta que no debían superar los treinta minutos (y si se pasaban, que fuera por bien poco).
De pronto, Ludwig van Beethoven desarrolla la Novena Sinfonía siguiendo la estructura convencional, pero para romperla desde sus propias entrañas: cuatro movimientos, pero estos movimientos son desarrollados de tal manera que extienden su duración hasta unos sesenta minutos aproximadamente. Era, claramente, una declaración de intenciones, un cambio tan brusco solo podía abrir paso a una nueva percepción fenoménica de la música y el espectáculo de esta. Así, más tarde sería presentada como "la obra central de la música clásica occidental, tanto por quienes la imaginan como el 'ne plus ultra' de la imaginación y el dominio sinfónico, técnico y compositivo, como por quienes quieren decir que la música clásica puede abarcar el mundo exterior a una sala de conciertos, así como dentro de ella, y que la pieza es una campana sonora de cambio social, de esperanza emocional e incluso de reforma política", señala en The Guardian el periodista musical Tom Service.
Una leyenda alimentada por los propios músicos
Es por ello que, más allá de las supersticiones, la última sinfonía de Beethoven contiene todos los ingredientes para aparecer subrayada en la historia de la música occidental. Por eso también ha sido capaz de empezar una leyenda alimentada por los propios músicos, admiradores del compositor de Bonn: nueve sinfonías creó Schubert, y también Dvorák… De hecho, mucho antes que Beethoven, Mozart ya había dejado escritas hasta 41 sinfonías. De la misma forma, Haydn creó más de un centenar.
Durante décadas, la creencia popular decía que ningún compositor podría superar la frontera de aquella Novena Sinfonía que catapultó al máximo estrellato a Beethoven. Hasta que en 1953, el compositor ruso Dmitri Shostakovich atravesó la trágica frontera: Shostakovich llegó a escribir hasta una décima, e incluso llegó a presentarla en vivo sin ningún tipo de contratiempo.
Eso sí, la tarea no fue fácil. Cuatro décadas antes, Gustav Mahler tuvo menos suerte sorteando la maldición. El compositor austríaco buscó un nombre alternativo para la que iba a ser su novena, que no numeró y que tituló La canción de la Tierra. La trampa que quiso poner en el destino no le llevaría muy lejos: no vivió para terminar su décima sinfonía. De alguna forma, la leyenda sigue viva, incluso hay quien piensa que la del llamado Club de los 27 desciende de esta: 2 y 7 suman 9.
Por
C. Macías
25/03/2023 - 05:00
La Novena Sinfonía de Beethoven o la gran maldición que marcó la música clásica (elconfidencial.com)
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