Foto por EFE from lavanguardia.es
Un posible obstáculo será la capacidad de internet ante tal volumen de datos.
Internet sirvió en sus orígenes para conectar unas pocas computadoras de una red cerrada. Cuando se popularizó, la red conectó personas con máquinas y con otras personas frente a ordenadores. El siguiente paso evolutivo fue la movilidad: desde hace pocos años, acceder a internet desde cualquier sitio es mucho más sencillo gracias a los teléfonos avanzados (smartphones) mediante redes 3G o incluso con teléfonos de satélite, para los que no existen las zonas sin cobertura. La red depara, no obstante, otra frontera más allá: el internet de las cosas. En los próximos diez años, unos 50.000 millones de objetos y máquinas (unas ocho veces el número de personas que existen en el mundo) estarán conectadas, según algunas previsiones moderadas de organismos internacionales.
El internet de las cosas es un concepto simple. Se trata de colocar sensores y sistemas de transmisión de la información en todo tipo de objetos con los que interactuamos en la vida cotidiana.
Las cosas pueden así identificarse, comunicarse entre ellas, o enviar información o datos con propósitos muy diversos. Por ejemplo, un sensor en una maceta puede activar un sistema de riego si la planta tiene sed, o su reloj puede despertarle un poco antes de la hora que tiene programada si recibe datos de que hay un colosal atasco de tráfico en su ruta habitual al trabajo.
Las cosas conectadas pueden ser todas aquellas con las que interactuamos. La nevera podría identificar cuando falta algún producto y hacer el pedido al supermercado si está programada para ello. O un sensor en un cuerpo humano podría avisar a un médico cuando una persona presenta las condiciones para sufrir algún tipo de crisis de salud.
Para todas estas funciones del internet de las cosas hacen falta algunas tecnologías, como los sistemas de transmisión inalámbricos por radiofrecuencia RFID, los chips NFCque pronto equiparán muchas tarjetas de crédito y teléfonos móviles, o sistemas de etiquetado e identificación de objetos como los códigos de barras o los más modernos QR. Otros dispositivos que tendrán un papel esencial en ese internet del futuro serán los sensores, de muy diverso tipo, que harán un seguimiento continuo de las variables relacionadas con el ambiente.
También es fundamental la adopción de un sistema de protocolo de identificación de internet, que usa cada aparato como un ordenador o una impresora, que sustituya al actual, IPv4, que en los últimos años ha agotado sus cerca de 4.300 millones de direcciones. La solución es IPv6, un sistema que, a diferencia del anterior, emplea 128 bits en lugar de 32 y será prácticamente inagotable. En estos momentos, la red vive un momento de transición entre ambos protocolos, lo que dará algunos problemas ocasionales, pero necesarios para salir del atolladero de la adopción de un sistema que no da más de sí.
Un plan de acción de la Comisión Europea contempla que el internet de las cosas sirva para encauzar diversos retos sociales. Los sistemas de monitorización de la salud, con sensores incorporados al cuerpo humano, ayudarán en los desafíos de una sociedad cada vez más envejecida, ya que evitarán desplazamientos innecesarios al médico y priorizarán la actuación facultativa sólo cuando sea necesaria. El Ejecutivo europeo ve muchísimas utilidades: árboles conectados mediante sensores ayudarán a combatir la deforestación, o los coches pueden facilitar la reducción de las congestiones de tráfico y, por tanto, la contaminación. El límite está en la imaginación.
Según Llorenç Valverde, vicerrector de Tecnología de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), con el internet de las cosas “se trata de incorporar capacidades de conectar y recibir mensajes simples en los objetos más diversos”. Valverde observa que uno de los padres de internet, Vinton Cerf, ya veía el internet de las cosas “como una gran cosa inminente en 1998”. “La idea –señala– es muy simple, pero la aplicación es más complicada”. “Y suscita problemas serios de privacidad”, añade. Las personas deberán tener claro hasta qué punto quieren tener monitorizada su actividad y cómo esos datos pueden llegar hasta otras personas y empresas de servicios.
La UOC tiene en desarrollo un proyecto para el internet de las cosas. Se trata de un gusano que, según su color, podrá indicarle a un estudiante si tiene una cita de agenda próxima, un nuevo correo o cualquier tipo de aviso.
Uno de los posibles obstáculos para ese desarrollo del internet de las cosas será la infraestructura de la red. Valverde apunta que si todo funciona de forma fluida o, por el contrario, internet se vuelve más lento, va a depender de “la actitud de las operadoras”.
Adriano Galano, consultor de tecnología de Fujitsu, indica que el actual momento de desarrollo tecnológico se dirige a “la transformación de internet y la tecnología en un modelo más centrado en los seres humanos e incluso en el conocimiento que esos seres humanos generan entre sí y sus interrelaciones”. Esta multinacional japonesa, que es una de las empresas punteras en el desarrollo de diversos tipos de sensores para este tipo de máquinas, ha definido ese futuro como una “sociedad inteligente de seres humanos conectados”.
La conexión de tantos millones de objetos a internet debería contribuir también a una explosión en el desarrollo de la economía del conocimiento. Los datos que proporcionarán máquinas y objetos servirán para ofrecer servicios específicos para cada usuario basados en la experiencia. El internet de las cosas, en opinión de Galano, “va a cambiar la manera de comportarnos en la vida cotidiana”.
Óscar Hernández, director general de la consultora Lantares, dedicada a sistemas de gestión de la información, hace notar que una de las claves de ese futuro internet de las cosas será “la capacidad que tengamos para estructurar estos datos y darles sentido de análisis”. Para Hernández, entre los posibles problemas estará el “posible colapso de los sistemas de transmisión de datos”. “No sé si seremos capaces –advierte– de pasar mucho más volumen de información por el mismo sitio en el mismo tiempo”. Y una última conclusión: los datos en tiempo real no siempre desembocan en la mejor decisión. A veces hay que esperar a que los resultados se asienten.
Por Francesc Bracero from lavanguardia.es 27/04/2011
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