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No tiene ni la ambición ni la voluntad política de su padre, Hafez. Gestiona la dictadura y la supervivencia de un clan.
Bashar al-Assad tenía por delante una vida cómoda, como la de tantos otros jóvenes nacidos en el seno de familias que formaban parte de la oligarquía árabe. Como hijo del presidente de Siria, que lo fue durante la friolera de treinta años, pudo acceder a una buena educación occidental y al conocimiento de idiomas.
Al ser el tercero de cinco hermanos no tenía que preocuparse en exceso por las obligaciones políticas. Para eso estaba su hermano mayor, Basel, arrogante y violento, en línea con los hijos del presidente iraquí Sadam Hussein. Eran jóvenes educados para gobernar en un ambiente hostil donde un mal paso les podía costar la vida sin que nadie se inmutara por ello. Pero ese no era el caso de Bashar, un chico inteligente, retraído y tímido que optó por seguir la carrera de Medicina en Damasco para especializarse finalmente en Oftalmología.
Bashar se trasladó a Londres para ampliar estudios y lo hizo con su acostumbrada discreción. Era un joven árabe más que se acercaba a la capital británica para mejorar su formación. En Londres pudo disfrutar de la libertad, del anonimato, de ser uno más en una gran metrópoli pluricultural. Fue entonces cuando conoció a Asma, la hija de un cardiólogo sirio que había optado por emigrar al Reino Unido. Aquella hermosa y elegante londinense terminaba entonces sus estudios universitarios para comenzar una prometedora carrera en la banca internacional. Con Asma a su lado Bashar parecía cerrar su plan de vida con una apuesta clara por un entorno profesional, burgués y cosmopolita.
Llegó al poder por la muerte en accidente de su hermano mayor
Reza el dicho popular que el hombre propone y Dios dispone. El 21 de enero de 1994 moría en accidente de tráfico Basel al-Assad, hijo mayor y heredero político de Hafez al-Assad, presidente de Siria y para entonces un hombre enfermo. Bashar fue designado nuevo heredero y a continuación tuvo que someterse a una intensiva formación militar y política. No podía dar la espalda a su familia ni al clan político forjado por su padre. Le gustara o no ese era su destino.
En el año 2000 moría Hafez al-Assad, dando paso a la primera monarquía republicana árabe, valga el sinsentido. La lucha por el poder con su tío Rifaat fue dura y violenta, pero al final la voluntad del difunto presidente se impuso. Sin embargo, Bashar ni tiene la ambición ni la voluntad de su padre. Gestiona una herencia, pero carece de capacidad creativa. Tuvo que retirar sus tropas del Líbano, una dura humillación, y buscar un entendimiento con los ayatolás iraníes para garantizar su seguridad.
El viejo baasismo, ese cocktail siempre tóxico entre nacionalismo y socialismo, se veía abocado en su decadencia a buscar el amparo de sus tradicionales enemigos islamistas, que a cambio tendrían mayor libertad de movimiento en el antes vedado territorio sirio. Paradojas del destino, quien más apostó por una vida profesional y cosmopolita se vio arrastrado a reprimir a todo un pueblo y a aliarse con los ayatolás iraníes para defender los intereses de un clan, de su clan.
Por FLORENTINO PORTERO from ABC.es 27/04/2011
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