sábado, 23 de abril de 2011

Los sueños frustrados del DC

Foto from news.getaroom.com

La capital de Estados Unidos no cuenta con voto en el Congreso estadounidense ni autonomía real.
Mike Panetta es un congresista inusual. Un legislador que no legisla. Sin salario ni colaboradores. Sin poder.
Porque Washington DC es una capital sui géneris. Con escasa influencia. Sin derecho a voto en las elecciones al Congreso de Estados Unidos, ni capacidad de aprobar un presupuesto sin el permiso del Congreso.
Panetta, nacido en 1971 y consultor político de profesión, ostenta desde 2007 el cargo de representante en la sombra de la capital federal en la Cámara de Representantes.
Elegido por sufragio universal cada dos años, como cualquier representante en cualquier estado, el cargo es simbólico. La tarea de Mike Panetta consiste en promover la causa de Washington, un distrito federal sin autonomía ni democracia verdadera.
El lunes 11 de abril, el congresista en la sombra y cuarenta personas más, entre ellas el alcalde, Vicent Gray, fueron detenidos ante el Capitolio. Protestaban por el acuerdo entre el presidente Barack Obama y los republicanos sobre el presupuesto de 2011.


En las últimas horas de la negociación, de noche, cuando demócratas y republicanos intentaban evitar el cierre de la Administración federal por falta de fondos, Obama ofreció un trato al jefe de la Cámara, el republicano John Boehner, para salvar el acuerdo. “John, te daré el aborto en DC”, dijo el presidente, según informó The Washington Post.
Para salvar el acuerdo, Obama aceptó la exigencia republicana de prohibir la financiación pública de abortos en Washington.
“Nos vendió”, dijo ayer Mike Panetta en un café del pequeño Chinatown de la capital. “Esta ciudad votó de forma abrumadora por él– recordó Panetta, que pasó más de diez horas detenido–. Y ahora hay una sensación de traición”.
Washington es una ciudad extraña. En realidad es, como mínimo, tres ciudades: la del Capitolio, los monumentos y las oficinas federales; la de los barrios residenciales blancos en el noroeste, y la ciudad afroamericana y pobre que raramente sale en los telediarios pero que encarna la seña de identidad más arraigada de la capital federal.
En los últimos años, esta identidad ha empezado a mutar. Sie-te de cada diez habitantes de Washington eran negros en los años setenta; ahora son uno de cada dos. Algunos ven en el aburguesamiento de los barrios céntricos –y el aumento de precios– una amenaza a la esencia afroamericana de la ciudad. En 2008 la elección de Obama, el primer presidente negro de EE.UU., insufló esperanzas. Obama, que obtuvo aquí un 93% de votos, se había pronunciado a favor del derecho de voto de Washington.
Pero las decepciones no han dejado de acumularse. El Congreso ha torpedeado cualquier intento de convertir en estado la capital federal y permitirle participar en la legislación nacional.
Al no ser un estado –el nombre oficial de la capital es Distrito de Columbia– tiene su lógica que no disponga de representantes a las cámaras donde están representados los estados miembros de la Unión. La ausencia de autonomía política puede explicarse porque la capital federal pertenece a todos los estadounidenses, y por tanto incluso los congresistas del remoto Hawái tienen voz en la gestión de sus asuntos internos.
Mike Panetta apunta otros motivos por la resistencia a conceder a los 600.000 washingtonianos la autonomía y el voto en los asuntos nacionales.
El rechazo de los actuales senadores, dice, es comprensible teniendo en cuenta que el Senado es un club exclusivo, y la entrada de dos nuevos senadores restaría poder a los actuales.
Washington, además, es una ciudad negra y demócrata: si se convirtiese en estado, sus senadores y representantes serían demócratas, lo que explica que los republicanos vean con recelo las exigencias de la capital.
En Washington, los automóviles llevan matrículas en las que se lee: “Taxation without representation” (impuestos sin representación). Era el lema de los revolucionarios americanos contra el imperio británico, y es el lema de los washingtonianos, que se quejan de pagar impuestos sin poder decidir cómo se gastan.
No es probable que en Washington deje de verse pronto la matrícula. Los últimos debates presupuestarios han demostrado que Obama, como sus antecesores, tampoco está por la labor. Mike Panetta no pierde la fe. Cree que la protesta del 11 de abril puede catalizar una protesta mayor.
“En muchos aspectos lo relaciono con lo que ha pasado en Oriente Medio”, dijo ayer. “Se inbuban durante tiempo movimientos sociales masivos, sin que nadie se de cuenta, y esto ha pasado en DC”.
Por Marc Bassets from lavanguadia.es 22/04/2011

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