viernes, 22 de abril de 2011

El gigante chino se despierta

Foto from ABC.es

Acaba de reinaugurarse el Museo Nacional de China, el más grande del mundo, operación que forma parte del programa que quiere convertir este país en el principal destino cultural del planeta.
Justo el fin de semana que abría sus puertas el Museo Nacional de China después de tres años de obras, era arrestado en el aeropuerto de Pekín el internacional Ai Weiwei, una de las voces más críticas con el sistema chino desde el arte. Para entonces, los fastos que celebraban unos trabajos de ampliación que han quintuplicado la superficie del museo (que pasa de 35.000 metros cuadrados a 191.000, según la memoria constructiva), ya habían tenido lugar, pero seguro que dejaban la sensación de borrón a unos responsables políticos que vuelven a tomarse lo del arte como una herramienta a su servicio. Desde el famoso 798 Desing District de la capital, las pocas voces que intentan dar una respuesta políticamente correcta a la tensión entre las autoridades chinas y el creador detenido apuntaban a que Weiwei no sería tan conocido si no fuera por esas polémicas... No lo sería si no fuera por eso, pero, sobre todo, si no fuera por su trayectoria; por haber llenado de pipas la Tate o haber diseñado el estadio olímpico de El Nido para los Juegos Olímpicos de 2008 (en cuyas instalaciones limítrofes, las mismas responsables políticos se plantean, curiosamente, crear un museo de arte contemporáneo de referencia para la ciudad).
De grande a enorme
Arte y política. El Museo Nacional de China se levanta –y recorre– la plaza de Tianamen en Pekín. De hecho, fue uno de los diez «grandes edificios» construidos desde 1959 para celebrar el décimo aniversario de la República Popular de Mao. Su remodelación –llevada a cabo por la firma alemana Gerkan, Marg & Partner– forma parte de un plan puesto en marcha por el gobierno, que invierte grandes cantidades de dinero en la modernización de sus infraestructuras culturales con la idea de convertir China en el mayor destino turístico del planeta antes de acabar la década. Las cifras sitúan al gigante asiático hoy en la tercera posición del ránking, con sus 56 millones de visitantes anuales (sin contar los 1.600 millones de desplazamientos de sus propios ciudadanos). El grandioso nuevo espacio (en el que se integran el Museo Nacional de Historia y el de la Revolución China, y que se convierte con diferencia en la pincoteca más grande del mundo, dos veces el tamaño del Hermitage en San Petersburgo y cinco El Prado de Madrid), está preparado para recibir 30.000 visitas diarias, con acceso a una colección de más de un millón de piezas. Poner en marcha su maquinaria obligó, por ejemplo, a que, aunque la inauguración tuviera lugar el 1 de abril, el museo abriera sus puertas a grupos reducidos desde un mes antes para preparar al equipo encargado de gestionarlo.
Tras la reapertura, y una inversión de 266 millones de euros, el museo gana 48 nuevas salas expositivas (cada una con una media de 1.000 metros cuadrados de superficie), un inmenso salón de actos (acondicionado para convertirse en auditorio para espectáculos musicales, como así ocurrió con Lorin Maazel el día que se cortó la cinta, que dirigió un conjunto musical conformado por diferentes orquestas alemanas para interpretar la Heróica de Beethoven), y una nueva fisonomía hacia Tiananmen, que da paso a un inabarcable atrio que unifica el acceso a los dos museos y facilita la circulación por sus siete plantas de altura inabarcable. Los arquitectos han intentado actualizar materiales (granitos, mármoles y maderas de la zona) y procesos constructivos del pasado en un intento de contemporaneizarlos. Esperemos que la analogía en cuanto a las intenciones por avanzar del museo y sus dirigentes no quede tan solo en las formas.
Por javier díaz-guardiola / pekín  from ABC.es  21/04/2011

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