miércoles, 6 de julio de 2011

El éxito económico consolida a Brasil como destino alternativo para millones de inmigrantes


Foto from uchina.com.ar

El país ofrece oportunidades de trabajo, pero también existe explotación | Del 2009 al 2010, el total de permisos de trabajo concedidos a foráneos creció un 30%.
Jimena Salinas Orellana se fue a España hace siete años, cuando ella tenía 23, con la intención de estudiar periodismo y mejorar su pobre vida. En Bolivia, su tierra, no tenía expectativas. Así que juntó sus magros ahorros, pidió un crédito bancario y compró un billete a Madrid. Buscó empleo y, después de muchas vueltas, un cura católico le consiguió un puesto como cuidadora de una pareja de ancianos en Algeciras. Allí estuvo un año. Después partió a Barcelona y, aparcados ya los planes de estudio tras el baño de realidad, encontró un trabajo como ayudante de cocina en una barrestaurante de Sant Cugat. Pero no tenía papeles. Ni suerte: “Un día me agarró la Guardia Civil y me botaron de vuelta a mi país”, cuenta. Eso fue en el 2009. Jimena pasó dos años con su familia, en Santa Cruz. Trató de hacerse con un visado para regresar a España, “pero entonces no tenía dinero suficiente”. Hace un par de meses decidió irse a São Paulo.
“Una prima que vive aquí me dijo que en Brasil hay trabajo y se gana un poco más”, explica durante un pequeño descanso de sus labores de cocinera en la casa de comidas Illimani, situada en la Rua Coimbra: la calle con más concentración de bolivianos de la megalópolis brasileña. Este es su segundo empleo. Antes, Jimena pasó unas semanas en “la costura”, es decir, en uno de los incontables talleres de la ciudad donde patrones sin escrúpulos –la mayoría coreanos, como en este caso– explotan a miles de inmigrantes. “Allí trabajaba catorce horas al día y me pagaban 400 reales al mes (unos 177 euros). Lo dejé cuando no pude más. Ahora estoy un poquito mejor”, dice.
Jimena quisiera volver a España, pero sabe que por ahora no le conviene. Ya antes de salir de allí vio cómo muchos compatriotas se volvían a Bolivia o cambiaban de país: “Unos porque ya habían logrado lo que querían y otros porque ya no había trabajo”.
Nadie sabe cuántos bolivianos residen hoy en São Paulo. Buena parte de ellos están en situación irregular pese a las sucesivas campañas de legalización o “amnistías” desarrolladas por el Gobierno. Jorge Merubia, jefe y coterráneo de Jimena y hombre respetado en la colonia tras más de 30 de estancia en ella, habla de “unos 200.000” paisanos suyos solo en esta urbe. “Cada día, o mejor dicho, cada noche, vienen dos o tres autobuses de clandestinos con unos cien bolivianos o más. Entran por Paraguay, por un paso donde la policía extiende la mano y cierra los ojos”, asegura. Brasil empieza a parecer una enorme agencia de colocación. De empleo legal e ilegal. Para pobres, parados de toda condición e incluso para profesionales con deseos de prosperar. Es ya, de hecho, una clara alternativa para los inmigrantes expulsados por la crisis en España y otros países europeos. Sobre todo para los latinoamericanos, dada la proximidad geográfica y, en el caso de los países sureños, debido también a las facilidades de residencia y empleo contempladas en los acuerdos de Mercosur.
Los números oficiales y los estudios al respecto confirman lo que se ve en la calle, aunque no siempre y nunca del todo. Así, mientras el último registro del Ministerio de Justicia contabiliza 1.459.433 extranjeros que residen legalmente en Brasil, la página web del Gobierno de Estado de São Paulo informa de “unos tres millones de inmigrantes” solo en ese territorio.
Del 2009 al 2010, el total de permisos de trabajo concedidos a foráneos creció un 30% en el gigante del sur, hasta superar los 56.000. Los incrementos para los ciudadanos de América Latina oscilaron entre el 13% de los argentinos y el 67% de los mexicanos, porcentajes seguramente aupados por la amnistía a la que se acogieron 43.000 extranjeros el año pasado. Con todo, el aumento global de permisos del primer trimestre del 2010 al mismo periodo del 2011 alcanzó el 13%.
La explicación del tirón de Brasil como destino alternativo a España es muy sencilla si se confrontan los datos económicos básico de ambos países: un crecimiento del 7,5% el año pasado en Brasil frente a una contracción del 0,1% en España; una envidiable tasa de paro del 6,4% allí contra un 20,9% aquí.
Súmese a ello el contraste entre las respectivas coyunturas en el sector de la construcción: un boom frente a un crash, y eso sin que las grandes obras del Mundial del 2014 y las Olimpiadas del 2016 hayan casi arrancado.
“Brasil se está transformando en una Meca del trabajo para los extranjeros”, declaró hace días en Ginebra el ministro del ramo de este país, Carlos Lupi. No se refería sólo a los latinoamericanos. “La cantidad de chinos que nos piden visado es enorme”, exclamó abriendo los brazos.
Las palabras del ministro, como las cifras, pueden dar una idea equivocada de la situación. Brasil puede ser una alternativa para el trabajador foráneo, pero también un paraíso de la precariedad en muchos casos. La historia de Jimena así lo indica. El paisaje de Rua Coimbra y alrededores lo certifica. No es felicidad plena lo que irradian los semblantes de los que allí habitan. Trabajo sí hay; explotación, no poca.
Los trabajos que los brasileños rechazan
Es un clásico en la franja inferior de cada mercado laboral. Cuando un país despega y nuevas oportunidades se abren para sus trabajadores, pronto empiezan a faltar manos para los empleos peor remunerados. Entonces los extranjeros cubren el hueco. Pasó en España no hace tanto y ahora sucede en Brasil. Uno de los sectores donde el fenómeno es más evidente es el de las empleadas del hogar. En São Paulo, las viviendas de los barrios acomodados suelen disponer de un cuarto para el servicio, lo que obviamente delata cierto hábito de contratar internas. Mujeres entre las cuales cada día se ven menos brasileñas y más latinas de países vecinos. Lo confirman los intermediarios, legales o informales. “Una cocinera dispuesta a vivir en la casa que la emplea es oro en el mercado”, dijo a Folha de São Paulo el gerente de la agencia Domésticas, Luciano Segura. “Muchas latinas vienen ya buscando específicamente estas plazas”, añadió el padre Mário Geremia, de la ONG Pastoral del Emigrante.

Por Fernando García | São Paulo Corresponsal from lavanguardia.com  05/07/2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.