Foto from randomwire.com
La multinacional sueca lleva ya diez años presente en China. A lo largo de todo este tiempo ha conseguido hacerse muy popular entre los consumidores del país, aunque esto está perjudicando a la firma: más que como una tienda de muebles y complementos para el hogar, los chinos lo ven como un centro de ocio.
Según recoge la CNBC, en los centros de Ikea en China lleva tiempo reproduciéndose una imagen curiosa. Los chinos abarrotan los pasillos de los establecimientos, pero en lugar de comprar se dedican a hacer fotografías, llevarse catálogos, descansar en sus colchones, comer perritos o dejar que sus niños jueguen en las instalaciones que tienen habilitadas para ello.
En algunos casos, incluso recolectan ideas para reproducir los muebles a un coste más barato y comercializarlos en sus tiendas. Y es que, en un país donde la renta per capita supera por poco los 2.000 dólares, y esto sólo en el caso de la población urbana, muchos de los productos que ofrece Ikea están fuera de las posibilidades de los bolsillos chinos.
Demasiado caro... y demasiado barato
Por eso, aunque la compañía sueca registra un incremento medio anual del 20% en su facturación en las tiendas en el país asiático, lo cierto es que el grueso de estas ventas proceden de artículos con descuentos o que proporcionan escasos márgenes.
Según explica Shaun Rein, fundador de la consultora China Market Research Group, si llegan a comprar suelen decantarse en la mayoría de los casos por "alfombras de baño de un dólar o vasos". En opinión de este analista, basar la estrategia de crecimiento de ventas en productos de descuento o muy baratos "no es viable a largo plazo".
Pero existe otro motivo por el que esta situación perjudica a la firma sueca. Rein explica que las tiendas masificadas de visitantes y con cada vez más artículos con bajos precios alejan a los ciudadanos con más recursos.
"En otras palabras, Ikea es demasiado caro para la mayoría de los consumidores, pero demasiado barato para los compradores más pudientes", añade.
From elEconomista.es 05/04/2011
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