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La séptima personalidad más influyente del mundo está acusada ahora de intento de agresión sexual. Hipnotizados, los franceses se preguntan quién es de verdad el brillante economista y socialista millonario a quien parecían dispuestos a elegir como jefe del Estado.
El ayudante del fiscal de Nueva York, John McConnel, un tipo de unos 40 años, repeinado y de piel sonrosada, le explicó al juez que el acusado no merecía la libertad condicional porque podía escapar de Nueva York y adolecía de una suerte de "conducta compulsiva". Dominique Strauss-Kahn, de 62 años, ojeroso, sin corbata, cansado, envejecido brutalmente tras su paso por la cárcel de Rikers Island, inexpresivo durante la alocución, alzó entonces la ceja derecha con cierto desprecio y negó con la cabeza. Poco después, el abogado del ya ex director gerente del Fondo Monetario Internacional, William Taylor, uno de los penalistas más famosos de Nueva York, se vio en la necesidad de explicar al juez por qué su defendido se encontraba en un avión rumbo a París cuando le arrestó la policía. "No es que quisiera huir, señoría", dijo Taylor. "Es que tenía una cita al día siguiente. Una cita... con la canciller alemana Angela Merkel", concluyó.
Todo en este caso es excesivo. Francia entera asiste entre estupefacta e incrédula a la aniquilación fulgurante de la figura de quien, hasta el domingo, era su político más popular y el símbolo puro del éxito, el poder, la inteligencia y el futuro. El hombre con más posibilidades de suceder a Nicolas Sarkozy en las elecciones presidenciales de 2012, el economista brillantísimo que desde hacía tres años gobernaba -junto a un puñado de personas- el destino económico del mundo, el líder encargado de salvar a Grecia, a Portugal, a Irlanda y al euro, la séptima personalidad más influyente del planeta -según Time Magazine-, el socialista millonario que ganaba por goleada en todos los sondeos, ha sido formalmente acusado de intento de violación y de secuestro, entre otros siete cargos, y se enfrenta a 72 años de cárcel. Se le imputa haber asaltado en la suite del hotel Sofitel en Nueva York a una empleada de la limpieza que acababa de entrar con su carrito para barrer la habitación. Según el testimonio de la víctima, a la que el fiscal y el Gran Jurado han dado crédito, DSK salió del cuarto de baño, desnudo, y la empujó a la cama. Después trató de que la mujer, de 32 años, de origen guineano, con una hija de 15, residente en un edificio pobre del Bronx, le practicara una felación. Posteriormente la encerró en el cuarto de baño y volvió a intentarlo.
Ahora, tras pasar cuatro días en una celda solitaria de 12 metros cuadrados y haber aparecido en todas las televisiones del planeta esposado y saliendo de una comisaría de Harlem, con la mirada perdida y el abrigo descolocado, este exvip del mundo ha conseguido una libertad condicional especial y vivirá encerrado en una cárcel de oro en Nueva York. Se encuentra vigilado las 24 horas del día por una cámara de seguridad para que no se fugue y custodiado por un guardia armado pagado por él mismo. Ahí preparará su defensa, tras asegurar que rechaza todas las acusaciones.
Mientras, los franceses, hipnotizados por la historia, se preguntan quién es en verdad ese hombre que lo tenía todo el domingo pasado y a quien estaban dispuestos a entregar la presidencia de la República. O dicho de otra manera, cuántas personalidades escondía. "Un seductor, pero no un violador; un tipo transparente, que vive como respira", escribía Michel Taubmann en su reciente (y ya anticuada) biografía La verdadera novela de Dominique Strauss-Kahn. Un "chimpancé en celo", como le describió Tristane Banon, una escritora que le acusó de haber tratado de abusar de ella. Sus amigos políticos dieron al principio la cara por él, asegurando que no se imaginaban a un Dominique violento. Sin embargo, el periódico France Soir reveló el testimonio de uno de esos colaboradores que, hace tres meses, y aunque de forma anónima, le contó a un periodista: "Durante muchos meses he pedido que Dominique se desplace siempre con un par de guardaespaldas. No hay que dejarle solo. No porque haya que defenderle de una agresión de alguien, sino para que, bueno, para impedir que sucumba a los problemas de su vida sexual. Eso, claro, siempre que opte a la presidencia de la República".
Strauss-Kahn nació en 1947 en Neuilly-sur-Seine, en el seno de una familia judía de abogados fiscalistas ligada a la izquierda socialista francesa. Creció en Agadir y en Mónaco, viajó mucho con su abuelo paterno, fue un niño feliz, confiado, apoyado por una familia liberal y abierta que siempre dio importancia a las decisiones personales de sus hijos. Sus amigos de infancia le recuerdan como un joven inteligentísimo, con temperamento de líder, apasionado de las matemáticas y el ajedrez y con una memoria de mago. Se casó a los 18 años con su novia de toda la vida, Hélène Dumas, con la que tuvo tres hijos. Mientras estudiaba en la prestigiosa Escuela de Altos Estudios Comerciales, dudaba entre aspirar a ser ministro de Hacienda o premio Nobel de Economía. Por entonces gastaba melena y gafas de pasta, y soñaba con emigrar a California a dar clases. Pero pasaron los años y cuando tuvo la oportunidad de hacerlo, no lo dudó: prefirió quedarse en Francia, con François Mitterrand recién elegido jefe del Estado y con todas las oportunidades al alcance de la mano. Acababa de elegir: adiós al Premio Nobel. Prefería ser ministro. Se casó por segunda vez con una asesora de comunicación, abandonó las gafas, las barbas de progre, y se atornilló al Partido Socialista gracias a su talento. "Enamorado a los 14 años y casado a los 18, padre de familia muy joven, absorbido por los estudios, el trabajo y la militancia, siempre fiel a su primera mujer, DSK no conoció las delicias de la soltería", escribe Taubmann en su biografía. "Después llegó la treintena y descubrió su poder de seducción. Levantó la cabeza de los libros y descubrió un mundo lleno de mujeres hermosas", añade el biógrafo, para explicar la transformación de Strauss-Kahn.
Fue un buen ministro de Economía entre 1997 y 1999, presidente de la Comisión de Economía de la Asamblea Francesa, ganó aún más reputación de economista brillante y político eficaz, aunque fue derrotado en las primarias socialistas de 2007 por Ségolène Royal. Fue entonces cuando se le ofreció la oportunidad de presidir el Fondo Monetario Internacional. Logró el acuerdo de Nicolas Sarkozy, que así creía desactivar a un posible adversario para las elecciones de 2012. En la despedida, antes de que DSK saliera hacia Washington para hacerse con el cargo, el jefe del Estado francés le advirtió: "Ten cuidado. No te montes ni en el ascensor con una becaria. Allí no bromean con esas cosas. Tú ya me entiendes. Francia no puede permitirse un escándalo".
DSK arrastraba una fama consentida de mujeriego imparable, de ligón insistente y algo pesado, de perseguidor infatigable de mujeres. Pero también se decía que las atosigaba a base de mensajes terminantes y recurrentes lanzados desde su abrasante teléfono móvil: "Te quiero". Y también que no sabía aceptar un "no" por respuesta, de que se pasaba de la raya...
El único periodista que se atrevió a hacer público ese aspecto de Strauss-Kahn fue el corresponsal de Libération en Bruselas Jean Quatremer. En 2007, en plena campaña para nombrar al nuevo director gerente del FMI, este periodista, que había conocido mucho a DSK en sus desplazamientos a la capital belga, publicó en su blog lo siguiente: "El único problema de Strauss-Kahn es su relación con las mujeres. Es demasiado pesado y roza con frecuencia el acoso. Algo conocido por los medios, pero de lo que nadie habla (estamos en Francia). Pero el FMI es una institución internacional de costumbres anglosajonas. Un gesto mal interpretado, una alusión demasiado precisa y se desencadenará una tormenta mediática".
Libération, que en su día rechazó la publicación de ese texto, publicó esta semana un artículo de Quatremer relativo al caso. Como otros medios franceses, ese periódico se pregunta -espoleados por las críticas de sus colegas estadounidenses- si no deberían haber sido más críticos y explícitos con el controvertido comportamiento de DSK hacia las mujeres. La omertá se mantuvo pese a que los autores del libro Sexus politicus, publicado en 2006, ya habían dedicado un capítulo al comportamiento de Strauss-Kahn; pero lo que se contaba eran solo detalles de seducción.
Un año después de la advertencia de Quatremer (y de la de Sarkozy) saltaba el escándalo en el epicentro del FMI. El 18 de octubre de 2008, cuando la crisis mundial amenazaba ya con desestabilizar el planeta, el Wall Street Journal revelaba que el organismo había iniciado una investigación para aclarar si había existido "abuso de poder" por parte de Strauss-Kahn hacia una economista húngara de 40 años, Piroska Nagy, con la que había mantenido relaciones sexuales. La investigación se cerró absolviendo al director gerente, que, con todo, se disculpó ante el mundo por su "comportamiento inapropiado". Su tercera esposa, Anne Sinclair, una popular periodista política francesa, de la misma edad que DSK, nieta y heredera del mítico y multimillonario marchante de arte y amigo de Picasso Paul Rosenberg, defendió a su marido por primera vez en público. En una entrada de su blog personal aseguró: "Todo el mundo sabe que estas cosas pueden pasar en todas las parejas. Por mi parte, esta aventura de una noche es ya una cosa pasada".
DSK volvió a ocuparse de la crisis mundial y, de paso, de su propia ascensión casi ilimitada. Pasó la tormenta mediática, incluyendo ciertos comentarios del Wall Street Journal ("enviar aquí a la bragueta más rápida del Partido Socialista era suicida"), pero se cerró el caso. ¿Del todo? No del todo. Unas semanas más tarde, la revista L'Express publicó una reveladora carta escrita por Piroska Nagy a su abogado: "Dominique Strauss-Kahn abusó de su posición en su manera de acercarse a mí. Me convocó muchas veces para hacerme proposiciones inapropiadas. A pesar de mi vida profesional, no estaba preparada para sus tentativas. (...) Es un hombre agresivo. (...) El tipo de hombre que no puede trabajar con mujeres a sus órdenes".
Con todo, ninguna mujer ha denunciado en Francia a DSK. Tristane Banon, la periodista y escritora de 32 años que lo ha definido como un chimpancé en celo, estuvo a punto de hacerlo en 2003 y vuelve a estarlo ahora. Hace ocho años acudió a una cita con el por entonces diputado Strauss-Kahn para entrevistarle sobre un libro que escribía, que acabó apareciendo ese año, titulado Errores confesados, en el que una quincena de personajes públicos famosos hablaban de alguna sonada metedura de pata. "Llegué al apartamento de la cita, un lugar casi vacío, coloqué la grabadora y él me pidió que le diera la mano porque lo que me iba a contar era muy íntimo. De la mano pasó al brazo y...". Acabaron peleando en el suelo. "Le di varias patadas, él me desgarró el sujetador y trataba de bajarme el pantalón. Me fui. Luego, durante varios días, recibí en el móvil mensajes suyos que siempre decían lo mismo: "¿Te doy miedo?". La periodista contó esto en febrero de 2007 en un programa de televisión. Nunca denunció a la policía la supuesta agresión porque, según asegura ahora, su madre, Anne Mansouret, consejera regional socialista de la región de L'Eure, le convenció para que no le hiciera. Esta última, que ahora se arrepiente de la decisión, pensaba que acudir a la policía equivaldría a acabar con la carrera de su hija. Ramzy Khiroum, uno de los cuatro poderosos consejeros de comunicación que colaboran con DSK desde hace años, replicó que el comentario televisivo de la chica obedecía simplemente a una venganza. "Yo llamé a la editorial para pedir que retiraran la entrevista que había hecho porque no estaba de acuerdo con el contenido", ha explicado Khiroum. "Ella prometió que DSK lo iba a pagar".
Todo esto, lo de su fama, se sabía. Y él también sabía que se sabía. El pasado 28 de abril, hace menos de un mes, Strauss-Kahn, en la cima de su poder y su proyección como exitoso director gerente del FMI, comió en un restaurante de París junto a algunos redactores de Libération. Antes de sentarse a la mesa, aquejado de cierta manía persecutoria, les pidió que extrajeran las baterías de los móviles a fin de que la conversación no acabara grabada en manos del ministro del Interior, que según él, y por orden de Sarkozy, le espiaba. Habló en privado de sus posibilidades para ser presidente: "Seré candidato, es un deber en un país que va muy mal", "En mí se reúne todo lo que los franceses buscan en un político: la competencia, la calma y la experiencia internacional". Y luego añadió que se esperaba golpes bajos: "Mi judaísmo, las mujeres y el dinero". El dinero de la pareja, que posee casas en París, Washington y Marrakech, proviene de su mujer. Es ella la que ha pagado el millón de dólares de fianza, la que ha desbloqueado los cinco millones de dólares de garantía bancaria que le ha pedido la juez del Tribunal de Nueva York.
Strauss-Kahn sabía que ese dinero constituía un aparente punto débil. Dos semanas atrás, una foto en la que aparecía montándose en el Porsche Panamera de 100.000 euros de su colaborador Ramzy Khiroum dio la vuelta a Francia al convertirse en el símbolo del obsceno tren de vida de un socialista que trataba de agrupar a la izquierda francesa. Después de lo que ha pasado, la polémica del Porsche se antoja casi infantil. En aquella sintomática comida con reporteros de Libération, DSK también habló con suficiencia de su otro punto débil. "Me gustan las mujeres, sí. ¿Y qué? Desde hace años se habla de fotos de orgías descomunales, pero yo no las he visto nunca. Que las saquen...".
Dos semanas después de esta balandronada, aún en la cima, DSK abandonaba Washington y su despacho en el FMI y se disponía a volver a Europa para discutir los detalles del rescate de la deuda griega con Angela Merkel y otros amos del universo. Antes recalaba en Nueva York, en una suite de un hotel de lujo donde, a mediodía del 14 de mayo, entraba una empleada empujando un carrito lleno de productos de limpieza.
Por ANTONIO JIMÉNEZ BARCA from el país.com 22/05/2011
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