Me imagino que muchos lectores habrán visto ya la exposición referente a la caída del imperio romano de Jesús Huerta de Soto, economista con el que se puede estar de acuerdo o no pero que sin duda trata siempre cuestiones de máximo interés con un atractivo, y controvertido, punto de vista. Para los que no, aquí les dejo este vídeo que es todo un éxito en Youtube (1), siete minutos que valen la pena sea para dar la razón o para refutar.
Sintetizando, el Imperio Romano pasa de un desarrollo sin parangón a la debacle. ¿Por qué? ¿Por los bárbaros que lo invadieron? Según este vídeo no. Se expone que la clave está en las políticas económicas que se toman, en el “pan y circo” (o Estado de Bienestar y socialismo según la ideología del autor) y el aumento de la pobreza. Ante este fenómeno el remedio que se trata de aplicar, entre otros desatinos, es crear inflación, devaluar progresivamente la moneda a la vez que se fijan los precios como si con ello se aumentase el poder adquisitivo. Un “engaño” que remata la economía real y deja al imperio en busca de una excusa para desmoronarse: los bárbaros.
No son pocos los que buscan un paralelismo entre la trayectoria de la divisa del Imperio Romano y la actual divisa de referencia mundial, el dólar, viendo en ello un claro síntoma de lo que se avecina. Quizá, pero la devaluación no es la causa del colapso, sino un efecto del verdadero motivo: el empobrecimiento.
El problema surge cuando una parte importante de los ciudadanos se empiezan a quedar fuera del sistema, no por ser “vagos y maleantes”, sino por una falla de éste. Claro que “los fallos” no suelen ser tal en la mayoría de los casos, si no que están ahí porque benefician a alguien, alguien a quien no le interesan los cambios. Ahí es cuando la menguante clase media trabajadora se ve asfixiada, se rompen los pilares y la pirámide cae.
Nuestros gobernantes saben que existe un nivel de empobrecimiento que no se puede consentir, por altruismo y ética… o simplemente porque si el descontento se generaliza pierden las elecciones. Ahí es cuando surge la devaluación, ahí es cuando surge la deuda -conceptos ampliamente ligados hoy en día- o el “pan y circo”. No saben, o no quieren, solucionar los problemas, así que ¿por qué no ofrecer una casa a un “ninja” estadounidense para que realice el “american dream” y se sienta parte del sistema? ¿Por qué no borrar la gestión de riesgos de las cajas de ahorros si a la vez que se reparte ilusión se realizan interesantes plusvalías? ¿O prefieren pan y circo? Existen numerosos mecanismos de sorprendente creatividad que consiguen el objetivo buscado, y es que sale más rentable enladrillar o entretener a la población en lugar de educarla para que genere su propia prosperidad real.
No solo están los que se beneficiaban de que nada cambiase, ahora también están los que se benefician del mecanismo que sea escogido, así que la bola de nieve sigue creciendo hasta que choca y se rompe causando caos. Las fracturas quedan al desnudo.
¿El problema es el Estado de Bienestar? No en mi opinión, pues éste no es excluyente si no integrador, y siempre que cumpla esta función y sea comedido solucionará más problemas de los que crea. Lo que subyace al final del todo es que la economía no funciona o lo que es lo mismo, de donde no hay no se puede sacar. Es posible disimularlo de muchas maneras, por ejemplo retrasando el problema hipotecando el futuro, pero el mal seguirá presente sin las pertinentes soluciones.
El mejor reflejo en nuestro sistema es la productividad marginal de la deuda, es decir, el crecimiento que se consigue por aumentar una unidad de ésta. Tras muchos años en que era rentable hipotecar el futuro porque se conseguía una mayor proporción de crecimiento, ahora esta productividad marginal se ha vuelto negativa en muchos países desarrollados y las grietas asoman. Roma no se cayó en un día, pero ojo a los síntomas.
Hoy por hoy existe más movilidad social en Europa, la tierra del Estado de Bienestar, que en EEUU, la tierra “de las oportunidades” (que no se cumplen). No es que sea virtud nuestra, sino defecto de ellos pues tampoco podemos presumir. El problema no es que haya ricos y pobres en el mundo, pues, si admitimos que unas personas deben recibir mayores recompensas que otras por el trabajo que realizan o la prosperidad que generan admitimos cierto grado de desigualdad. El problema son las barreras de cristal que existen, esas que evitan la movilidad, barreras en cierta forma creadas por el sistema para evitar que algunos caigan y otros suban, provocando que no se desarrolle todo el valor y todo el potencial del talento de la ciudadanía. ¿Es asumible dicho desperdicio? Cada día parece más claro que no, pero en lugar de educación tenemos circo y en lugar de dar a quien genera prosperidad tenemos humo y barreras de cristal.
Todo funciona hasta que quien carga a cuestas con el invento se siente sofocado porque le pesa demasiado. Ahí surge la #spanishrevolution o cualquier otro nombre que quiera ponerle, la excusa han sido las elecciones pero podría haber sido otra, como podría haber pasado en otro lugar, el germen está ahí y no es tan volátil ni tan efímero como podría parecer aunque tenga momentos asintomáticos. Que los ciudadanos tengan oportunidades no es un derecho, es imprescindible para que todo siga girando.
Por Kike Vázquez from cotizalia.com 23/05/2011
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