martes, 7 de junio de 2011

El costo humano de un iPad hecho en China


Foto from appleweblog.com/

Si Apple solicitara una orden de sus tabletas iPad para satisfacer la creciente demanda y una explosión en su fábrica cegara la vida de tres de sus trabajadores y dejara heridos a otros 15, un ejército de reguladores, policías y demandantes caería sobre la compañía para exigir una explicación detallada.
Eso fue exactamente lo que sucedió el 20 de mayo, claro sin la intervención de reguladores o las explicaciones. La fábrica no estaba ubicada en Cupertino, California, el hogar de la sede de Apple. En cambio estaba a un mundo de distancia legal, en Chengdu, China, dirigida por Hon Hai Precision Industry, una empresa taiwanesa que se ha convertido en uno de los mayores empleadores y fabricantes por contrato del mundo.
En este aspecto Apple no está sola. Otras grandes empresas de electrónicos como Hewlett-Packard, Dell y Sony mantienen el ensamblaje de sus productos a distancia de sus demás operaciones, usualmente en países como China en donde la mano de obra es barata. La grandes líneas de producción (Hon Hai emplea cerca de un millón de trabajadores en China) son alimentadas por los consumidores estadounidenses que exigen precios bajos y trabajadores locales ansiosos de avanzar en la escalera social. Es un mundo que vive entre los secretos y opaco a la hora de asumir responsabilidades.
Dos semanas después de la explosión, sólo hay informes preliminares de lo que sucedió. Apple ni siquiera reconoce públicamente que el iPad se fabrica en Chengdu. Lo que se sabe es que uno de los problemas industriales más primitivos fue el causante de la explosión: Una estación de pulido de metales no estaba correctamente ventilada o no fue bien limpiada, el polvo se acumuló en el aire o las superficies y entonces, en un momento de considerable violencia, el polvo se prendió fuego.
Hon Hai, que usa el nombre comercial Foxconn, dijo que sigue investigando el accidente y ha reanudado las operaciones en sus talleres de pulido después de mejorar la ventilación y otras prácticas de seguridad. Apple asegura que "trabaja de cerca con Foxconn para entender" lo sucedido. El gobierno chino, que apenas se dio por enterado, ha criticado a Hon Hai por no prestar suficiente atención a la seguridad. En China, donde los accidentes industriales son el frecuente resultado del precipitado desarrollo liderado por el gobierno, este fue un momento claro de el burro hablando de orejas.
Hon Hai es un coloso debido a que su fundador, Terry Gou, capitalizó de manera temprana la cadenas laborales y de suministro de China, construyendo economías de escala que sus competidores no podían igualar fácilmente. Sus fábricas cuentan con habitaciones, comedores comunales, tiendas de libros y espacios de recreación. Además, son versátiles: en las reuniones con sus visitantes, Gou tiende a saltar de su silla para esbozar su próxima idea para integrar la producción en una hoja de papel.
En comparación a las condiciones de las fábricas cuando se industrializó occidente, Hon Hai no sale tan mal librada. Pero los grupos sindicales se quejan sobre la baja moral, los sueldos que alcanzan apenas para sobrevivir, el hacinamiento y las excesivas horas de trabajo en las líneas de producción de Foxconn. Antes de la reciente explosión, un grupo activista en Hong Kong criticó a la compañía por lo que describió como condiciones antihigiénicas y peligrosas en la planta de Chengdu. En los últimos 18 meses se ha presentado una ola de publicitados suicidios en las fábricas de Hon Hai.
La compañía ha defendido el tratamiento de sus trabajadores y el año pasado anunció grandes aumentos de salarios para mejorar el ánimo de los empleados. La compañía dice que la seguridad de los trabajadores es su prioridad y que solucionará cualquier programa en sus fábricas. Un portavoz dijo que Hon Hai está "aplicando las prácticas de seguridad más altas posibles".
Este es un complicado baile entre las marcas de primer mundo y la producción del tercer mundo. Los clientes como Apple no pueden darse el lujo de recibir los golpes a su reputación que las explosiones y suicidios de empleados tienden a producir. Por su parte, Hon Hai no puede darse el lujo de alienar a clientes tan grandes como Apple.
Así que las compañías de electrónicos han creado su propia supervisión. Apple audita las fábricas de Hon Hai y le exige a sus proveedores que accedan a un "código de conducta para proveedores" que fija expectativas para la protección a los trabajadores y las condiciones de las fábricas. También produce un informe anual de "responsabilidad de proveedores", el cual detalla los esfuerzos para garantizar la seguridad, las prácticas justas de contratación y la atención al control de contaminación, entre otras cosas.
Dell lleva a cabo inspecciones a las fábricas y tiene un código de conducta para los proveedores. "A principios de este año, nuestro equipo revisó los procedimientos propuestos por Foxconn para mejorar la moral de los empleados y las condiciones de trabajo", dijo David Frink, un portavoz de Dell. Posteriormente, Dell volvió a inspeccionar la planta de Hon Hai en Shenzhen para asegurarse de que las iniciativas funcionan.
H-P y otras compañías usan medidas y códigos de conducta similares.
Debido a la ausencia de instituciones civiles que supervisen a nombre del interés público, la auto regulación podría ser la mejor solución disponible. Pero la historia, y China, muestran que usualmente esta es apenas mejor que la alternativa, dolorosamente vulnerable a los caprichos del interés propio.
En Estados Unidos, en donde cerca de 150 personas han muerto y más de 850 han resultado heridas desde 1980 en explosiones de polvo similares alas de Chengdu, los negocios han sido cerrados por infringir las leyes de seguridad. En 2007, la Occupational Safety and Health Administration lanzó un programa nacional de inspección dirigido a plantas que manejan polvos combustibles y desde entonces ha llevado a cabo reuniones abiertas con las compañías para discutir las soluciones.
Este tipo de implementación de estándares nacionales es poco común en lugares como China, en donde las compañías extranjeras probablemente lo agradecerían. El accidente en Chengdu fue trágico, pero Apple parece haber salido bien librada esta vez. Si el número de muertos hubiera sido 103 en vez de tres, la opinión pública global se habría caldeado mucho más. En esa instancia, la distancia entre Apple y sus operaciones de ensamblaje no habría dado una protección suficiente a la compañía y su marca.

Write to John Bussey at john.bussey@wsj.com
From Wall sTreet Journal 05/06/2011

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