Turistas sentados en las escaleras de la iglesia de San Simeon Piccolo de Venecia; la nueva normativa prevé multas para quienes se sienten en lugares inapropiados (zefart / Getty)
El Ayuntamiento prepara un nuevo reglamento para endurecer las multas contra los comportamientos inadecuados
Es noviembre en la plaza de San Marco. Algunos turistas desafían el frío, pero se nota la diferencia con la temporada alta. En una ciudad donde cada año llegan unos 30 millones de visitantes, las épocas más tranquilas son un descanso para la resistencia veneciana.
Un grupo de australianos, sin embargo, se pone a discutir con el camarero de un local. Son quince chicos, entre 20 y 25 años, que viajan por Europa. “Nos habíamos sentado en el suelo porque estábamos cansados, pero de pronto ha venido este hombre a echarnos. No hacíamos nada”, cuenta el joven Wayne.
Venecia, una ciudad frágil con sus propias normas
“Yo cuando veo a la gente sentarse con una pizza ante el Palazzo Ducale me pongo mala”, dice Silvia Rossi, veneciana de toda la vida. “Me duelen las rodillas de tener que esquivar a los turistas que caminan por el lado equivocado de la calle al ir a buscar a mi hijo a la escuela”.
Venecia es una ciudad frágil, y tiene sus propias normas. No pararse en los puentes, caminar por la derecha, no dejar basura en los canales. Ni coches ni bicicletas, sólo el vaporetto, lanchas y góndolas. Pero también las mínimas normas de convivencia y sentido común que hay en cualquier ciudad del mundo. “Tenemos una identidad milenaria que no ha sido invadida jamás, hasta ahora”, lamenta Rossi.
De la veintena de páginas que tenía el viejo reglamento, el borrador del nuevo llega a más de setenta
Los vídeos de los héroes que se zambullen en los canales o de las chicas tomando el sol en los jardines Papadopoli ya se conocen. También el caso exagerado de la multa de 68 euros al niño de cuatro años que iba en monopatín, de hace unas semanas. Los venecianos, hartos del comportamiento de algunos turistas maleducados, están endureciendo sus normas municipales para castigarlos. Ya existía un reglamento municipal para ello, pero el Ayuntamiento del alcalde Luigi Brugnaro, de centroderecha, ha aumentado las multas durante este mandato y ahora preparan un nuevo reglamento que deberá ser aprobado en enero, explica la asesora para el Turismo, Paola Mar.
La artífice de estas nuevas sanciones más elevadas lee los castigos previstos. Tirarse al canal, 450 euros. Dejar basura por las calles, de 100 a 200. Pintar los edificios con bolígrafos o hacer grafiti, 400. Colocar candados en monumentos son otros 100. Comer en el suelo, 200 euros, igual que ir sin camiseta.
Ni los chicos australianos ni nadie en la decena de turistas preguntados por este diario conoce las normas venecianas. “Yo no sabía nada, pero he aprendido que se tiene que caminar por la derecha a base de empujones”, comenta Acacio Domínguez, un jubilado que ha viajado desde Cornellà con su mujer. Por eso, uno de los empeños de la asesora Mar es explicar a los turistas que Venecia debe ser respetada. Ha llevado a cabo una campaña llamada #EnjoyRespectVenezia para que los visitantes vean lo que se puede hacer y lo que no. Han colocado algunos carteles por el área más turística y han llegado a un acuerdo con Expedia por el cual todo el mundo que reserve recibirá la lista de normas, y Mar asegura que ahora está en conversaciones con Booking y otros portales para que hagan lo mismo. Unos 20 guardias, que en los últimos meses han hecho 8.000 horas, vigilan que se cumpla.
“El problema es que Venecia es un escaparate mundial. Haces el imbécil, sales en Youtube y se convierte en viral”, relata la asesora. “Nuestra finalidad no es recaudar, sino explicar al turista que ir a Venecia puede ser maravilloso si todo el mundo cumple las normas”. “Yo he visto de todo”, asiente Matteo, que desde hace cinco años trabaja en una tienda de souvenirs en San Marco. “Hasta gente desnuda como si fuera a la playa. En Nueva York o París nadie haría eso, pero como es Venecia piensan que nunca pasa nada”, denuncia el vendedor.
El nuevo reglamento que el Ayuntamiento prepara será todavía más duro. Un borrador al que ha tenido acceso este diario prevé multar a cualquiera que se siente en algunas zonas de la ciudad en cualquier lugar que no sea un banco. También se plantean la expulsión de 48 horas como castigo drástico a las heroicidades como tirarse a un canal. Todo todavía tiene que ser discutido y validado, y seguramente los puntos más polémicos no serán aprobados. Pero hay una intención de poner orden. De la veintena de páginas que tenía el viejo reglamento, el borrador del nuevo llega a más de setenta.
Hay algunos críticos, sin embargo. El portavoz de la asociación cívica Gruppo 25 Aprile, Marco Gasparinetti, piensa que hay muchas normas “absurdas” que no se podrán controlar. Por ejemplo, será muy difícil multar a la gente que se siente diez segundos en un bordillo. “Lo que habría que hacer es poner más fuentes para que la gente no comprase tantas botellas de plástico, que terminan en el río”. Además, cree que es muy difícil que los turistas terminen pagando estas multas una vez se van a sus países, así que finalmente el peso caerá sobre los venecianos.
En cambio, el fundador de Venessia.com, Matteo Secchi, está de acuerdo con ser más estrictos. Su plataforma nació con el propósito de defender a los últimos venecianos. Quedan poco más de 53.000 personas. En 1951 había 175.000. Sale mucho más a cuenta alquilar un apartamento histórico e irse a vivir a la tierra firme, donde los precios son menos abusivos. “Aquí vence la ley de los grandes números. Cuantos más turistas, más probabilidades de que vengan imbéciles. Si hay que castigar ejemplarmente a diez para que el resto se comporten, me parece bien”, dice Secchi desde una trattoria histórica de la ciudad.
Secchi piensa que la huida tiene mucha relación con las actitudes maleducadas de los turistas. Recuerda que en 1989 hubo un gran concierto de Pink Floyd que llenó la ciudad con 300.000 personas. “Fue un momento un poco duro. La gente se fue al barrio popular de Santa Marta a dormir en la calle, pero sus habitantes les echaron. Ahora Santa Marta está despoblada, y no habría nadie para poner orden. El respeto de las ciudades sale de sus vecinos”, lamenta. Venecia ha avisado.
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