lunes, 10 de diciembre de 2018

El oro negro encara una nueva era

El oro negro encara una nueva era
La última reunión de la OPEP esta semana (Ronald Zak / AP)


La OPEP se debilita, las renovables se disparan y el barril es volátil. La energía fósil prepara una larga transición


Cuentan los periodistas que esta semana en Viena, delante del edificio que alberga la sede de la OPEP, el cártel de los países exportadores de petróleo, había un coche aparcado en el borde de la acera. Pero no era un vehículo cualquiera. Era un automóvil enchufado a una columna, cargándose con energía eléctrica.
Anécdota simbólica para algunos. Significativa, para otros. La organización que durante seis décadas ha manejado los hilos de la energía del planeta se encuentra en una situación inédita. Después de que las cotizaciones de petróleo cerraran el peor otoño de la década, con el barril que ha perdido un 30% en dos meses y con miembros como Qatar que abandonan el barco para centrarse en recursos más rentables, como el gas, muchos se preguntan si realmente la OPEP tiene todavía capacidad de influir en los precios.

Hay voces en las energéticas que admiten un pico de la demanda en la próxima década


Y si el crudo, que ha alimentado a los países productores como una vaca lechera, tendrá cuerda todavía en las décadas futuras, cuando el coche eléctrico, las regulaciones para evitar el cambio climático, la lucha contra los combustibles contaminantes (léase las prohibiciones que recaen sobre los coches en la mitad de este siglo) y el auge de las renovables amenacen con cambiar completamente las reglas del juego energético que se han seguido hasta ahora.
En 1973, en plena crisis de suministro, el entonces ministro saudí de la Energía, Ahmed Zaki Yamani, lanzó una célebre frase que hoy se podría calificar de profética. “La era de la piedra no terminó por falta de piedra. La era del petróleo se acabará mucho antes de que el mundo se quede sin petróleo”. En el 2000 Yamani volvió sobre ese concepto: “La era del petróleo no acabará porque no tengamos crudo, sino porque no tendremos compradores”.

La OPEP tiene menos influencia porque el ‘fracking’ crece, y las renovables, también


La idea es que mientras los países productores siguen decidiendo qué estrategia seguir desde el lado de la oferta, tal vez deberían preocuparse del lado de la demanda, que no será eterna. Cuando se mira a largo plazo, es imposible ponerse de acuerdo. La OPEP ve la amenaza lejana: reconoce como el escenario más probable una caída del consumo global sólo a partir del 2040 (salvo si los países se toman en serio las medidas contra el cambio climático de la cumbre de París, en este caso podría adelantarse una década). Las petroleras, por lo general, le asignan el mismo horizonte temporal, un descenso de aquí a veinte años. Pero las organizaciones ecologistas lo adelantan a principio del 2020. Con alguna excepción, incluso dentro de las mismas empresas energéticas. Por ejemplo, Simon Henry, director financiero de Shell, considera que el pico de la demanda llegará antes que el pico de la oferta, entre el 2021 y el 2031. Elder Saetre, consejero delegado de la energética Equinor, también cree que el consumo alcanzará el máximo en la próxima década, “y a partir de allí la industria del petróleo empezará su declive”. Y Joel Couse, economista jefe de Total, pronostica que a partir del 2030 “la demanda de petróleo se estancará. O tal vez incluso disminuirá”.
Hablamos de varios años vista, y es obvio que no se dejará de consumir crudo de la noche a la mañana. Hoy, según BP, todavía el petróleo representa el 35% del consumo global de energía primaria y las renovables no llegan al 10%. “Es probable que la transición a la energía renovable sea gradual y que tarde mucho tiempo en completarse. En el medio plazo, el petróleo seguirá siendo central. Obviamente, el pensamiento a largo plazo requeriría que los países de la OPEP ­comenzasen a diversificar sus economías. Pero este será un proceso largo y difícil, con muchas incertidumbres”, dice Riccardo Fabiano, analista geopolítico de la consultora Energy Aspects.

El crudo seguirá siendo esencial para la química, el transporte marítimo y la aviación


“La era del petróleo está muy lejos de acabarse”, asegura la Agencia Internacional de la Energía. “Aunque se consuma previsiblemente menos crudo para los automóviles, seguirá habiendo un ímpetu poderoso procedente de otros sectores y que será suficiente para mantener la demanda a flote en cerca de 105 millones de barriles diarios hasta el 2040: la industria petroquímica, así como los camiones, la aviación y la navegación”, aseguran. “El cambio a los vehículos eléctricos será uno de los factores clave detrás de una demanda de petróleo más débil, aunque los productos petroquímicos y la aviación seguirán apoyando este sector hasta mediados de la década del 2030”, subraya Fabiano.
“Hay que pensar que el consumo de energías fósiles no está de capa caída, sino que está en máximos, y muchas renovables aún dependen de las subvenciones”, comenta un grupo de inversores en Barcelona preguntados sobre el tema. “Hay que saber distinguir caso por caso. Hay compañías petroleras que pueden seguir siendo una buena opción, por lo menos hasta que el marco regulatorio se aclare”, añaden las mismas fuentes.
No obstante, es muy difícil que los precios del petróleo vuelvan a subir como en los años anteriores. Entre otras cosas, porque hay un dato incuestionable: la OPEP creyó, de forma errónea, que la inversión en renovables y las perforaciones de roca en EE.UU. dejarían de ser rentables si el barril se mantenía barato. Recordemos: en noviembre del 2014 el cártel se negó a recortar la producción y los precios se hundieron a los 27 dólares. Pero no ha sido así.
La revolución de las energías alternativas ha llegado para quedarse y las inversiones en este sector nunca han dado marcha atrás: es más, se han disparado. Y en cuanto a las técnicas del fracking, ahora son más rentables que nunca. EE.UU. es hoy el primer productor mundial y no para de inundar el mercado de crudo. El cártel no supo deshacerse de sus competidores tanto en la energía fósiles como en las alternativas.
Así que el centro de decisión sobre la energía se aleja de la OPEP, entre otras cosas porque a EE.UU. cada vez le importa menos lo que decidan en Viena. En el 2005 el gigante norteamericano era importador neto de crudo: 13 millones de barriles diarios. A finales de este año, la cifra habrá bajado en 330.000. Es decir, un 97% menos. En la práctica, es autosuficiente.
Por otra parte, las renovables son cada vez más competitivas, haga lo que haga el barril. “La energía solar, eólica, el almacenamiento y las tecnologías relacionadas van a tener una acción disruptiva en la actual industria de la energía, valorada en seis billones de dólares”, decía Ramez Naam, experto del sector en la Singularity University de San Francisco. “Las alternativas reciben cada año 250.000 millones de dólares en inversiones. En tanto el coste de generación de estas siga desplomándose, el impacto será cada vez más serio para las fósiles”.
De acuerdo con la consultora Bloomberg Energy Finance, para el 2050, la energía solar y la eólica representarán la mitad de la generación energética en el mundo. Para tener una idea, el carbón, que hoy en día pesa un 38% como fuente para la producción de energía, caerá a tan sólo el 11%. Pueden parecer pronósticos demasiado a largo plazo. Un conflicto en Oriente Medio, sin ir más lejos, entre Arabia Saudí e Irán, todavía tendría capacidad para inflamar el curso de las cotizaciones.
Pero, para que se tenga una idea de la tendencia, en el 2017 ya tuvo lugar un punto de inflexión relevante. A partir de ese año, en los países emergentes ya se añaden más fuentes renovables que fósiles (60% contra el 40%). Hasta la Agencia Internacional de la Energía se rinde a la evidencia. “En Europa las fuentes de energía alternativa ya son el 80% de la nueva capacidad instalada y para el 2030 serán la principal fuente de electricidad, gracias a políticas de apoyo, aumento de la competitividad y la acción directa de los hogares”. La ruta parece marcada.
En la actualidad las empresas de energía persiguen dos estrategias: diversificar su inversión en el sector de las energías renovables e invertir en gas natural, que será un componente clave en el mix energético durante la transición energética. Para Ramez Naam, “si fuera una compañía energética que opera con los fósiles, trataría de reenfocar mi actividad. Ofrecer servicios e invertir en la energía solar. En el futuro no tendrán otra alternativa”.

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