“EXPLOSIÓN” EN EL MERCADO INMOBILIARIO
La iniciativa del Gobierno australiano de conceder la residencia permanente a multimillonarios extranjeros ha disparado la presencia de chinos adinerados en el país. Su llegada ha catapultado los precios en el mercado inmobiliario, así como la demanda de productos de lujo y la actividad de los megacasinos de Australia.
El visado del inversor significativo (SIV en sus siglas en inglés) permite a cualquier ciudadano extranjero obtener un permiso de residencia permanente en Australia si invierte 5 millones de dólares australianos (3,28 millones de euros) en el país durante cuatro años y permanece allí como mínimo un centenar de días al año.
La iniciativa del Gobierno australiano de conceder la residencia permanente a multimillonarios extranjeros ha disparado la presencia de chinos adinerados en el país. Su llegada ha catapultado los precios en el mercado inmobiliario, así como la demanda de productos de lujo y la actividad de los megacasinos de Australia.
El visado del inversor significativo (SIV en sus siglas en inglés) permite a cualquier ciudadano extranjero obtener un permiso de residencia permanente en Australia si invierte 5 millones de dólares australianos (3,28 millones de euros) en el país durante cuatro años y permanece allí como mínimo un centenar de días al año.
La “explosión” en el mercado inmobiliario
Unique Estates es una de las agencias que ofrece inversiones en propiedad de gama alta en Sídney y una de sus agentes, Sally Taylor, afirma que el mercado ha vivido una “explosión” desde que los nuevos visados entraron en vigor.
“Los compradores chinos son ahora nuestros principales clientes”, tanto aquellos que compran activos inmobiliarios para invertir como los que adquieren residencias de lujo como vivienda, asegura. Los inversores chinos han entrado con tanta fuerza en el mercado que “quedan muy pocos proyectos disponibles para invertir y la oferta es muy limitada”.
El panorama de las viviendas de lujo también comienza a estar saturado. “Hace un año la demanda era de casas de cuatro a seis millones de dólares, pero hoy el movimiento está en las casas de ocho a diez millones de dólares y comenzamos a ver movimiento en residencias de más de veinte millones que no hemos visto en años”, explica Taylor a este diario.
La compra intensiva de propiedades por parte de inversores chinos es una de los factores que ha propulsado el precio de la vivienda en Australia y, sobre todo, en Sídney. Ayudados también por unos tipos de interés en mínimos históricos, el precio de los inmuebles en Sídney subió un 15% sólo en 2013, frente al aumento medio en el resto de Australia del 9,8%, según un estudio de RP Data.
Mientras el país debate sobre la existencia de una burbuja inmobiliaria que podría estallar en cualquier momento, Taylor argumenta que “los precios seguirán subiendo porque hay suficiente demanda por parte del inversor chino para sostenerla”.
En una ciudad que, poco a poco, pasa a ser propiedad de los millonarios chinos y donde en las tiendas de productos de lujo se habla más mandarín que inglés, es difícil detectar a unos inversores particularmente opacos que, además, viajan en jet privado y se desplazan en coches con chófer. Los testimonios más fiables son de quienes los tratan directamente.
Té y reservados en The Star, el mayor casino de Sídney
Lisa Song regenta una casa de té junto al The Star, el mayor casino de Sídney y el segundo más grande de Australia. A Lisa acudió -“desesperada”, recuerda- la persona encargada de atender a los clientes más ricos del casino. “Los millonarios chinos que iban al casino no bebían su té”, explica esta joven madre que trabajó en el distrito financiero de la ciudad hasta que ahorró lo suficiente para abrir la tetería.
Song resolvió el problema importando “el té más exclusivo de China; sólo crece en una montaña y el precio de un gramo puede ir de uno a diez dólares”, explica mientras acaricia con cariño la cajita en la que guarda las hojas secas.
Dentro del casino de Sídney, se hace evidente la presencia de jugadores asiáticos entre un laberinto de 1.500 máquinas tragaperras y una treintena de mesas de ‘black jack’. El último grito, una máquina luminosa llamada Duo Fu Duo Cai, atrae a decenas de personas de rasgos asiáticos.
Sin embargo, los multimillonarios chinos se esconden en la sala Sovereign. Este lugar exclusivo y celosamente guardado por agentes de seguridad con cara de pocos amigos alberga dos mesas de juego donde la apuesta mínima va de 25.000 a 75.000 dólares australianos (16.000 a 49.000 euros) y una tercera mesa donde la inversión mínima oscila entre los 100.000 y los 500.000 dólares australianos (65.600 a 328.000 euros).
La cantidad de descapotables y limusinas aparcados ante la puerta del casino en un día cualquiera y las idas y venidas de mujeres asiáticas de pelo lustroso y uñas largas y rojas no parecen indicar otra cosa que prosperidad pujante. Y sin embargo, el The Star se encuentra en plena decadencia.
El Gobierno australiano confirmó en octubre de 2013 la concesión de los terrenos de Barangaroo, en pleno distrito financiero de Sídney y una de las zonas más codiciadas de Australia, al magnate del juego James Packer, quien ha anunciado ya una inversión de 1.300 millones de dólares australianos (852 millones de euros) para la construcción de un complejo de hoteles y casinos con una torre de 70 pisos de altura. El nuevo casino de Barangaroo admitirá sólo los llamados “jugadores VIP”, es decir, aquellos capaces de apostar un mínimo de 10.000 dólares australianos (6.500 euros).
Durante la presentación del proyecto, que incluirá hoteles de seis estrellas, 120 mesas de juego y diez salones de juego privados, Packer se encargó de recordar a los inversores -en su mayoría chinos- que los beneficios están asegurados. El magnate del juego cifró los impuestos de los primeros 15 años en 1.000 millones de dólares australianos (656 millones de euros) y recordó otra cifra clave: el 75% de los jugadores vip del mundo provienen de China.
El resquicio que han abierto las autoridades ha desatado ya una avalancha de capital chino en Australia. Mientras el país lucha por abrir las puertas de par en par al gigante asiático, todo indica que la transición de Sídney hacia un nuevo Macau, o un nuevo Hong Kong, u otro Shanghai, no ha hecho más que empezar.
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