miércoles, 9 de abril de 2014

Londres se rinde ante la eterna seducción de la moda italiana

 
Desfile de moda en la Sala Bianca del Palazzo Pitti en 1955. / G.M. Fadigati, © Giorgini Archive, Florence
 
 

El Victoria & Albert recorre cinco décadas de la historia textil del país desde la posguerra


 
Desde los desfiles pioneros de la legendaria la Sala Bianca de Florencia, que iluminaron los tiempos grises de la posguerra, hasta la consolidación del Made in Italy como una potente industria exportadora, la moda italiana ha prolongado hasta nuestros días su tremenda capacidad de seducción e influencia. Prada, Armani, Missoni, Versace, Dolce & Gabbana o Gianfranco Ferré son algunos de los protagonistas más obvios en la exposición que el Victoria & Albert dedica desde este sábado al glamour de la moda italiana pero, lejos de transformarse en una mera pasarela de famosos modistos, el museo londinense propone un minucioso recorrido por los cimientos y la historia de un estilo que logró transformar radicalmente la imagen del país en la segunda mitad del siglo XX.
 
El despliegue de más de un centenar de prendas y accesorios –que puede visitarse hasta el 27 de julio- arranca en una Italia que, a partir de 1945, empieza a levantarse de la ruina moral y económica gracias a la revitalización de sus fábricas apoyada en el Plan Marshall. La industria de la moda, que se nutre de la calidad de su técnica y materiales, de la pericia de sus artesanos, se convertirá en uno de sus principales pilares. El desfile auspiciado en 1952 por Giovanni Battista Giorgini en la opulenta Sala Bianca del Palacio Pitti de Florencia ejerció como primer gran escaparate (de los diseños de nombres decisivos, aunque hoy no resuenen, como Maria Grimaldi, Simonetta o las hermanas Fontana) para acabar seduciendo a las estrellas de la era dorada de Hollywood.
 
A la maravillosa Audrey Hepburn que recorría la Roma de aquellos años en una vespa -también presente en la exposición- o a Elizabeth Taylor, adepta a las prendas de factura italiana más exuberantes y también a sus joyas (un impresionante collar de Bvlgari, patrocinador de la muestra del V&A, selló su compromiso con Richard Burton en los 60´). Y, por extensión, al mercado estadounidense e internacional.
 
Moda para la mujer y también para el hombre, con los trajes que luce el Marcello Mastroiani de La Dolce Vita como embajadores del corte a medida o, ya entonces, de su incipiente réplica en serie. A pesar de la inestabilidad social y política, el sector textil italiano afianza su expansión en las dos décadas que suceden a la Segunda Guerra Mundial y se impone en unos 70 definidos por la moda manufacturada. Milán se erigió entonces en la nueva capital de la moda, en el faro de ese Made in Italy que trascendió al cine y el arte, al turismo o la gastronomía para escenificar un estilo de vida. Y que supo adaptarse a los nuevos tiempos, o incluso a anticiparse a ellos, como revela en la muestra un conjunto de camisa y pantalón, sofisticado y modernísimo para la época, que Emilio Pucci diseñó para su colección playera estrenada en 1949.
 
El culto al diseñador como una de las celebridades que pueblan el universo de los famosos desde mediados de los 90 se nutre, en el caso de los italianos, de grandes nombres que forjaron la industria local casi desde sus inicios, de los Versace o Armani a quienes acompañan otros modistos con menos colecciones –aunque no pocas- en su currículo. Los artesanos de entonces han transformado sus firmas en marcas de lujo internacional que firman además diseños de mobiliario o interiorismo, lanzan perfumes, cosmética y toda una gama de productos que alimentan sus redes globales.
 
Los retos del nuevo milenio suponen una presión enorme. Los cambios en las tendencias del consumo, la competencia de las manufacturas de China que, junto a los coletazos de la crisis han menguado ostensiblemente el sector del textil italiano, y las nuevas realidades financieras, traducidas en la compra de míticas casas italianas por inversores extranjeros, conforman el reto de futuro que plantea el V&A. Como colofón del recorrido, el museo proyecta un vídeo en el que diseñadores y expertos exponen las recetas para que la moda italiana siga manteniendo el pulso, y que se resumen en la necesidad de inyectar “sangre nueva” y “otras voces” a una industria que vive de los réditos de ilustres septuagenarios.

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