El frenazo de los mercados emergentes y la mejora de las economías desarrolladas marcan un punto de inflexión en la salida de la crisis.
NoMa es uno de los barrios que ha crecido más en Washington DC en los últimos años. De origen humilde, ubicado en el noreste de la capital, la expansión de la zona se ha manifestado a través de la apertura de locales, la construcción de viviendas y, cómo no, la subida el precio del suelo. Cuenta con uno de esos mercados reconvertidos por tiendas de productos artesanos y gourmet, el Union Market, que abrió hace un par de años. La sede de la NPR, la radio pública del país, se trasladó a la zona en 2013. La estación de metro, que un día se llamó New York Avenue-Florida Avenue, se remodeló y rebautizó hace mucho con el moderno Noma-Gaudallet University, en una operación con mucho márketing detrás, financiada por los comerciantes de la zona.
El crecimiento sigue. La apertura de nuevos locales en los últimos meses, tanto en ese barrio, como en otros barrios trabajadores, bien sea la zona del corredor de la Calle U —conocida como el Harlem de Washington— o la calle H, refleja que la economía marcha, que Estados Unidos experimenta la recuperación más sólida de las economías avanzadas, que las perspectivas han mejorado y que los pequeños empresarios se animan a arriesgar dinero. Pero, al mismo tiempo, ese brío es el que ha llevado a la Reserva Federal a levantar el pie del acelerador y comenzar el repliegue de sus estímulos económicos, una operación que ya desde su mismo anuncio, en mayo de 2013, ha puesto en apuros a las nuevas potencias con más dependencia de la financiación externa. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha certificado en sus reuniones de esta primavera que los mercados emergentes no parecen las estrellas del rock de hace poco.
Las previsiones de crecimiento de estos emergentes han vuelto a bajar en el informe de perspectivas globales del organismo con sede en Washington. El tirón previsto para América Latina se ha encogido en cuatro décimas desde enero, del 2,9% al 2,5% y lo estimado para la primera potencia de esa región, Brasil, ha caído medio punto, hasta el 1,8%.
Rusia ha sufrido la mayor corrección a la baja, de seis décimas, hasta el 1,3%, y la incertidumbre respecto al conflicto con Ucrania puede empeorar el panorama si se concretan sanciones económicas. China, llamada a convertirse a largo plazo en la primera economía del mundo, no ha visto menguar sus perspectivas en los cálculos del FMI, pero sí ha reducido su pujanza exportadora, tiene problemas crediticios y el aumento de su PIB baja del 7,7% de 2013 hasta un pronóstico del 7,5%.
“Ha habido una especie de tormenta perfecta, ha caído el precio de las materias primas, han bajado los capitales… Y ahora el tirón de EE UU no tiene tanta fuerza para arrastrar a los emergentes porque su dependencia de China ha aumentado con respecto a crisis anteriores”, apunta desde Múnich Francesc Balcells, responsable de mercados emergentes de la gestora de renta fija Pimco.
Había un trasfondo conceptual cuando expresiones políticamente incorrectas como “economías subdesarrolladas” fueron quedando desplazadas por “economías en desarrollo”. Y el esplendor de un grupo económico se manifiesta también de forma simbólica cuando a alguien se le ocurre agruparlos en un acrónimo que hace las veces de marca —como ocurre con los barrios como NoMa—, ese BRIC que el entonces economista jefe de Goldman Sachs, Jim O’Neill, acuñó hace ya más de una década para hablar del grupo de nuevas potencias llamadas a ser las estrellas del rock en los siguientes ejercicios: Brasil, Rusia, India y China (a los que luego se sumó a Sudáfrica, convirtendo a los BRIC en BRICS).
Y así ha sido. Desde 2009, además, el 75% de todo el crecimiento mundial se ha debido a este club variopinto con gran recorrido por delante y numerosa población como únicos denominadores comunes. Pero en una de las comparecencias de estas reuniones de primavera, el jefe de la división de estudios mundiales del Fondo, Thomas Helbling, glosó en unas palabras el sentir más generalizado sobre toda esa antes gloria y ahora tribulaciones que irradian los BRICS: “Durante mucho tiempo los mercados emergentes eran las estrellas de la economía global, con un crecimiento robusto y mejores perspectivas de retorno. Eso ha cambiado y vemos mejores perspectivas de retorno en las economías avanzadas, además de unas perspectivas de normalización monetaria y, lo que es más difícil, unos inversores que se han vuelto menos tolerantes al riesgo”.
Y algunos países emergentes fuera del grupo como Nigeria han dado la campanada al convertirse en la primera economía de África, por delante de Sudáfrica, a lomos de un sector servicios que avanza a mil revoluciones en la economía y la entrada en escena de una industria cinematográfica cada vez más pujante, conocida como Nollywood, que ya contribuye con el 1,2% al PIB del país, según los datos recogidos por el servicio de análisis de Capital Renaissance. El sorpasso, que se fundamenta en los datos que ha hecho públicos la oficina estadística nigeriana, no parece rebatido por los pronósticos que tiene el Fondo para este país.
Entre 2014 y 2019, según el FMI, la economía de Nigeria crecerá un 62% (Sudáfrica, un 18%), la octava tasa más elevada del periodo en una clasificación que casi copan en sus primeras plazas los países africanos, pero en la que también se cuelan algunos otros como Filipinas (71,6%) y Panamá, que prevé concluir las obras de ampliación del Canal en 2015, con un aumento de su actividad previsto del 59%. En esos mismos seis años, China crecería un 45%, India un 43%, Brasil se repone algo del frenazo con un 21% y Rusia se queda rezagado con un 13%. En Latinoamérica destaca el avance de Perú (40,5%), Bolivia (35,4%), Colombia (31%) y, en menor medida, México (22%).
Argentina (8,2%) y, sobre todo, Venezuela (2,5%), se quedan a la cola, con las posiciones 177ª y 186ª, de una lista de 187 países. Guinea Ecuatorial es el último país de esta lista, con una llamativa caída del 29% en cinco años. Mientras,entre las economías desarrolladas, el PIB australiano engordaría un 20%; el estadounidense, un 16%; Reino Unido, un 12%, y Alemania, un 11%. España, en la parte más baja de la tabla, con la posición 175ª, tan solo avanzaría un 8,5%.
A corto plazo, Balcells destaca que los países con mayor déficit por cuenta corriente —Turquía, Sudáfrica, Indonesia— son los más perjudicados, pero luego los pronósticos del Fondo indican mejoras y la economía turca, por ejemplo, está previsto que suba un 22% hasta 2019.
¿Acaba el reinado de los BRIC? No tan rápido. “Al mejorar las perspectivas en los países avanzados, sobre todo Estados Unidos, no cabe duda que los emergentes han perdido lustre, pero aun con las últimas previsiones los emergentes seguirán aportando la mayor parte del crecimiento del PIB mundial”, opina Luis Servén, responsable del departamento de análisis macroeconómico del Banco Mundial. En otras palabras, “las noticias de su defunción son un tanto exageradas”.
“Sí que es verdad que en el futuro inmediato los BRIC no van a estar a la cabeza del pelotón. Pero no hay que olvidar que el crecimiento de China, aunque menos espectacular que en años pasados, sigue siendo muy elevado. Y con los ajustes adecuados de política económica, Brasil o India también podrían mejorar mucho sus perspectivas de crecimiento”, insiste Servén.
El FMI también quita hierro al freno de China y destaca la necesidad de que el gigante asiático asuma un periodo de crecimiento “más sostenible”, con menos inversión y crédito. El país ha flexibilizado su tipo de cambio —ampliando la banda de fluctuación del 1% al 2%— y emprendido un programa de reformas para reforzar el papel de la empresa privada, ha apostado por sanear su sistema financiero y ha decidido liberalizar los tipos de interés. Los expertos del Fondo creen que los efectos de todas estas medidas se pueden empezar a notar entre finales de 2014 y principios de 2015. La filosofía de fondo de todas estas reformas persigue transformar el modelo de crecimiento, hoy por hoy muy sujeto a la inversión y la industria, para que ganen protagonismo tanto el consumo como la producción de bienes de consumo.
Este proceso será lento y, además, junto a estas expectativas conviven también un rosario de riesgos nada despreciables. El archifamoso inversor George Soros —gurú, filántropo o especulador en función de la biografía que uno lea— ha advertido de los riesgos que encierra la deuda china. El total de la financiación social se ha disparado desde el 130% del PIB en 2008 al 200% en la actualidad y la industria financiera tendrá que lidiar con ello. “Creo que los inversores y los prestamistas necesitan soportar los costes de los excesos previos en el crecimiento del crédito y los mercados deben reflejar ese riesgo con más precisión”, así que “las barreras de seguridad deben ponerse en su sitio”, señalaba esta semana Matthew Jones, del departamento de mercados del FMI.
“La preocupación en el caso de China es que en lugar de una desaceleración gradual del crecimiento se llegue a producir un aterrizaje forzoso, derivado del boom del crédito y el deterioro de las carteras crediticias de la banca. Eso está en el punto de mira de las autoridades, pero queda mucho por hacer”, apunta Servén.
Pero si algo llama la atención es que la subida del PIB global de algunos países es muy superior al incremento del PIB por habitante, como ocurre en el caso de Nigeria, tan mencionada estos días. Y las alabanzas al crecimiento de estas economías en desarrollo conviven en las reuniones del FMI con sesiones paralelas sobre la preocupante desigualdad social en estos países y el efecto nocivo en la actividad. Michael Pettis, de la Universidad de Pekín, señalaba estos días en su blog, que “los mercados emergentes pueden repuntar con fuerza en los próximos meses, pero pese a cualquier rebote se enfrentarán a una misma aritmética fea: hogares de demasiados países han visto caer su participación en el PIB. Hasta que se recupere, los desequilibrios globales seguirán en su sitio y, sin un new deal global, la única alternativa a la débil demanda será el alza la deuda”.
Suele hablarse de los emergentes en conjunto cuando el grupo reúne relatos muy dispares. El Banco Mundial destaca esta semana cómo la confianza inversora era fuerte en México y llenaba de interrogantes Brasil, para quien solo se espera un crecimiento del 4,5% acumulado entre 2014 y 2015; se prevé un aumento de la cifra de desempleados superior al 5% en los dos próximos años y sus constantes financieras resultan preocupantes. El 25% de la deuda de sus empresas está contraída con prestamistas extranjeros y el Fondo calcula que, con una subida repentina de los tipos de interés y una caída de los beneficios, el 50% de todo ese pasivo estaría en riesgo, así que es uno de los mercados mirados con especial preocupación. Y se trata de la primera economía de América Latina.
“Pero México sí es un país que ha destacado mucho por su estabilidad, no ha entrado en parálisis reformista, ha liberalizado su sector petrolero, ha llevado a cabo una reforma fiscal y es consciente de que los cambios que ha llevado a cabo China van a repercutir en todos los emergentes”, señala Balcells, de Pimco. A su juicio, el hecho de que no haya elecciones a la vista “también le proporciona un capital político para llevar a cabo muchas transformaciones”.
El FMI pide reformas a esos emergentes, como prácticamente le reclama a todos los países, pero con la ciencia de que en esos mercados los desequilibrios son más agudos y la confianza inversora mucho más volátil. Además, hay elecciones en 2014 en un buen puñado de ellos —Brasil, India, Indonesia, Sudáfrica o Turquía, entre otros—, y eso cala en la economía. Los comicios pueden complicar muchas medidas pendientes, según advierten los analistas de Goldman Sachs, y no está claro si eso llevará a políticas más o menos rígidas de los bancos centrales. “Por una parte pueden sentir la presión de aplicar más estímulos a la economía, especialmente en los casos en los que la independencia no está claramente establecida”, apuntan. Si bien, “por otra parte, pueden necesitar anclar las expectativas de inflación en medio de esta incertidumbre”.
La inflación, casi siempre preocupante por lo alta, ha sido colocada como uno de los grandes riesgos europeos por sus bajos niveles y su efecto nocivo para la recuperación de una zona euro, para la que se espera un crecimiento modesto, del 1,2%, para este año. El FMI lleva días destacando el peligro y llamando al Banco Central Europeo (BCE) a actuar con más estímulos para empujar la demanda y tirar de los precios, en una actitud que algunas fuentes en Washington veían esta semana un tanto sobreactuada e interpretaban como forma de facilitar al BCE la toma de medidas no convencionales dentro de su mandato de lograr una estabilidad de precios y no como un impulso económico, algo que escapa a su mandato.
Mientras, las derivadas que pueda tomar el conflicto de Rusia y Ucrania, las posibles sanciones por parte de EE UU y el peligro para suministro energético tienen a medio Washington estos días sin saber muy bien cómo calcular los impactos. Los emergentes ya no son lo que eran.
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